La gran estafa. Alfaguara, Planeta y la novela basura
Manuel García Viñó, 2005
Ediciones VOSA, 2005
471 págs.
No vamos a negar que el título tiene gancho.
Al autor se le conoce, mayormente, por ser el responsable de La fiera literaria (el blog favorito de Javier Marías) y por haberse dado de tortas con Vicente Molina Foix en el programa aquel de Fernando Sánchez Dragó: Negro sobre blanco.
También es el inventor de una cosa que él llama 'crítica acompasada' que consiste, más o menos, en ir comentando una novela línea por línea como quien wasapea de broma con los colegas a costa de, qué se yo, Quién quiere casarse con mi hijo. Para que se vayan familiarizando con don Manuel y con su método, les dejo un ejemplillo:
"Un día, en otro aeropuerto, vi a un hombre que me recordaba a un ex amante.
[Esta frase es de una novela de Rosa Montero. Ahora viene el comentario de García Viñó...]
¡Qué mosita más modelna!, exclama el lector verecundo e inocente. Las Rosas, la Almu, la Etxecheberría, la Torres... Se pasan la vida de amante en amante y sigo para delante y cantando aquello de jodiendo espero / al hombre que yo quiero, ... Son verdaderamente expertas en la materia. No digo en la literaria, claro."
Ahí lo tienen: García Viñó. Quédense con el nombre. O no. Probablemente él tampoco querría irse de vinos con ustedes.
¿Que por qué se me ha ocurrido sacar esta cosa de la biblioteca? ¿Qué necesidad tenía?
Una de las muchas bobadas que circulan por los ámbitos de la Teoría de la Literatura es el concepto de lector modelo, de Umberto Eco. Para que se hagan una idea: el invento este ni siquiera tiene su propia entrada en la Wikipedia. De hecho, ni siquiera merece la pena que explique en qué consiste. Lo que me interesa del concepto en cuestión es que, mientras las universidades de todo el mundo se llenan la boca hablando del lector modelo, nadie hasta ahora (que yo sepa) ha introducido en los estudios literarios el concepto de lector cabrón.
A García Viñó le sacan de quicio los anacolutos, las faltas de concordancia, las incorrecciones léxicas, las metáforas afectadas, las rimas asonantes que se cuelan en la prosa (estoy seguro de que el sintagma 'el concepto de lector modelo de Umberto Eco' le provocaría urticaria)... ¡Y se los encuentra a cientos a cada paso! Le molesta que la Montero sea tan ligerita, que la Grandes hable mucho de culos, que el Marías hable de las putas con poco aprecio... Vamos, que no hay forma de tenerlo contento.
Mi opinión es que la Literatura saldría ganando si hubiese más escritores que, a la hora de ponerse a escribir, pensaran menos en el lector modelo y más en el lector cabrón.
Y por eso he sacado el libro. Porque hay que conocer al lector cabrón. Aunque duela. Aunque joda. Y jode, sí. Porque a veces hasta tiene razón.