Novela. El protagonista nos cuenta en primera persona su experiencia como integrante de un jurado popular, desde su designación hasta el último día del juicio. Al acusado se le juzga por el asesinato de un familiar muy cercano, menor de edad. Hay muchos indicios en su contra pero ninguna prueba concluyente. Él, por supuesto, se declara inocente de todos los cargos. Su versión de los hechos no es demasiado sólida pero resulta imposible saber con certeza si miente o no. Tampoco hay un móvil claro. Las principales hipótesis que se barajan son casi inconcebibles, dada la relación del acusado con la víctima. Asumir que es culpable supone renunciar a la comprensión.
No es un thriller (el protagonista no corre ningún peligro) ni una novela policíaca (ningún personaje va a resolver el caso). Se parece más al relato que podríamos hacer cualquiera de nosotros después de haber pasado por una experiencia parecida. Se acerca a la crónica pero sin pretensiones de objetividad. El protagonista da todo tipo de detalles sobre el desarrollo del juicio y las deliberaciones del jurado, sin ocultar sus impresiones sobre el resto de los miembros (no habrá reseña que no mencione Doce hombres sin piedad). Dos temas principales: la imposibilidad de conocer la verdad, la justicia.