Earl Ober era vendedor y estaba buscando empleo. Pero Doreen, su mujer, se había puesto a trabajar como camarera de turno de noche en un pequeño restaurante que abría las veinticuatro horas, situado en un extremo de la ciudad. Una noche, mientras tomaba unas copas, Earl decidió pasar por el restaurante a comer algo. Quería ver dónde trabajaba Doreen, y de paso ver si podía tomar algo a cuenta de la casa.
Traducción de Jesús Zulaika
Por culpa de un fenómeno que ya comenté hace tiempo aquí, tengo en casa un montón de libros de cuentos pendientes de leer. Así que, para ir dándoles salida, me he propuesto zamparme, como mínimo, un cuento al mes.
Comprometido quedo. Ustedes son testigos.
No son tu marido es el tercer relato de Carver que leo en toda mi vida. El segundo, Catedral, lo leí hace tres años y el primero, Bolsas, hace seis. Puedo decir que me leo un relato de Carver cada tres años. No es que sea algo intencionado, el azar tiene mucho que ver, pero sí que es cierto que, de momento, no he sentido la necesidad de aumentar la frecuencia.
Con Carver me pasa que empiezo uno de sus relatos y noto que me quiere llevar a algún sitio: "¡Ven! ¡Mira a este probre infeliz! ¡Vas a ver!" Pero llego a la última línea y me quedo con la sensación de que me he perdido algo, de que no he sabido entender por qué era tan importante mirar ahí, al pobre infeliz, o si debo sacar alguna lección de todo ello. Dicho de otra forma, con Carver tengo la impresión de estar delante de uno de esos profesores que te hacen una pregunta abierta y esperan que les respondas exactamente lo mismo que ellos están pensando en ese momento, como si fuera algo evidente.
Para mí, no es una sensación estimulante.
Con No son tu marido, además, tengo otro problema: el personaje de la mujer. Vale que tiene que tiene que actuar como actúa (o que no actuar como no actúa) para que el relato pueda llegar al chimpún final pero ¿no la convierte eso en un personaje demasiado pasivo y funcional, sin apenas interés? ¿Por qué en el título del relato el narrador se dirige a ella si luego, en realidad, no le interesa su punto de vista ni le da cancha como personaje? ¿Paternalismo?
En el lado bueno estaría el estilo seco y conciso de Carver, que tanta esperanza siembra en los talleres de escritura creativa.