Me ha pasado varias veces: alguien se entera de que soy muy aficionado a la lectura y me pide que le recomiende algún libro. Yo, como recomendador responsable que soy, siempre trato de indagar un poco en los gustos de mi interlocutor antes de decir ningún título; pero la gente no está en el mundo para la minucia sino para la grandeza, esperan un oráculo, un mago, un sabio, no un algoritmo y se niegan a darme pistas.
¿Qué hacer?
Para estos casos he perfeccionado un método consistente en recomendar clásicos del siglo XIX, porque:
(1) me hacen parecer culto;¿Y qué clásicos recomiendo?
(2) es poco probable que mi interlocutor se los lea;
(3) si se los lee es muy probable que le gusten (por algo son clásicos) o que finja que le gustan (para no quedar mal);
(4) en el caso de que no le gusten, la tradición crítica literaria me ofrece un bonito hombro por encima del que mirar.
Con esa desfachatez confiada que da la pereza, me voy a permitir recrear aquí un comentario que dejé hace tiempo en un blog que seguro conocerán (deberían): Das Büecherregal
La Regenta
Hay pocas novelas que tengan tantos personajes redondos, caracterizados a la perfección, moviéndose todos a la vez por un mismo escenario. Todo eso requiere mucho andamiaje, así que en la primera parte hay mucha carpintería y la acción principal va lentita. Pero es bonito oír los martillazos. Además, aunque no es una sátira, tiene muy mala leche (el narrador es muy poco compasivo en el retrato de los personajes) y más de una sonrisa de medio lado arranca.
Anna Karénina
Que yo sepa, nadie ha contado tan bien como Tolstoi una carrera de caballos en el hipódromo o un paseo por el bosque de dos personajes que se gustan, por poner dos ejemplos. Tolstoi cuenta bien hasta los pensamientos de los personajes. Para Nobokov la maestría radica en el manejo del tiempo y es cierto que parece que los personajes piensen al mismo ritmo de nuestra conciencia.
Fortunata y Jacinta
Fortunata y Jacinta
En una primera lectura hay que salvar bastantes escollos, no voy a mentir, pero tiene una vitalidad que a mí, al menos, me acaba ganando. Hacia el principio hay un viaje de novios que, en mi opinión, es de lo mejor que se ha escrito en castellano. En general, todo el manejo del habla de los personajes es impecable. Y si viven ustedes en Madrid luego irán por las calles diciendo: aquí vivía Fortunata, aquí Jacinta, aquí... como si fuesen conocidos suyos.
Middlemarch
Middlemarch
Ya hablé un poco de ella en otra entrada. En algunos pasajes el narrador nos da pequeños sermones para explicar y valorar moralmente las reacciones y los sentimientos de los personajes. Las metáforas y las comparaciones que usa son muy esclarecedoras, pero hoy en día no estamos acostumbrados a narradores de este tipo, que hablan como si fuesen representantes de la Sabiduría Universal. Aunque a mí no me molestan esos sermoncillos, creo que se disfruta más cuando cuenta las cosas sin ellos. Brilla, sobre todo, en los resúmenes de acontecimientos; por ejemplo, cuando cuenta cómo le ha ido a un personaje en los cinco primeros años de su matrimonio. Es una novela sobre el choque entre las expectativas y la realidad, y ese es su punto fuerte: refleja muy bien el vaivén de las ilusiones y las derrotas.