Una buena parte de Salinger viene de Scott Fitzgerald; sus personajes se mueven en el mismo mundo de niños bien con problemas de adaptación a la falsedad circundante; sus narradores en primera persona se expresan con la misma mezcla de ingenio y sarcasmo; su sentido del humor aprecia sobre todo el detalle excéntrico y frívolo y las pequeñas locuras que tensan lo convencional (como un niño cuando dice exactamente lo que piensa delante de los adultos).
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