No acepto el ofrecimiento de lectura porque no entiendo bien lo que otros me leen. Son más inteligentes mis ojos que mis oídos.
Helena, MACHADO DE ASSIS
[Traducción de Basilio Losada]
No acepto el ofrecimiento de lectura porque no entiendo bien lo que otros me leen. Son más inteligentes mis ojos que mis oídos.
Helena, MACHADO DE ASSIS
[Traducción de Basilio Losada]
A veces, cuando no tengo nada que hacer, me gusta cerrar los ojos e imaginarme la fiesta del cuadragésimo tercer cumpleaños de Joseph Goebbles. Me gusta creer que incluso en aquel ajetreado otoño de 1940, Hitler podría haber encontrado algo de tiempo para organizarle una fiesta sorpresa a su íntimo amigo, haber fingido durante semanas que la fecha se le había olvidado, ignorando deliberadamente las cada vez más enfurruñadas y torpes indirectas del Ministro de Propaganda y haber esperado hasta enviar la última de sus órdenes a los comandantes de submarino, la noche del martes 29 de octubre, antes de llevarse a Goebbles al bar de la Cancillería del Reich con algún pretexto. Un sonoro «Alles Gute zum Geburtstag!», una cascada de serpentinas, una risa aliviada con quizá alguna lágrima del propio Goebbles mientras abraza al Führer... y la fiesta podría empezar.