—Mi marido es coleccionista —dijo la diminuta señora Monroe.
A quien más sorprendió el comentario fue al señor Monroe, que no era coleccionista.
—¿Y qué es lo que colecciona, señor Monroe? —preguntó la señora Armsby amablemente.
—Pañuelos —contestó la señora Monroe—. Colecciona pañuelos.
Al señor Monroe le resultó obvio que los sorprendentes comentarios de su esposa no eran más que la desafortunada consecuencia de haber estado los dos en un cóctel antes de presentarse, a última hora, en casa de la señora Armsby.
Traducción de Celia Filipetto
Aunque tuve mis más y mis menos con Los 13 relojes, he repetido con Thurber. Y no me arrepiento.
Titular: No me arrepiento
Cierto es que, de los once cuentos de Thurber que he leído hasta ahora, gustar gustar solo me han gustado tres —a los amantes de los animales les recomiendo Instantánea de un perro— pero me divierte bastante el sentido del humor suavecito y ligeramente satírico de la mayoría de ellos. Por decirlo cursi: son cuentos con algo así como brisa. Este, el primero del libro, es el que más me ha despeinado.
Una esposa medio borracha. Un marido alarmado. Té en casa de la respetabilísima y aburrida señora Armsby. La gracia: el marido trata de que no se note que su mujer está achispada pero al mismo tiempo es evidente que disfruta con la situación. No hay más. La anécdota no se complica. No tiene un gran final. El nivel de diversión se mantiene más o menos a la misma altura durante todo el cuento. Si el principio les ha hecho sonreír acabarán con la misma sonrisa. No es literatura seria. Ni falta que hace.