13 April 2016

Un cuento al mes: El amante demoníaco, de Shirley Jackson


No había dormido bien; desde la una y media, después de que Jamie se fuera y ella se metiera lánguidamente en la cama, hasta las siete, cuando se permitió levantarse y tomar café, había dormido mal, se había estado despertando por los nervios, quedándose con los ojos abiertos en la penumbra, recordando una y otra vez, sumergiéndose a cada rato en un sueño febril.

Traducción de Paula Kuffer


Las dos novelas de Shirley Jackson que he leído, La maldición de Hill House y Siempre hemos vivido en el castillo, me parecen estupendas. En cambio, el único cuento que he leído de ella, La lotería, no me gusta tanto. Demasiado moroso para mí: conocido el final ya no me apetece releerlo.

Novelas sí. Cuento no. Y yo voy e insisto con los cuentos. ¿Soy o no soy un insensato?




Lo peor del cuento es el principio. Ya saben: un personaje que se despierta.

Al final del primer párrafo hay un truco. No les desvelo demasiado si les digo que la protagonista se va a casar ese mismo día (de ahí los problemas para dormir). ¿Qué hace Jackson para que nos enteremos de esta circunstancia? Pues pone a la protagonista a escribir una carta para su hermana:
"Queridísima Anne, cuando recibas esta carta me habré casado ¿No te parece divertido?" 
Acto seguido la protagonista rompe la carta porque no sabe cómo seguir y entonces entendemos que ni la hermana ni la carta tenían la más mínima importancia, lo importante era que supiésemos que la protagonista se va a casar en unas horas y que lo supiésemos sin necesidad de recurrir a la omnisciencia del narrador.

¿Y por qué Jackson no hace que el narrador nos diga directamente que la protagonista está a punto de casarse? Porque los lectores damos por cierto todo lo que dicen los narradores en tercera persona y Jackson no quiere que el lector de su relato tenga demasiadas certezas sobre lo que está ocurriendo. Porque —ahora ya lo saben— este es uno de esos cuentos en los que, cuanto menos sepamos, mejor.

La inquietud de caminar a oscuras. Las puertas cerradas.

La atmósfera del cuento me ha recordado a la de algunos episodios de Alfred Hitchcock presenta, una de las series de televisión que más me flipaban de niño, aunque el cuento no tiene un planteamiento tan abracadabrante como el de las historias de la serie ni un final tan efectista. 'El amante demoníaco', a pesar de ese título tan pulp, se acerca más al realismo norteamericano de los relatos tipo The New Yorker pero, eso sí, con un regusto enrarecido. Y ese regusto es precisamente lo que le da gracia.

¿Me ha gustado más que La lotería? Diría que sí. ¿Me ha gustado mucho? Tampoco diría tanto. ¿Seguiré insistiendo con los cuentos de Jackson? ¿Por qué no?

31 March 2016

Fobias literarias



Bunny no se despertó del todo. Un sonido (no distinguió qué era) quebró la superficie de su sueño y se hundió como una piedra. El sueño se esfumó, dejándole despierto, varado, sobre su cama.

Vinieron como golondrinas, WILLIAM MAXWELL

[Traducción de Gabriela Bustelo]




¿Pero qué hay de malo en este pasaje?, se preguntarán ustedes. Y ahora es cuando me dejan por imposible: lo que me echa para atrás de esta cita es que se trata del principio de la novela y aparece un personaje despertándose. Ufff... Me dan mucha pereza las novelas que empiezan con alguien que se despierta. ¿Por qué? Porque es el comienzo menos singular que uno pueda imaginarse. Todos mis días empiezan así. Seguramente todos o casi todos sus días empiezan también así. Y los de la mayoría de la gente. Algunos autores intentan animar el asunto con florituras de estilo. Pero a mí me cuesta pensar que un narrador que empieza su relato de esa forma quiera (o sepa) seducirme.

18 March 2016

Canciones que deberían ser más conocidas (XX)



Lo mío con Lolaila Carmona acabó hace tiempo. Supongo que se fue enfriando poco a poco hasta que llegó un momento en que no tenía sentido seguir. Todavía la aprecio, claro; de vez en cuando la pongo en casa a todo volumen y recuerdo los buenos ratos que pasamos juntos. Pero tenía que dejarlo. No es culpa de nadie. Y no, por si se lo están preguntando: no le fui infiel.

Pero hace poco me he fijado en una de sus hermanas. Es raro; aunque estoy seguro de que ya la conocía, nunca le había prestado atención. La escuché una mañana y a la altura del estribillo ya estaba enamorado. Saltó la chispa. No me digan que solo es un capricho. No lo es. Lo sé porque también me gusta su interior: la letra. Hace que quiera ser mejor persona.

Ay, estoy lleno de amor. (No me hagan el gesto de vomitar que les veo.)

Tiene que acabar - Napoleón Solo

01 March 2016

Simes y nomes del primer bimestre

Sí o no, sin términos medios, porque somos personas, no bisectrices.

  • Lo que sí:

Pícnic extraterrestre, de Arkadi y Borís Strugatski

Voy a empezar intensito: hay escenas en esta novela que te borran de la realidad y te transportan a LA ZONA, convertido en un personaje más en busca de tecnología extraterrestre. En serio, cada vez que un stalker pisa LA ZONA, el lector se va detrás de él con el corazón en la boca, y se agacha si hay que agacharse, se arrastra si hay que arrastrarse y aguanta la respiración si hay que aguantar la respiración. Son tan potentes esas escenas que no importa que las demás sean más flojas. Porque el lector vuelve de LA ZONA encendido, pletórico, y hasta con ganas de ver la peli de Tarkovski (161 min.) solo por pasar más tiempo allí.

Cráneo de azúcar, de Charles Burns

Si alguien me preguntase por mis cinco novelas favoritas o por mis cinco cómics favoritos, yo no respondería —como tanta otra gente— "¿solo cinco?". No. Yo no. Yo ni siquiera tendría que pensarlo. Los soltaría uno tras otro, seguidito y sin dudar. Pim, pam. ¿Por qué lo tengo tan claro? Pues porque para mí una definición de novela o de cómic favorito podría ser "novela o cómic que releo periódicamente", y no hay tantos cómics o novelas que relea periódicamente. Uno de ellos es Agujero Negro de Charles Burns, autor de cabecera en este blog (literalmente). De momento es pronto para decir si la trilogía a la que pertenece Cráneo de Azúcar podría convertirse en otro favorito, pero sí que es cierto que algunas partes me las he leído hasta tres veces (cada vez que salía una nueva entrega me releía las anteriores) y las tres veces las he disfrutado. De hecho, diría que es un cómic que requiere varias lecturas. Burns embarulla la narración con saltos en el tiempo, escenas oníricas, elipsis, y aunque al final el hilo de la historia queda bastante claro, hay que prestar mucha atención para captar todas las referencias, las metáforas y las rimas internas —porque sí, hay viñetas que riman— que Burns ha ido dejando.

Cosas que los nietos deberían saber, de Mark Oliver Everett

Uno de los consejos que se suelen dar para que un blog tenga más visitas es este: aumenta el contenido autobiográfico. Habrá quien diga que no, pero nos gusta que la gente nos cuente su vida, si lo hacen bien. Cosas que los nietos deberían saber consigue que parezca fácil. Mientras lo leía no dejaba de pensar que todo el mundo debería escribir un libro contando su vida. Todos esos libros se guardarían en una biblioteca, gigantesca o virtual (ya discutiremos el formato), que modestamente podríamos llamar La Biblioteca de la Humanidad. Imagínense las miles de horas de diversión asegurada para cualquier extraterrestres que se dejase caer por el planeta azul. En fin, vuelvo a lo que estaba. En realidad Mark Oliver Everett no nos cuenta su vida. No toda. Se centra principalmente en su relación con la música. Mientras leía el libro y pensaba en la Biblioteca de la Humanidad también tenía tiempo para picotear vídeos en Youtube. Creo que no me voy a hacer fan de la música de Everett, pero en cambio podría hacerme fan de su forma de escribir.

N de nudo, de Sue Grafton

Mi primer Grafton.
En el lado malo:
- ritmo muy lento (la investigación no avanza prácticamente nada hasta el último cuarto de la novela),
- narración demasiado exhaustiva (¿es necesario que nos cuenten todas y cada una de las veces que la protagonista se cepilla los dientes? ¿que nos describan la ropa que lleva en cada momento, pijamas incluidos, y la decoración de todas las casas en las que entra, tipo de suelo, color de las paredes y del sofá?)
- una vez se descubren las claves del caso no resulta verosímil que la protagonista haya tardado tanto en dar con ellas (¿a qué esperabas para hacer esa pregunta, querida?),
- la sorpresa final es predecible (es ridículo que coja desprevenida a la prota).
En el lado bueno: 
- investigadora con carisma,
- sentido del humor socarrón,
- investigación transparente.
Parecerá mentira pero lo bueno gana a lo malo.

Microsiervos, de Douglas Coupland

Retengan este dato: Microsiervos fue escrito en 1995, cuando la mayoría de nosotros no teníamos ni dirección de correo electrónico. Yo lo he leído en continuo estado de sorpresa:
1. No ha envejecido ni un ápice, a pesar de que trata básicamente sobre el papel de los avances tecnológicos en nuestras vidas (¡y cuánto no habrá avanzado la informática desde 1995!).
2. Anticipa el estilo frívolo, egocéntrico, fragmetario, plagado de listas y de referencias pop de la mayor parte de lo que se escribe en internet hoy en día. Está escrito en forma de diario, pero podrían ser entradas de un blog.
3. Se basa fundamentalmente en la cháchara cotidiana de un grupo de compañeros de trabajo —más adelante amigos— informáticos. Apenas hay historia y, a pesar de eso, no cansa lo más mínimo. Al revés, da pena llegar al final (¡y hablamos de 400 páginas!).
4. No profundiza en nada —repito, en nada— pero es muy pero que muy estimulante.
5. Coupland escribe para mí. Su estilo se ajusta a mi temperamento de una forma casi vergonzosa. Vergonzosa porque muy poca gente lo encontrará ejemplar (esto último es un aviso).

El año más violento, de J. C. Chandor

¿Recuerdan esa sección del blog llamada Pequeños problemas éticos que tanto me gusta hacer (por los comentarios que me dejan ustedes luego, claro)? Pues esta película es una especie de gran problema ético que el protagonista trata de resolver a su manera, intentando ser fiel a sus principios, sean estos más o menos acertados (he ahí la cuestión). No es una película moralista pero sí que está atenta a la dimensión moral de los actos de los personajes. Y ya solo por eso me cae simpática.

Whiplash, de Damien Chazelle

Ya han salido expertos diciendo que cualquier parecido de Whiplash con la vida real de un batería de jazz es pura coincidencia. Lo intuíamos, ¿no? Todos los años aparece algún estudio que desmiente que Mozart y Salieri fuesen enemigos jurados. ¿Le quita eso algún mérito a Amadeus? Por supuesto que no. Pues lo mismo con Whiplash. Que conste que Whiplash no me parece un peliculón. La encuentro un pelín ridícula y no comulgo con la filosofía de fondo. Pero sí me parece un triunfo del ritmo cinematográfico.

Vacaciones, de John Francis Daley y Jonathan M. Goldstein

Con la comedia no vale luego echarse atrás: si te ríes es que funciona. Yo no me había reído tanto con una peli desde Bob Esponja: Un héroe fuera del agua. Todos los gags del coche y del hijo mayor son tronchantes. Humor grosero, sí, pero efectivo. Además sale Christina Applegate, una debilidad de este servidor desde Matrimonio con hijos.

No es mi tipo, de Lucas Belvaux

Él, un profesor de Filosofía mortecino que no cree en el concepto tradicional de amor. Ella, una peluquera vitalista, fan de Jennifer Aniston, que busca al hombre de su vida. Suena a comedia romántica bobalicona en la que uno de ellos acabará rescatando al otro (adivinen quién a quién), pero no: no es tan cómica, no es tan romántica y no es nada bobalicona. Los personajes empiezan siendo puro estereotipo, eso sí, pero poco a poco el contraste se va cargando de matices y, al final, la película acaba ofreciendo una visión bastante veraz de los comienzos de una relación amorosa. Y la sorpresa: hoy por hoy, Emilie Dequenne es la actriz con más encanto del universo.


  • Lo que no:

Mr. Vértigo, de Paul Auster

El comienzo es prometedor —"Yo tenía doce años la primera vez que anduve sobre el agua"—; sin embargo, todo lo que viene después está contado con tal torpeza que le mina a uno las ganas de seguir leyendo. Un ejemplo:
En el segundo capítulo el protagonista nos dice que, después de irse a vivir a una granja con el tipo que le había prometido enseñarle a volar, intentó escaparse hasta en cuatro ocasiones, sin éxito. Unos párrafos más adelante nos empieza contar uno por uno esos cuatro intentos. Se podría pensar que, ya que el narrador se ha cargado el suspense del asunto (que no, que no va a conseguir escaparse), al menos el relato tendrá un poco de gracia o aportará algún dato importante para el desarrollo de la historia. Pues no. Resulta tan entretenido como si yo les anuncio que voy a contar cómo me he preparado un tazón de cereales para desayunar y a continuación voy y les cuento cómo me he preparado un tazón de cereales para desayunar: he cogido el tazón, he cogido el paquete de cereales, he echado un puñado de cereales en el tazón, he cogido el cartón de leche... Pues casi toda la novela vuela así de bajo. De hecho, en cuanto aparece algo mínimamente interesante (un personaje, un escenario, un acontecimiento que se vislumbra en el horizonte), va Auster, lo hace desaparecer sin más y pasa a otra cosa aburrida. Como tortura, muy buena.

Diario de un álbum, de Dupuy y Berberian

Van Dupuy y Berberian y le dice Dupuy a Berberian: oye, Berberian, se me acaba de ocurrir, ¿y si hacemos un cómic sobre las cosas que nos pasen mientras estemos haciendo otro cómic, el que tenemos bajo contrato? Berberian contesta: me gusta la idea, Dupuy, pero tengo una duda, ¿cuál de los dos cómics será el bueno? Dupuy dice: el otro, por supuesto, que irá bien dibujado y en color y todo; este es en blanco y negro, para anécdotas que nos pasen y tal. Berberian: ah, vale, ya lo pillo, que uno lo pensamos y el otro no. Dupuy: muy bien, Berberian, ¿ves que bien nos entendemos?, si por algo trabajamos juntos...


Star Wars: El despertar de la fuerza, de J. J. Abrams

A veces se nos olvida: las primeras películas de Star Wars eran para niños, adolescentes y similares. ¿Conocen ustedes a algún adulto —adulto ya por aquel entonces— que flipase con ellas? Yo tampoco. ¿Sus padres le hicieron el menor caso a Han Solo y compañía? Los míos tampoco. Por eso no entiendo a esos fans de toda la vida que se tiran de los pelos por las supuestas traiciones de George Lucas. ¿No se dan cuenta de que es inútil pedirle a la franquicia que les transporte a las sensaciones de entonces? ¿No ven que lo que se ha perdido por el camino no es el espíritu original de la serie sino su infancia? Escuchad, niños de antaño: ya tenéis la perfecta actualización para adultos de Star Wars. Se llama Juego de Tronos. Va siendo hora de que cambiéis de juguete. Esta introducción es para que entiendan que no hay en mi cuerpo ni una sola gota de nostalgia en lo que a Star Wars se refiere. Si no me ha gustado El despertar de la fuerza es por otra cosa. Creo que fue Capra quien dijo que para que una película sea buena debe tener al menos una escena memorable. Lo suscribo. No basta con eso, claro está, pero es difícil que una película que no cumpla ese requisito me provoque algo más que indiferencia. Pues bien, El despertar de la fuerza no tiene ni una sola escena memorable. No digo más.

El renacido, de Alejandro González Iñárritu

Alejandro González Iñárritu tiene la cantidad justa de Lars von Trier que Hollywood es capaz de digerir. Hollywood puede. Yo no. No sé si a ustedes también les pasa (supongo que sí) pero cuando una película no me está entreteniendo demasiado y no tengo sueño, empiezo a buscarme distracciones alternativas: me fijo en detalles tontos del vestuario o de los escenarios, busco incoherencias en el guión, me imagino al equipo de rodaje al otro lado de la cámara, intento adivinar cuántas veces habrán tenido que repetir una escena... Pues con esta película es más entretenido distraerse así, de este modo, que prestar atención a la historia (ay, la escena del caballo, cuánta diversión periférica hay ahí). Una cosa que me tuvo obsesionado todo el tiempo: ¿cómo es posible que, con el frío que hace, los personajes se anden metiendo en el agua cada dos por tres completamente vestidos? ¡Y luego salen y siguen caminando por la nieve como si tal cosa, sin poner los pies al fuego para secarse ni nada! Eso es de catarro para arriba.

18 February 2016

Pequeños problemas éticos, nº 7

Pones un libro a la venta en Wallapop, a un precio muy bajo: menos de la mitad de lo que te costó a ti. Poco después te escriben dos personas que están interesadas. A la primera ya la conoces, te ha comprado libros otras veces. A la segunda no. Su mensaje es más efusivo; entre otras cosas, dice que lleva tiempo buscando esa novela.


Aunque crees que lo correcto sería cerrar la venta con la primera persona que te ha escrito, hay algo que te predispone en su contra: sabes que se dedica a revender los libros a un precio bastante más alto: lo ha hecho con algunos de los que tú le vendiste. Nunca te han gustado los especuladores.

¿Qué haces?
a) Respetas el orden de llegada de los mensajes y le vendes el libro a la primera persona. 
b) Se lo vendes a la segunda persona.

Mi pregunta es: ¿es ética la opción b)?

10 February 2016

Entusiasmos que no comparto. Especial 2015

En ese festival de pejiguerismo en el que se ha convertido esta sección, les traigo hoy algunas de esas películas que pueblan las listas de lo mejor del año y que a mí, por la razón que sea (ceguera, estupidez), si bien no me han parecido malas en absoluto, tampoco han conseguido robarme el corazón.

El Club, de Pablo Larraín


No tan incómoda como promete, más sucia que realista, se limita a confirmar los tópicos anticlericales. Predicar al converso, lo llaman.

Del revés, de Pete Docter


Ni para niños ni para adultos. Terapia familiar de manual de autoayuda. ¿De verdad vivimos en esos tiempos en que es necesario recordar una moraleja como esta?

45 años, de Andrew Haigh


ANDREW HAIGH (dándose una palmada en la frente).- ¡Ya lo tengo! ¡Si mantengo el conflicto en el interior de la protagonista ya no tengo que preocuparme de hacerlo evolucionar!

3 corazones, de Benoît Jacquot


Franceses demostrando, una vez más, que el amour fou y follar sin poner cara de placer lo inventaron ellos.

31 January 2016

Un cuento al mes: La señorita Mandible y yo, de Donald Barthelme



      13 de septiembre 
La señorita Mandible quiere hacerme el amor, pero duda porque soy oficialmente un niño; yo tengo, según los documentos, según el cuaderno de evaluación de su escritorio, según las fichas de la oficina del director, once años. Existe aquí un malentendido, algo que aún no he sido capaz aclarar. En realidad, tengo treinta y cinco años, he estado en el Ejército, mido un metro ochenta y cinco centímetros, tengo vello en los lugares apropiados, mi voz es de barítono, sé muy bien qué hacer con la señorita Mandible si alguna vez se decide.

Traducción de Enrique Maldonado Roldán


Donald Barthelme es ese escritor cuyo cuento El globo mereció el siguiente elogio de David Foster Wallace: "es el primer relato que me hizo desear ser escritor".

Cada uno es responsable de sus expectativas.




El relato que yo he leído no es El globo pero tiene un comienzo bien majo, no me digan. Juguetón. Ni se les ocurra pensar en Big, la película, en Barrio lejano, el cómic, o en Ponte en mi lugar, el truño. Aquí no se explotan las posibilidades cómicas o dramáticas del desplazamiento de un adulto a la infancia y ni siquiera importa demasiado cómo se va a resolver la situación.

Aquí lo que importa son los comentarios del protagonista sobre la falsedad de los papeles que nos vemos obligados a adoptar en sociedad: niño, adulto, hombre, mujer, alumno, soldado, marido... La farsa social.

Recuerda un poco a Kafka, por el absurdo aceptado sin sobresalto, pero por suerte aquí el protagonista no sufre: al contrario, está encantado con su situación. Y así podemos disfrutar de su sarcasmo y de su lucidez sin amargor (esa es la suerte).

Este libro caerá entero, no lo duden.