24 April 2019

La casa de los lamentos, de Helen Garner: sime

1. Uno de mis mayores sueños es que algún día me convoquen para ser jurado popular*.
(Hace poco lo dije en el trabajo —estábamos hablando de jueces y sentencias— y mis compañeras me miraron con cara rara. «Eso es porque te crees muy objetivo», dijo la que mejor me conoce. No le faltaba razón.)
Imagínense mi sonrisa ante un libro que se presenta como la Crónica de un juicio por asesinato.
*Si comparten mi sueño disfrutarán a rabiar con esto: el episodio piloto (y el único) de la que podría haber sido mi serie favorita por siempre jamás. 
2. Helen Garner asiste a un juicio (un juicio real) y lo cuenta. Sin tecnicismos legales. Sin pretensiones de objetividad. ¿La aburre un interrogatorio? Lo dice y enseguida pasa a otra cosa más interesante. ¿Las estrategias del abogado le parecen poco acertadas? Lo dice también. Su relato se detiene en las partes más decisivas y pasa por encima de la morralla. Presta mucha atención a las reacciones de toda la sala: el jurado, el juez, la asistente del fiscal, los periodistas, el acusado, sus familiares... Es una observadora perspicaz, empática y una narradora nata.

3.  El intríngulis del asunto está en decidir si el acusado dice la verdad (perdió el control del coche, se salió de la carretera y se hundió en una balsa de agua con sus hijos dentro) o si, por el contrario, miente (hundió el coche a propósito, ya fuese de manera impulsiva o premeditada, para matar a sus hijos). ¿Con cuánta seguridad nos podemos inclinar hacia un lado u otro?

4. No he podido evitar pensar en el principio de incertidumbre de Heisenberg (en la película de los hermanos Coen, más bien): vivimos la realidad con una sensación de solidez —hoy he ido a trabajar y había atasco— pero en cuanto intentamos analizar el surco que va dejando en nosotros —¿de qué color era el coche que tenía delante en el atasco?¿cuántas personas iban dentro? ¿qué salida de la M30 ha cogido?— las certezas desaparecen.

5. Se puede leer en programa doble con Ifigenia en Forest Hill: Anatomía de un asesinato, de Janet Malcolm, también la crónica de un juicio, pero más reflexiva, más crítica con el sistema, más centrada en todo lo que puede conducir a un error en el veredicto.

6. Mi única pega: ¿por qué el libro no incluye fotos de los personajes principales, si en su día aparecieron en todos los periódicos de Australia (y todavía se pueden encontrar en internet)? Serían un buen complemento a las descripciones (plásticas pero un tanto fantasiosas)  que hace la autora.

7. Sigo esperando esto. Por favor. Si hace falta participo en un crowdfunding.

02 April 2019

Estos son mis principios (VI)


Hay que amar a los peatones. 
Los peatones constituyen la mayor parte de la humanidad. Más que eso, su mejor parte. Los peatones crearon el mundo. Fueron ellos los que construyeron ciudades, erigieron edificios de muchas plantas, llevaron a cabo la canalización y la conducción de aguas, pavimentaron las calles y las iluminaron con farolas eléctricas. Fueron ellos los que extendieron la cultura por todo el mundo, inventaron la imprenta, crearon la pólvora, tendieron puentes sobre los ríos, descifraron los jeroglíficos egipcios, empezaron a usar la maquinilla de afeitar, acabaron con el tráfico de esclavos y establecieron que con las semillas de la soja se pueden preparar ciento catorce sabrosos y nutritivos platos. 
Y cuando todo estuvo preparado, cuando nuestro planeta hubo adquirido un aspecto relativamente cómodo, aparecieron los automovilistas.

El becerro de oro, ILIÁ ILF & EVGENI PETROV

[Traducción de Helena-Diana Moradell]