The story had held us, round the fire, sufficiently breathless, but except the obvious remark that it was gruesome, as, on Christmas Eve in an old house, a strange tale should essentially be, I remember no comment uttered till somebody happened to say that it was the only case he had met in which such a visitation had fallen on a child. The case, I may mention, was that of an apparition in just such an old house as had gathered us for the occasion—an appearance, of a dreadful kind, to a little boy sleeping in the room with his mother and waking her up in the terror of it; waking her not to dissipate his dread and soothe him to sleep again, but to encounter also, herself, before she had succeeded in doing so, the same sight that had shaken him.
The Turn of the Screw, HENRY JAMES
La historia nos había mantenido alrededor del fuego casi sin respirar, y salvo el gratuito comentario de que era espantosa, como debe serlo toda narración contada en vísperas de Navidad en un viejo caserón, no recuerdo que se pronunciara una palabra hasta que alguien tuvo la ocurrencia de decir que era el único caso que él conocía en que la visión la hubiera tenido un niño. El caso, debo mencionarlo, consistía en una aparición en una casa tan antigua como la que nos acogía en aquellos momentos, una aparición terrorífica a un niño que dormía en el mismo cuarto que su madre, a quien despertó aterrorizado; pero despertarla no disipó su terror ni lo alivió para recuperar el sueño, sino que, antes de haber conseguido tranquilizarlo, también ella se halló ante la misma visión que había atemorizado al niño.
Simplifica un poco la sintaxis del original a cambio de una narración más fluida e inmediata. A mí me gusta bastante, aunque, comparada con otras que veremos a continuación, suena menos literaria, con poco brillo, algo aséptica.
El relato nos había tenido suficientemente absortos en torno al fuego, pero, con la excepción del inevitable comentario de que era horripilante, como casi por definición debe de serlo un cuento extraño en una casa vieja, no recuerdo que se dijera nada más hasta que alguien señaló que era el único caso por éĺ conocido en el que un niño había sido víctima de una «visita» de aquellas características. Se trataba, permítaseme explicarlo, de una aparición en una casa antigua, similar a la que entonces nos acogía: una «visita» espantosa, a un niñito que dormía con su madre y que la despertó, al sentir el terror en toda su intensidad, no para que ahuyentara su miedo, lo tranquilizara y pudiera conciliar el sueño, sino para que, antes de lograrlo, también ella se enfrentara a la presencia que lo había horrorizado.
La historia nos había mantenido sin resuello, en torno al fuego, pero salvo la obvia observación de que era espantosa, como básicamente debe de serlo cualquier relato curioso contado en Nochebuena en una casa antigua, no recuerdo que se hiciera ningún otro comentario hasta que a alguien se le ocurrió señalar que era el único caso que había conocido en que un niño hubiese sido sometido a una prueba de esa índole. Se trataba, si se me permite mencionarlo, de una aparición en una casa antigua, como la que nos había reunido en esta ocasión... una aparición horrible a un muchachito que dormía en la habitación de su madre y que la despertó alterado; no la despertó para que disipara su temor y lo tranquilizara a fin de volver a conciliar el sueño, sino para que, antes de que lograra hacerlo, también ella se enfrentara a la misma presencia que lo había sobresaltado.
La historia nos había mantenido alrededor del fuego con el aliento en suspenso, pero con la excepción del comentario obvio de que era terrorífica, tal como deben ser los cuentos de Navidad en una casa antigua, no recuerdo que nadie dijera nada hasta que a alguien se le ocurrió señalar que era el único caso conocido de una aparición a un niño. El caso, puedo mencionarlo, se refería a una aparición en una casa de características similares a la que nos encontrábamos en aquella ocasión, una aparición espantosa a un niño que dormía en la habitación con su madre y a la que, aterrorizado, despertó no para que disipase su miedo y lo tranquilizase y así poder dormirse de nuevo, sino para que también ella se encontrara, antes de calmarlo, ante la misma visión que lo había asustado.
La historia nos había tenido en suspenso, alrededor del fuego, pero aparte de la obvia reflexión de que era siniestra, como esencialmente debe serlo toda extraña historia contada una noche de Navidad en una vieja casa, no recuerdo que sobre ella se hiciera ningún comentario hasta que a alguien aventuró que era el único ejemplo, a su parecer, de un niño que hubiera soportado semejante prueba. Se trataba, lo digo al pasar, de una aparición en una casa tan vieja como aquella en la cual estábamos reunidos, aparición, de horrible especie, a un niñito que dormía en el aposento de su madre; aterrorizado, aquél despertó a su madre, y ésta, antes de haber disipado la inquietud del niño para conseguir que durmiera nuevamente, se encontró de pronto, ella también, frente al espectáculo que lo había trastornado.
La historia nos había mantenido bastante interesados, junto al fuego, pero no recuerdo haber oído comentario alguno —exceptuada la observación obvia de que era truculenta, como había de ser, en esencia, cualquier relato extraño contado en Nochebuena en una casa antigua— hasta que por fin alguien dijo que era el único caso por él conocido de una aparición semejante a un niño. Se trataba, dicho sea de paso, de la visión —en una casa antigua como aquella en la que nos habíamos reunido— de un espectro horripilante ante un niño pequeño que dormía en el mismo cuarto que su madre y la despertó, aterrado, si bien solo consiguió que ella —en lugar de disipar su pavor y calmarlo hasta volver a dormirlo— se topara también, antes de haberlo conseguido, con el mismo fantasma que lo había espantado a él.