24 June 2017
Hombres del mundo, ¿qué tipo de mujer os gustaría ser?
Puede que lo entienda mejor cuando vea la película pero, de momento, no deja de sorprenderme que el éxito de Wonder Woman se esté interpretando como un logro del feminismo.
Pregunto: ¿la verdadera señal de que las cosas están cambiando no sería (por ejemplo) que hombres heterosexuales de todo el planeta recibiesen con júbilo desacomplejado una nueva adaptación de Jane Eyre (sin zombies)?
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Delirios y preguntas
21 June 2017
Canciones que deberían ser más conocidas (XXIII)
Igual es que ya deliro, pero la guitarra del principio me suena como desenfocada por el calor. En pleno agosto —o junio de 2017— pones un riff al sol en la carretera y los vapores del asfalto recalentado te lo dejan tal que así. La canción continúa y a mí no me abandona la sensación de que algo se está friendo en ella. Tiene como puntillas de huevo frito. Crujientes. Mi parte favorita es cada vez que interviene el coro. Mi segunda parte favorita es el requiebro de la melodía en el minuto 1:26 h. Aprovecho para dar las gracias desde aquí al podcast argentino de libros que me la descubrió, ninguno de cuyos autores me estará leyendo.
My Stove's on Fire - Robert Lester Folsom
05 June 2017
Fobias literarias
Llevaba las cejas depiladas en finas líneas arqueadas, lo que le proporcionaba una mirada de sorpresa permanente, o de agravio, o inquisitiva, como la de un niño asustado, pero sus párpados revelaban fatiga. No así sus ojos, de un azul hostil e implacable como un cielo de pleno verano en el que brilla el sol.
El cuento de la criada, MARGARET ATWOOD
[Traducción de Elsa Mateo Blanco]
[Traducción de Elsa Mateo Blanco]
Ya puestos, me habría gustado saber si el espesor de las pestañas le daba un aire melancólico, si en los lacrimales se apreciaba reserva, cólera o aturdimiento o si el blanco de la esclerótica evocaba paisajes de fría pureza, como nieve que no ha sido hollada por el hombre.
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Fobias literarias
22 May 2017
Metablog: Título
Lo conté en la primera entrada, allá por enero de 2010: este blog que tienen ustedes delante estuvo a punto de llamarse LAS COCINAS TIENEN OJOS (guiño-guiño). En los comentarios de la entrada, respondiendo a una pregunta de Amor (nombre real), expliqué incluso por qué había descartado ese título. Lo que no llegué a contar es de dónde viene el nombre definitivo: UN BRILLO ENSORDECEDOR.
Pues ya iba siendo hora.
Pues ya iba siendo hora.
Por aquel entonces estaba escribiendo un cuento de hadas para un regalo (sí, así de friki soy). Trataba sobre una princesa que de pronto empieza a aborrecer a su marido por culpa de un hechizo de su tía, una bruja envidiosa. La primera frase del cuento era precisamente una reflexión de la tía: "No hay nada en el mundo que despierte tantas ganas de formular hechizos como la visión de un matrimonio feliz".
Seguía con el narrador contando cómo a la malvada tía, cada vez que veía juntos a su sobrina y a su marido, le empezaban a hormiguear las yemas de los dedos y le refulgían los ojos con un brillo ensordecedor (el estilo era cursi un poco a propósito y otro poco por idiosincrasia propia).
Uno de los primeros efectos del hechizo consistía en que la princesa se daba cuenta de que su marido no tenía las cejas simétricas y este detalle le molestaba tanto que intentaba recortárselas aprovechando una siesta.
Seguía con el narrador contando cómo a la malvada tía, cada vez que veía juntos a su sobrina y a su marido, le empezaban a hormiguear las yemas de los dedos y le refulgían los ojos con un brillo ensordecedor (el estilo era cursi un poco a propósito y otro poco por idiosincrasia propia).
Uno de los primeros efectos del hechizo consistía en que la princesa se daba cuenta de que su marido no tenía las cejas simétricas y este detalle le molestaba tanto que intentaba recortárselas aprovechando una siesta.
Al final, la fecha del regalo se me echó encima y no terminé el cuento, pero como lo del brillo ensordecedor me gustaba bastante, decidí reutilizarlo para el título del blog. Antes lo busqué en Google por aquello del plagio, pero no encontré nada.
Y esta es la historia.
No da para biopic, no.
Y esta es la historia.
No da para biopic, no.
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Metablog
13 March 2017
Se avecina una coincidencia
Hoy a las 18:32 h., después de años sin escucharla (más de quince, calculo), me he sorprendido a mí mismo silbando esta melodía:
Si es cierto que la realidad rima, esta noche uno de mis vecinos aparecerá muerto y la ancianita despistada del segundo llamará a mi puerta para hacerme un par de preguntas.
Si es cierto que la realidad rima, esta noche uno de mis vecinos aparecerá muerto y la ancianita despistada del segundo llamará a mi puerta para hacerme un par de preguntas.
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Mundo raro
21 February 2017
Si ya existe, me gustaría verla
En la novela de James no queda demasiado claro si los fantasmas que ve la protagonista son reales o fruto de su imaginación. Por el contrario, en la película de Eloy de la Iglesia resulta obvio que los fantasmas que aparecen en pantalla están solo en la mente calenturienta y morbosa del protagonista.
Esto me hace pensar que en el cine mostrar al fantasma ya implica, de alguna manera, tomar partido a favor de su existencia. Si podemos ver al fantasma, entonces es que existe, aunque solo sea en la imaginación de uno de los personajes. En cambio, en una novela el que un personaje diga que ha visto un fantasma no implica que el fantasma exista, ni siquiera en la mente de ese personaje, porque siempre cabe la posibilidad de que esté mintiendo.
Y entonces surge la pregunta. ¿Se podría hacer una película de terror en la que el protagonista vea (o diga ver) fantasmas sin que el espectador llegue a verlos nunca? Por ejemplo: el protagonista ve (supuestamente) un fantasma, a los espectadores se nos muestra su reacción en un primer plano pero se nos hurta el consabido contraplano de aquello que está viendo. O también: tenemos el contraplano pero está tan oscuro que es imposible distinguir ninguna figura con claridad. O también: fuera de campo: la cámara deja fuera del plano el punto concreto en el que se supone que está el fantasma.
Queda descartado, por supuesto, que el fantasma mueva cosas, haga ruidos o enfríe el ambiente.
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Si ya existe me gustaría verla
05 February 2017
Decir (casi) lo mismo
A todos nos ha pasado. Coges un libro y te pones a leer, pero como tienes la cabeza en otras cosas, no te enteras de lo que estás leyendo. A continuación, dos maneras ligeramente distintas de contar esa experiencia:
Traté de leer unas páginas de El despertar, pero las palabras se entrecruzaban y carecían de sentido, así que lo dejé, salí al porche y me senté en el balancín a escuchar el sonido de la noche.
Callisto, TORSTEN KROL, 2009
[Traducción de Antonio Padilla]
Sin embargo, no lograba concentrarme en más de una frase a la vez, y finalmente acabé escuchando el ruido de los trenes que entraba por mi ventana.
¿De qué vas?, WILLIAM SUTCLIFFE, 1999
[Traducción de Andrés Ehrenhaus]
A lo mejor es cosa mía, pero yo aquí veo la diferencia entre un escritor convencional y otro con puntería.
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A mejor que B
06 January 2017
Simes y nomes del sexto bimestre
Sí o no, sin términos medios, porque cualquiera cambia el formato a estas alturas.
Los huerfanitos, de Santiago Lorenzo
Si busquetean por internet, verán que le han llovido comparaciones con Jardiel Poncela, por un lado, y con Wes Anderson, por otro. Lo de Jardiel no tiene mucho sentido:
El sueño del mono loco, de Christopher Frank
Se podría decir que es una novela negra en la que no pasa nada especialmente delictivo o punible. Un escritor recibe un encargo del productor de cine con el que trabaja habitualmente: escribir el primer largometraje de un director joven, talentoso y excéntrico. Lo negro viene por la intuición de que todos los personajes, salvo el protagonista, ocultan sus verdaderas motivaciones. Dicho de otra manera: es género negro porque lo importante es la trastienda. Además, aparece una mujer más o menos fatal (el elemento peor resuelto de la novela, por otra parte).
Hacia rutas salvajes, de Jon Krakauer
Antes de leer el libro, pensaba que Jon Krakauer era un tipo que se había tirado al monte y había escrito una crónica llena de reflexiones sobre la conveniencia de adoptar un modo de vida más rústico y próximo a la naturaleza, bla bla bla. Error. Hacia rutas salvajes no es un libro de crecimiento personal sino un reportaje sobre un universitario, Christopher MacCandless, que —él sí— se tiró al monte siguiendo la tradición norteamericana del Walden de Thoureau y que fue hallado muerto en un rincón medio perdido de Alaska. Lo fascinante del asunto (porque sí: algo tiene de fascinante) no es la personalidad ni la filosofía de MacCandless sino cómo Krakauer reconstruye sus últimos años de vida y nos da un retrato del personaje a partir de los testimonios de las personas que lo conocieron — familiares, amigos, conductores que lo recogieron cuando hacía autoestop, etc— y de las anotaciones, más bien sucintas, que dejó en su diario. En otras palabras: lo impactante es la investigación.
Paul en el norte, de Michel Rabagliati
Seguramente esta sea de las peores entregas de la serie de Paul (al menos de las que yo he leído), quizá porque Rabagliati no tiene demasiado respeto a su yo adolescente, no se lo toma en serio. Pero cuando uno es fan, cualquier cosilla suma. Ya solo los dibujos merecen el dinero invertido (mención especial a la escena del temporal en la nieve).
Lecciones de amor, de Fred Schepisi
—Tú que eres tan fan de Clive Owen, ¿has visto la peli que hizo con Juliette Binoche?
—No. Sé cuál es pero no la he visto.
—No está mal. No es la cursilada que puede parecer por el título español.
—De profesores y tal.
—Sí. Un profesor de literatura y una profesora de arte que se enfrentan por la típica frase de "una imagen vale más que mil palabras". Una excusa argumental para que los dos discutan, se enamoren, etc. Pero no es una pastelada, eh. Es más de réplicas ocurrentes.
—Ah.
—Tienen mucha química los dos. Da la impresión de que se divierten de verdad.
—...
—No la vas a ver, ¿no?
—No creo.
La llegada, de Denis Villeneuve
Ya les había dicho que esperaba esta película como agua de mayo (¿recuerdan?), por el material de partida (el cuento de Ted Chiang) y por el director. Pues bien, ya puedo decir que como adaptación cinematográfica me parece excelente. Como película a secas no sabría decirles, mi poder de abstracción no llega a tanto. Sepan, sin embargo, que mi amor no es ciego. Mucha gente me ha dicho: tiene tal y cual defecto (uno de los mayores: no se explica cómo consiguen los humanos aprender la escritura extraterrestre), y yo les he respondido: tienes toda la razón del mundo. Y después he añadido: pero me da igual, los aciertos compensan los defectos.
Animales nocturnos, de Tom Ford
La novela no me había gustado (¿recuerdan?) pero los mayores defectos que tenía la novela, principalmente los problemas con la división en dos planos narrativos, los han evitado en la adaptación al cine. 2016, el año que nos proporcionó otro raro ejemplo de "la pelicula es mejor que el libro" y el año en que ir al cine se convirtió en asistir a un ciclo de Amy Adams. Demos gracias.
No respires, de Fede Álvarez
Cuando el espectador (yo, en este caso) no puede reprimir un grito de advertencia a los personajes —¡Cuidado! ¡Date la vuelta!—, cuando el espectador (yo, de nuevo) pasa del estado de adulto circunspecto al de niño excitado con una obra de guiñol, cuando al espectador (hola) le entran ganas de aplaudir un coscorrón bien dado, cuando ocurre todo esto, entonces es que alguien ha hecho bien (¡muy bien!) su trabajo.
Las chicas de campo, de Edna O'Brien
No me gustan las novelas que son como una larga enumeración de detalles más o menos aleatorios. Novelas donde el protagonista (normalmente una niña-chica-mujer) se deja llevar sin rumbo. Ejemplo inventado: fui al cine a ver una película de Cary Grant, luego me comí un helado de pistacho y me manché el jersey de angorina, cuando llegué a casa la tía me dijo que mamá se había muerto, papá se encerró en el baño a llorar, en el entierro un gorrión se posó en el ataúd, las medias de poliéster me picaban, nos fuimos a Cambridge en el coche rojo del abuelo a vivir, empecé a trabajar en una joyería al mando de una bruja con mal aliento, un viudo muy educado con bigote y sombrero me rozó la mano al pagar, lo hizo a propósito, nos casamos entre ramos de azucenas, etc, etc. Pues así veo yo Las chicas de campo. Muy bien escrita, con gusto por los detalles, pero muy banal. Si me preguntasen de qué va, no sabría qué decir. Estoy seguro de que el problema es mío.
Desenfreno, de Joe Dunthorne
Terminé Desenfreno por no hacerle un feo a Dunthorne después de lo bien que se había portado en Submarino (¿recuerdan?), pero me costó un esfuerzo enorme. Nada en la novela (y cuando digo "nada" quiero decir nada) me interesó lo más mínimo, ni un solo personaje, ni una sola escena. Mientras la leía no dejaba de preguntarme qué había pasado con la chispa y con el ingenio de Submarino. Una pena.
La casa y el cerebro, de Edward Bulwer-Lytton
Un tipo con una curiosidad de hierro pasa una noche en una casa encantada para experimentar por sí mismo los fenómenos extraños por los que es famosa. Desde el minuto uno empiezan a pasar cosas raras, completamente inexplicables de una manera positivista —muebles que se mueven, pisadas que aparecen de la nada ante los propios ojos del protagonista, ráfagas gélidas—, así que el lector en ningún momento tiene la más mínima duda de que la casa está encantada. Por ahí ya empezamos regular: con lo fantástico me gusta ir poco a poco: primero la puntita y luego ya, si eso, el resto. Pero lo peor viene al final.
Si no quieren que les destripe la novela, no sigan leyendo, pasen al próximo nome. El tipo se queda en la casa toda la noche empecinado en buscar una explicación y, claro, al día siguiente (o así) la encuentra. Pero es una de esas explicaciones que sistematizan lo fantástico y que, por tanto, lo arruinan. Una explicación del tipo (me lo invento): ah, que el fantasma era una energía atrapada en el reloj que se quedó parado en el momento mismo en que se produjo en la casa un crimen supermaligno perpetrado por un hombre que andaba en tratos con las fuerzas oscuras, así que rompes el reloj y ya está. Pues qué bien, ya podemos tomarnos un té con pastas.
Mud, de Jeff Nichols
¿Y esta película apareció en las listas de lo mejor del año (2012)? ¿Este rollazo infernal? ¿Por qué? ¿Porque el director estaba de moda, después del éxito de Take Shelter? ¿Porque Matthew McConaughey estaba en pleno resurgimiento vía Killer Joe? ¿Porque la gente la vio sin tener que pagar? ¿Porque el sur de los EEUU sí que mola? No lo entiendo. Aunque he de reconocer que una gran parte de mi aversión se debe a que no soporto la forma de hablar de McConaughey. Esas eses de serpiente. Puaj.
La mecánica del corazón, de Stéphane Berla y Mathias Malzieu
Grima. Grima la idea de un tipo que lleva un reloj de cuerda por corazón pero no por dentro del cuerpo, como un marcapasos, sino por fuera, como un reloj de cuco colgado en el pecho. Grima el diseño de personajes, el dibujo, el color. Grima la recreación de España. Grima las canciones. Grima la historia de amor. Grima la cursilería. Grima.
Un monstruo viene a verme, de J. A. Bayona
Iba a ver una peli de llorar y no lloré. En eso se puede resumir mi opinión. Luego ya podría entrar a discutir si la moraleja final me parece suficiente para sostener la película (más bien no), si los actores están bien (el niño sí, la madre y la abuela pse, y el padre fatal), si los efectos especiales molan (mucho) o si podemos perdonar a Bayona el parecido entre la escena madre-hijo en el hospital y la insuperable escena de la despedida madre-hijos en La fuerza del cariño (yo opto por no perdonárselo).
- Lo que sí:
Si busquetean por internet, verán que le han llovido comparaciones con Jardiel Poncela, por un lado, y con Wes Anderson, por otro. Lo de Jardiel no tiene mucho sentido:
Jardiel.— Cosmopolitismo, paradoja, absurdo, aforismo, misantropía.Lo único que tienen en común es que a los dos se les puede colgar la etiqueta de literatura de humor. Más allá de eso sería como hermanar a Les Luthiers con La Cubana únicamente porque los dos son grupos de teatro que hacen reír. Lo de Wes Anderson, en cambio, sí que lo compro, por esa forma de narrar estilizada, enfática y autoconsciente que los dos comparten. Pero las comparaciones más apropiadas serían otras: Cervantes (riámonos del que sale peor parado), Galdós (garbancismo a tutiplén), García Pavón (no escribo "la comida", escribo "las viandas"). Acabo: me ha gustado mucho, aunque más por el cómo que por el qué.
Lorenzo.— Costumbrismo, chanza, vejación, casticismo, redención.
Se podría decir que es una novela negra en la que no pasa nada especialmente delictivo o punible. Un escritor recibe un encargo del productor de cine con el que trabaja habitualmente: escribir el primer largometraje de un director joven, talentoso y excéntrico. Lo negro viene por la intuición de que todos los personajes, salvo el protagonista, ocultan sus verdaderas motivaciones. Dicho de otra manera: es género negro porque lo importante es la trastienda. Además, aparece una mujer más o menos fatal (el elemento peor resuelto de la novela, por otra parte).
Antes de leer el libro, pensaba que Jon Krakauer era un tipo que se había tirado al monte y había escrito una crónica llena de reflexiones sobre la conveniencia de adoptar un modo de vida más rústico y próximo a la naturaleza, bla bla bla. Error. Hacia rutas salvajes no es un libro de crecimiento personal sino un reportaje sobre un universitario, Christopher MacCandless, que —él sí— se tiró al monte siguiendo la tradición norteamericana del Walden de Thoureau y que fue hallado muerto en un rincón medio perdido de Alaska. Lo fascinante del asunto (porque sí: algo tiene de fascinante) no es la personalidad ni la filosofía de MacCandless sino cómo Krakauer reconstruye sus últimos años de vida y nos da un retrato del personaje a partir de los testimonios de las personas que lo conocieron — familiares, amigos, conductores que lo recogieron cuando hacía autoestop, etc— y de las anotaciones, más bien sucintas, que dejó en su diario. En otras palabras: lo impactante es la investigación.
Paul en el norte, de Michel Rabagliati
Seguramente esta sea de las peores entregas de la serie de Paul (al menos de las que yo he leído), quizá porque Rabagliati no tiene demasiado respeto a su yo adolescente, no se lo toma en serio. Pero cuando uno es fan, cualquier cosilla suma. Ya solo los dibujos merecen el dinero invertido (mención especial a la escena del temporal en la nieve).
—Tú que eres tan fan de Clive Owen, ¿has visto la peli que hizo con Juliette Binoche?
—No. Sé cuál es pero no la he visto.
—No está mal. No es la cursilada que puede parecer por el título español.
—De profesores y tal.
—Sí. Un profesor de literatura y una profesora de arte que se enfrentan por la típica frase de "una imagen vale más que mil palabras". Una excusa argumental para que los dos discutan, se enamoren, etc. Pero no es una pastelada, eh. Es más de réplicas ocurrentes.
—Ah.
—Tienen mucha química los dos. Da la impresión de que se divierten de verdad.
—...
—No la vas a ver, ¿no?
—No creo.
Ya les había dicho que esperaba esta película como agua de mayo (¿recuerdan?), por el material de partida (el cuento de Ted Chiang) y por el director. Pues bien, ya puedo decir que como adaptación cinematográfica me parece excelente. Como película a secas no sabría decirles, mi poder de abstracción no llega a tanto. Sepan, sin embargo, que mi amor no es ciego. Mucha gente me ha dicho: tiene tal y cual defecto (uno de los mayores: no se explica cómo consiguen los humanos aprender la escritura extraterrestre), y yo les he respondido: tienes toda la razón del mundo. Y después he añadido: pero me da igual, los aciertos compensan los defectos.
La novela no me había gustado (¿recuerdan?) pero los mayores defectos que tenía la novela, principalmente los problemas con la división en dos planos narrativos, los han evitado en la adaptación al cine. 2016, el año que nos proporcionó otro raro ejemplo de "la pelicula es mejor que el libro" y el año en que ir al cine se convirtió en asistir a un ciclo de Amy Adams. Demos gracias.
Cuando el espectador (yo, en este caso) no puede reprimir un grito de advertencia a los personajes —¡Cuidado! ¡Date la vuelta!—, cuando el espectador (yo, de nuevo) pasa del estado de adulto circunspecto al de niño excitado con una obra de guiñol, cuando al espectador (hola) le entran ganas de aplaudir un coscorrón bien dado, cuando ocurre todo esto, entonces es que alguien ha hecho bien (¡muy bien!) su trabajo.
- Lo que no:
No me gustan las novelas que son como una larga enumeración de detalles más o menos aleatorios. Novelas donde el protagonista (normalmente una niña-chica-mujer) se deja llevar sin rumbo. Ejemplo inventado: fui al cine a ver una película de Cary Grant, luego me comí un helado de pistacho y me manché el jersey de angorina, cuando llegué a casa la tía me dijo que mamá se había muerto, papá se encerró en el baño a llorar, en el entierro un gorrión se posó en el ataúd, las medias de poliéster me picaban, nos fuimos a Cambridge en el coche rojo del abuelo a vivir, empecé a trabajar en una joyería al mando de una bruja con mal aliento, un viudo muy educado con bigote y sombrero me rozó la mano al pagar, lo hizo a propósito, nos casamos entre ramos de azucenas, etc, etc. Pues así veo yo Las chicas de campo. Muy bien escrita, con gusto por los detalles, pero muy banal. Si me preguntasen de qué va, no sabría qué decir. Estoy seguro de que el problema es mío.
Terminé Desenfreno por no hacerle un feo a Dunthorne después de lo bien que se había portado en Submarino (¿recuerdan?), pero me costó un esfuerzo enorme. Nada en la novela (y cuando digo "nada" quiero decir nada) me interesó lo más mínimo, ni un solo personaje, ni una sola escena. Mientras la leía no dejaba de preguntarme qué había pasado con la chispa y con el ingenio de Submarino. Una pena.
Un tipo con una curiosidad de hierro pasa una noche en una casa encantada para experimentar por sí mismo los fenómenos extraños por los que es famosa. Desde el minuto uno empiezan a pasar cosas raras, completamente inexplicables de una manera positivista —muebles que se mueven, pisadas que aparecen de la nada ante los propios ojos del protagonista, ráfagas gélidas—, así que el lector en ningún momento tiene la más mínima duda de que la casa está encantada. Por ahí ya empezamos regular: con lo fantástico me gusta ir poco a poco: primero la puntita y luego ya, si eso, el resto. Pero lo peor viene al final.
Si no quieren que les destripe la novela, no sigan leyendo, pasen al próximo nome. El tipo se queda en la casa toda la noche empecinado en buscar una explicación y, claro, al día siguiente (o así) la encuentra. Pero es una de esas explicaciones que sistematizan lo fantástico y que, por tanto, lo arruinan. Una explicación del tipo (me lo invento): ah, que el fantasma era una energía atrapada en el reloj que se quedó parado en el momento mismo en que se produjo en la casa un crimen supermaligno perpetrado por un hombre que andaba en tratos con las fuerzas oscuras, así que rompes el reloj y ya está. Pues qué bien, ya podemos tomarnos un té con pastas.
¿Y esta película apareció en las listas de lo mejor del año (2012)? ¿Este rollazo infernal? ¿Por qué? ¿Porque el director estaba de moda, después del éxito de Take Shelter? ¿Porque Matthew McConaughey estaba en pleno resurgimiento vía Killer Joe? ¿Porque la gente la vio sin tener que pagar? ¿Porque el sur de los EEUU sí que mola? No lo entiendo. Aunque he de reconocer que una gran parte de mi aversión se debe a que no soporto la forma de hablar de McConaughey. Esas eses de serpiente. Puaj.
Grima. Grima la idea de un tipo que lleva un reloj de cuerda por corazón pero no por dentro del cuerpo, como un marcapasos, sino por fuera, como un reloj de cuco colgado en el pecho. Grima el diseño de personajes, el dibujo, el color. Grima la recreación de España. Grima las canciones. Grima la historia de amor. Grima la cursilería. Grima.
Iba a ver una peli de llorar y no lloré. En eso se puede resumir mi opinión. Luego ya podría entrar a discutir si la moraleja final me parece suficiente para sostener la película (más bien no), si los actores están bien (el niño sí, la madre y la abuela pse, y el padre fatal), si los efectos especiales molan (mucho) o si podemos perdonar a Bayona el parecido entre la escena madre-hijo en el hospital y la insuperable escena de la despedida madre-hijos en La fuerza del cariño (yo opto por no perdonárselo).
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Simes y nomes
01 January 2017
Cheap Thrills. Canciones de 2016
Baile, melodía y emoción. A estas alturas no pido más. Algo que tararear de camino al curro. O, en los mejores días, durante el curro. En definitiva, emociones baratas.
Como ya saben, esta lista es un cortapega de otras listas más sabias. La novedad es que este año citaré las fuentes principales: Vagando por urano, Jenesaispop, Rockdelux. Las únicas canciones que no he visto en otras listas son la de SIA y la de DNCE. Igual es que son del 2015 y yo no me he enterado. Pero no seamos puristas. Bailemos.
Starboy - THE WEEKEND + DAFT PUNK
Porque si fuese de chocolate me fundiría.
Cheap Thrills - SIA
Porque es una constante inspiración para bailes sinuosos.
Thin Air - TEENAGE FANCLUB
Porque va directa a los grandes éxitos de TFC.
To The Rescue - THE DIVINE COMEDY
Por la escalada (extrema) de las cuerdas.
Sinnerman - BELAKO
Por el piano disco.
Flauta Man - ENRIC MONTEFUSCO
Porque yo también fui a EGB.
Ópalo Negro - PAPA TOPO
Porque ese 1-2-3 me desarma.
Flauta Man - ENRIC MONTEFUSCO
Porque yo también fui a EGB.
Ópalo Negro - PAPA TOPO
Porque ese 1-2-3 me desarma.
When I Lost You - THE YEARNING
Porque podría ser de los 60. Y por esos arreglos de viento mataneuronas.
Podría ser peor - LA CASA AZUL
Por el subidón melancólico.
Cake By The Ocean - DNCE
Porque lleva pegado el verano.
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Canciones del año
06 December 2016
Fobias literarias
En la arenosa orilla, bajo los árboles, yacen espesas las hojas, y tan quebradizas que las lagartijas hacen un ruido semejante al de un gran chisporroteo si corren entre ellas. Los conejos salen del matorral para sentarse en la arena al atardecer, y los terrenos bajos, siempre húmedos, están cubiertos por las huellas nocturnas de los coatíes, y por los manchones donde se han revolcado los perros de los ranchos, y por las marcas en forma de cuña partida dejadas por los ciervos que llegan para abrevar en la oscuridad.
De ratones y hombres, JOHN STEINBECK
[Traducción de Román A. Jiménez]
[Traducción de Román A. Jiménez]
Lagartijas, conejos, coatíes, perros, ciervos...
Cuando en un mismo párrafo el narrador empieza a convocar animalitos con una intención —digamos— decorativa, no puedo evitar acordarme de Disney. Y se apodera de mí el temor de que el protagonista rompa a cantar en cualquier momento.
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Fobias literarias
27 November 2016
Canciones que deberían ser más conocidas (XXII)
No, no son Coldplay cantando en sueco. Pero esta canción, ¡qué digo canción!, este HIMNO también pide un estadio lleno de gente desgañitándose en el estribillo (dicho y hecho: aquí pueden ver a un puñado de suecos viniéndose arriba en el clímax [minuto 2:35]; bueno, viniéndose arriba discretamente, muy discretamente). Ahora que se acercan las navidades, aprendamos a convertir un riff campanillero machacón en algo emocionante.
Hallelujah - [Ingenting]
14 November 2016
Si ya está escrito, me gustaría leerlo
Novela. El protagonista nos cuenta en primera persona su experiencia como integrante de un jurado popular, desde su designación hasta el último día del juicio. Al acusado se le juzga por el asesinato de un familiar muy cercano, menor de edad. Hay muchos indicios en su contra pero ninguna prueba concluyente. Él, por supuesto, se declara inocente de todos los cargos. Su versión de los hechos no es demasiado sólida pero resulta imposible saber con certeza si miente o no. Tampoco hay un móvil claro. Las principales hipótesis que se barajan son casi inconcebibles, dada la relación del acusado con la víctima. Asumir que es culpable supone renunciar a la comprensión.
No es un thriller (el protagonista no corre ningún peligro) ni una novela policíaca (ningún personaje va a resolver el caso). Se parece más al relato que podríamos hacer cualquiera de nosotros después de haber pasado por una experiencia parecida. Se acerca a la crónica pero sin pretensiones de objetividad. El protagonista da todo tipo de detalles sobre el desarrollo del juicio y las deliberaciones del jurado, sin ocultar sus impresiones sobre el resto de los miembros (no habrá reseña que no mencione Doce hombres sin piedad). Dos temas principales: la imposibilidad de conocer la verdad, la justicia.
No es un thriller (el protagonista no corre ningún peligro) ni una novela policíaca (ningún personaje va a resolver el caso). Se parece más al relato que podríamos hacer cualquiera de nosotros después de haber pasado por una experiencia parecida. Se acerca a la crónica pero sin pretensiones de objetividad. El protagonista da todo tipo de detalles sobre el desarrollo del juicio y las deliberaciones del jurado, sin ocultar sus impresiones sobre el resto de los miembros (no habrá reseña que no mencione Doce hombres sin piedad). Dos temas principales: la imposibilidad de conocer la verdad, la justicia.
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Si ya está escrito me gustaría leerlo
02 November 2016
Simes y nomes del quinto bimestre
Sí o no, sin términos medios, porque tampoco es tan difícil, caray.
Las lecciones peligrosas, de Alissa Nutting
Resulta que no todas las historias están contadas. Esta de una profesora de veintiséis años que se dedica a seducir a chavales de catorce no la habíamos leído nunca. No creo que, a estas alturas, escandalice a nadie —la mayoría de los adolescentes de catorce estarían encantados de que una profesora buenorra se les insinuase— pero sí que hay algo perturbador en la protagonista. No tanto en sus hábitos sexuales, como en su capacidad de fingimiento y en su obsesión con la juventud. En varias ocasiones durante la lectura me acordé de La mano que mece la cuna. Uno llega a disfrutar viendo cómo se las apaña la protagonista para salirse con la suya. Es el morbo (criminal más que sexual) el que tira de la lectura. Hay quien la compara con Lolita (a la inversa), pero no tiene nada que ver la una con la otra. Las lecciones peligrosas es una novela de género. De género negro. Y bastante aceptable, además.
Belle de Jour, de Joseph Kessel
Vi la película de Buñuel hace un porrón de años y reconozco que no la entendí del todo. Para ser más preciso: a quien no entendí del todo fue a la protagonista. ¿Disfrutaba o no disfrutaba? La interpretación de Catherine Deneuve tampoco es que ayudase demasiado; cuando un francés pone cara de lechuga no le pidas que te la explique (dicho esto con su puntita de piropo, que conste). La novela, en cambio, es bastante clara. Lo que le pasa a Severine, la protagonista, es que un buen día descubre que prefiere el sexo cuando va asociado a su poquito de suciedad, imposición y urgencia, y aunque adora a su marido, con él no puede tener eso. En definitiva, la clásica escisión entre follar y amar. Hoy por hoy, en la era de la hipersexualización, el enfoque del libro puede sonar un poco anticuado pero que tire el primer gel frío-calor quien no se haya asomado nunca a la fatídica grieta.
Sin novedad en el Orient Express, de Magnus Mills
Al llegar al final, uno se da cuenta de que lo que ha leído no deja de ser un chiste alargado. ¿Gracioso? Bueno, el golpe final no es lo mejor. Lo mejor es cómo se va complicando poco a poco la situación del protagonista hasta casi rozar el absurdo sin que nadie —ni siquiera el propio protagonista— se extrañe demasiado (nadie en el relato, quiero decir; el lector sí). Quizá eso (que el protagonista se deje enredar en la madeja sin apenas rechistar) sea lo que más diferencie la novela de los referentes con los que podríamos compararla: Kafka, Jo, qué noche. Y quizá también ahí sea donde se encuentre el mensaje de la historia: la facilidad con la que nos dejamos uncir al yugo laboral
Sound of My Voice, de Zal Batmanglij
Siento debilidad por las historias en las que no se sabe si uno de los personajes está mintiendo o no y esa duda bifurca la interpretación de los hechos. Un ejemplo muy conocido sería Instinto básico (¿Catherine Tramell es una asesina?). Mi gozo se intensifica cuando hay elementos sobrenaturales en juego, como ocurre en otra película, no tan famosa, que me fascina: Agnes de Dios (¿realmente ha recibido la monja la visita de Dios?). Y después de esta introducción voy y les cuento que Sound of My Voice trata sobre una pareja que se infiltra en una secta para hacer un reportaje de investigación y se encuentra con que no les resulta tan fácil decidir si la líder de la secta miente o dice la verdad sobre su extraordinaria procedencia. Y entonces, inmediatamente, ustedes entienden por qué la película se lleva un sime.
Experimenter, de Michael Almereyda
Todos los biopics son falsos, fallan en su intento de ofrecer un retrato del personaje en cuestión. Lo único que puede salvarlos (al menos parcialmente) es que consigan explicar en qué consistió el logro que hizo famosos a esos personajes. Desde esta perspectiva, Experimenter acierta de lleno al prescindir totalmente de la parte del retrato (las motivaciones internas de Milgram o la relación que tuviese con su mujer importan un pito) y centrarse en lo que realmente importa: el experimento. La película lo presenta, además, de una forma bastante crítica, sin ocultar las limitaciones de los planteamientos de Milgram. En resumen, interesante para aquellos a quienes les guste la divulgación. La divulgación y Winona Ryder.
Elle, de Paul Verhoeven
Hay una escena en la película que a Isabelle Huppert debió de costarle mucho rodar. Me la imagino la noche anterior en su cama, enferma de dudas: "¿Seré capaz de hacerlo? ¿Podré soportarlo?" Se trata de una escena en la que su personaje sonríe enseñando los dientes. Y sí, por difícil de creer que sea, Isabelle sonríe enseñando los dientes. De hecho, Isabelle Huppert consigue la interpretación más entrañable y más simpática de su carrera, sin abandonar —claro que no— ese estereotipo de estirada retorcida perversa te miro y quieres desaparecer que ella frecuenta. Verhoeven (director), Birke (guionista), hay que tener el alma muy negra para conseguir que nuestras simpatías estén con Huppert. Vaya una películita ambigua, escabrosa y regocijante nos habéis regalado. Sale uno del cine con ganas de darse una ducha.
La reconquista, de Jonás Trueba
Mientras veía La reconquista no podía dejar de pensar en lo acostumbrados que estamos a que las películas estén llenas de elipsis y a que las escenas tengan una duración funcional para evitar aburrir al espectador, como en una especie horror vacui narrativo. Y si no podía dejar de pensarlo es porque Jonás Trueba no corta donde cortarían la mayoría de los directores/guionistas. Los dos protas van a un bar, al concierto de un cantautor, y asistimos —asistir es la palabra— a la interpretación de tres canciones enteras (!!!) del reperterio. Por la mañana temprano el chico vuelve a su casa en moto y la cámara lo sigue por las calles de Madrid desde que arranca hasta que llega a su destino, con muy pocos cortes por el medio. Y en ningún momento resulta aburrido. Al contrario, no hay manera de apartar la mirada. ¿Que la película es un poco cursi? Sí. ¿Que la segunda parte decae un poco (diálogos que rechinan en boca de los actores)? También. ¿Que la nouvelle vague ya lo había hecho antes y mejor? Puede ser. ¿Pero saben qué les digo? Pequeñeces.
Después de nosotros, de Joachim Lafosse
Empecemos con un tópico: el título original es mucho más esclarecedor: L'economie du couple. Cuando el amor se acaba solo queda la economía. Me debes. Te debo. Me pagas. Te pago. La película me dejó un poco frío, la verdad. Todas las escenas (menos una) transcurren en la casa de los protagonistas y me pasé todo el tiempo haciendo un plano mental de la distribución de las habitaciones. Pero sí que hay una escena que me gustó mucho e incluso me emocionó —por lo que ocurre, por cómo está rodado y por la interpretación de Bérénice Bejo— y que justifica (me pillan tontorrón) subir la película al grupete de lo que sí. Quien haya visto la peli sabrá a qué escena me refiero.
Asfixia, de Chuck Palahniuk
Mi primer Palahniuk. Probablemente el último. Al principio me gustó, no crean. El capítulo del tío con el mono y los cacahuetes me pareció francamente bueno. Pero el esquema se repite demasiado: Palahniuk presenta una única escena por capítulo y durante el desarrollo de esa escena va repitiendo machaconamente un mismo motivo. Da la impresión de que para Palahniuk la unidad narrativa es el capítulo. Cada uno de ellos tiene la coherencia de una redacción escolar con un tema dado. Pero más allá de los límites del capítulo, Palahniuk se pierde, no es capaz de montar un conjunto compacto, se deja por el camino cosas que parecía que iban a tener más peso (el grupo de terapia para adictos al sexo) e insiste en otras menos interesantes (la relación con la psiquiatra). El hilo narrativo —que podríamos resumir en ¿qué hago con la loca de mi madre?— es muy débil, no basta para ligar la mayonesa. La novela se queda en una colección de estampas escabrosas demasiado parecidas entre sí.
Al final lo que hace que avancemos en la lectura no es el estilo del autor ni el interés por la historia sino las curiosidades sórdidas que siembran el texto y lo convierten, por momentos, en una versión oscura de esas secciones de QUO o de MUY INTERESANTE del tipo ¿Sabías que...? Me imagino a Palahniuk leyendo un artículo científico sobre penes del mundo animal y pensando: esto lo tengo que incluir en mi próxima novela como sea. Me esperaba algo más gracioso y subversivo, la verdad.
El libro de la señorita Buncle, de D. E. Stevenson
No es que tenga nada malo muy malo que decir de esta novela. Es entretenida (moderadamente) y se lee con facilidad. Mi problema es que la novela —como se pueden imaginar ustedes por el título— trata del libro que ha escrito la señorita Buncle, un libro maravilloso, agudo, divertidísimo, según afirma constantemente la mayoría de los personajes que lo leen (los personajes positivos, al menos), y entonces yo me pregunto: ¿por qué Stevenson no nos da a leer ese libro de la señorita Buncle, tan perspicaz y sutil, en vez de esta novela que trata sobre el libro que ha escrito la señorita Buncle, que no es especialmente divertida, ni maravillosa, ni aguda?
La mujer de la habitación oscura, de Minetarô Mochizuki
De Mochizuki conocía Dragon Head —una serie con un comienzo brutal que siempre me viene a la cabeza cuando voy en tren por un túnel— y sabía que se trata de un autor con talento para la creación de atmósferas inquietantes. Había leído, además, que hay gente que considera La mujer de la habitación oscura uno de los cómics más terroríficos jamás escritos/dibujados. Así que, con estos antecedentes, se pueden figurar ustedes la ilusión con que comencé la lectura. ¿Se han imaginado mi carita risueña? Pues ahora péguenme una bofetada.
Reconozco que el cómic tiene alguna viñeta efectiva, pero en conjunto le veo bastantes más fallos que aciertos. Es demasiado reiterativo, las escenas de acción son muy confusas, el autor hace que los personajes piensen o digan ciertas cosas con el único propósito de que el lector entienda algo que debería haber entendido solo con mirar los dibujos, y lo que más me molesta —algo muy común en el género fantástico y de terror— los personajes se empeñan en no aceptar una explicación sobrenatural de los hechos cuando TODO apunta hacia esa posibilidad.
Mi loco Erasmus, de Carlo Padial
Menudo tostón. La culpa es mía, por insistir con el posthumor (y sus aledaños) cuando sé de sobra que no me hace puta gracia. Lo único bueno que puedo decir de este pseudodocumental es que la abuela del protagonista es una señora realmente entrañable. Las dos o tres escenas en las que ella aparece son las únicas que tienen algo de interés. Padial, ahí es donde tenías la mina, y no en el plasta del nieto.
De Palma, de Noah Baumbach y Jake Paltrow
Brian de Palma repasa su carrera, película por película, comentando sin demasiado entusiasmo algunas de las decisiones tomadas. No parece que tenga gran cosa que decir. No es un saco de anécdotas (a diferencia de Wilder). No da lecciones (a diferencia de Hitchcock). No tiene alma de conferenciante (a diferencia de Bogdanovich). No transmite pasión (a diferencia de Scorsese). Ni siquiera se le ve interés en reivindicar sus logros artísticos (a diferencia de Capra). Da lo mismo. Aunque el documental no tenga mucho interés, para mí siempre será uno de mis directores favoritos.
Magia a la luz de la luna, de Woody Allen
La moraleja de la película —porque sí, estamos ante una fábula con moraleja— se sostiene sobre uno de los tópicos que más detesto, por simplista y engañoso: no elegimos de quién nos enamoramos. Esto lo usa Woody Allen para decirnos que incluso la persona más escéptica y pragmática del mundo (por ejemplo, un mago/ilusionista que no cree en el más allá) deberá admitir que existe algo en el universo que escapa a la razón, algo que depende más de la fe que de la evidencia, algo verdaderamente mágico: el Amor... [Amor, Amor]
- Lo que sí:
Resulta que no todas las historias están contadas. Esta de una profesora de veintiséis años que se dedica a seducir a chavales de catorce no la habíamos leído nunca. No creo que, a estas alturas, escandalice a nadie —la mayoría de los adolescentes de catorce estarían encantados de que una profesora buenorra se les insinuase— pero sí que hay algo perturbador en la protagonista. No tanto en sus hábitos sexuales, como en su capacidad de fingimiento y en su obsesión con la juventud. En varias ocasiones durante la lectura me acordé de La mano que mece la cuna. Uno llega a disfrutar viendo cómo se las apaña la protagonista para salirse con la suya. Es el morbo (criminal más que sexual) el que tira de la lectura. Hay quien la compara con Lolita (a la inversa), pero no tiene nada que ver la una con la otra. Las lecciones peligrosas es una novela de género. De género negro. Y bastante aceptable, además.
Vi la película de Buñuel hace un porrón de años y reconozco que no la entendí del todo. Para ser más preciso: a quien no entendí del todo fue a la protagonista. ¿Disfrutaba o no disfrutaba? La interpretación de Catherine Deneuve tampoco es que ayudase demasiado; cuando un francés pone cara de lechuga no le pidas que te la explique (dicho esto con su puntita de piropo, que conste). La novela, en cambio, es bastante clara. Lo que le pasa a Severine, la protagonista, es que un buen día descubre que prefiere el sexo cuando va asociado a su poquito de suciedad, imposición y urgencia, y aunque adora a su marido, con él no puede tener eso. En definitiva, la clásica escisión entre follar y amar. Hoy por hoy, en la era de la hipersexualización, el enfoque del libro puede sonar un poco anticuado pero que tire el primer gel frío-calor quien no se haya asomado nunca a la fatídica grieta.
Sin novedad en el Orient Express, de Magnus Mills
Al llegar al final, uno se da cuenta de que lo que ha leído no deja de ser un chiste alargado. ¿Gracioso? Bueno, el golpe final no es lo mejor. Lo mejor es cómo se va complicando poco a poco la situación del protagonista hasta casi rozar el absurdo sin que nadie —ni siquiera el propio protagonista— se extrañe demasiado (nadie en el relato, quiero decir; el lector sí). Quizá eso (que el protagonista se deje enredar en la madeja sin apenas rechistar) sea lo que más diferencie la novela de los referentes con los que podríamos compararla: Kafka, Jo, qué noche. Y quizá también ahí sea donde se encuentre el mensaje de la historia: la facilidad con la que nos dejamos uncir al yugo laboral
Siento debilidad por las historias en las que no se sabe si uno de los personajes está mintiendo o no y esa duda bifurca la interpretación de los hechos. Un ejemplo muy conocido sería Instinto básico (¿Catherine Tramell es una asesina?). Mi gozo se intensifica cuando hay elementos sobrenaturales en juego, como ocurre en otra película, no tan famosa, que me fascina: Agnes de Dios (¿realmente ha recibido la monja la visita de Dios?). Y después de esta introducción voy y les cuento que Sound of My Voice trata sobre una pareja que se infiltra en una secta para hacer un reportaje de investigación y se encuentra con que no les resulta tan fácil decidir si la líder de la secta miente o dice la verdad sobre su extraordinaria procedencia. Y entonces, inmediatamente, ustedes entienden por qué la película se lleva un sime.
Todos los biopics son falsos, fallan en su intento de ofrecer un retrato del personaje en cuestión. Lo único que puede salvarlos (al menos parcialmente) es que consigan explicar en qué consistió el logro que hizo famosos a esos personajes. Desde esta perspectiva, Experimenter acierta de lleno al prescindir totalmente de la parte del retrato (las motivaciones internas de Milgram o la relación que tuviese con su mujer importan un pito) y centrarse en lo que realmente importa: el experimento. La película lo presenta, además, de una forma bastante crítica, sin ocultar las limitaciones de los planteamientos de Milgram. En resumen, interesante para aquellos a quienes les guste la divulgación. La divulgación y Winona Ryder.
Hay una escena en la película que a Isabelle Huppert debió de costarle mucho rodar. Me la imagino la noche anterior en su cama, enferma de dudas: "¿Seré capaz de hacerlo? ¿Podré soportarlo?" Se trata de una escena en la que su personaje sonríe enseñando los dientes. Y sí, por difícil de creer que sea, Isabelle sonríe enseñando los dientes. De hecho, Isabelle Huppert consigue la interpretación más entrañable y más simpática de su carrera, sin abandonar —claro que no— ese estereotipo de estirada retorcida perversa te miro y quieres desaparecer que ella frecuenta. Verhoeven (director), Birke (guionista), hay que tener el alma muy negra para conseguir que nuestras simpatías estén con Huppert. Vaya una películita ambigua, escabrosa y regocijante nos habéis regalado. Sale uno del cine con ganas de darse una ducha.
Mientras veía La reconquista no podía dejar de pensar en lo acostumbrados que estamos a que las películas estén llenas de elipsis y a que las escenas tengan una duración funcional para evitar aburrir al espectador, como en una especie horror vacui narrativo. Y si no podía dejar de pensarlo es porque Jonás Trueba no corta donde cortarían la mayoría de los directores/guionistas. Los dos protas van a un bar, al concierto de un cantautor, y asistimos —asistir es la palabra— a la interpretación de tres canciones enteras (!!!) del reperterio. Por la mañana temprano el chico vuelve a su casa en moto y la cámara lo sigue por las calles de Madrid desde que arranca hasta que llega a su destino, con muy pocos cortes por el medio. Y en ningún momento resulta aburrido. Al contrario, no hay manera de apartar la mirada. ¿Que la película es un poco cursi? Sí. ¿Que la segunda parte decae un poco (diálogos que rechinan en boca de los actores)? También. ¿Que la nouvelle vague ya lo había hecho antes y mejor? Puede ser. ¿Pero saben qué les digo? Pequeñeces.
Después de nosotros, de Joachim Lafosse
Empecemos con un tópico: el título original es mucho más esclarecedor: L'economie du couple. Cuando el amor se acaba solo queda la economía. Me debes. Te debo. Me pagas. Te pago. La película me dejó un poco frío, la verdad. Todas las escenas (menos una) transcurren en la casa de los protagonistas y me pasé todo el tiempo haciendo un plano mental de la distribución de las habitaciones. Pero sí que hay una escena que me gustó mucho e incluso me emocionó —por lo que ocurre, por cómo está rodado y por la interpretación de Bérénice Bejo— y que justifica (me pillan tontorrón) subir la película al grupete de lo que sí. Quien haya visto la peli sabrá a qué escena me refiero.
- Lo que no:
Mi primer Palahniuk. Probablemente el último. Al principio me gustó, no crean. El capítulo del tío con el mono y los cacahuetes me pareció francamente bueno. Pero el esquema se repite demasiado: Palahniuk presenta una única escena por capítulo y durante el desarrollo de esa escena va repitiendo machaconamente un mismo motivo. Da la impresión de que para Palahniuk la unidad narrativa es el capítulo. Cada uno de ellos tiene la coherencia de una redacción escolar con un tema dado. Pero más allá de los límites del capítulo, Palahniuk se pierde, no es capaz de montar un conjunto compacto, se deja por el camino cosas que parecía que iban a tener más peso (el grupo de terapia para adictos al sexo) e insiste en otras menos interesantes (la relación con la psiquiatra). El hilo narrativo —que podríamos resumir en ¿qué hago con la loca de mi madre?— es muy débil, no basta para ligar la mayonesa. La novela se queda en una colección de estampas escabrosas demasiado parecidas entre sí.
Al final lo que hace que avancemos en la lectura no es el estilo del autor ni el interés por la historia sino las curiosidades sórdidas que siembran el texto y lo convierten, por momentos, en una versión oscura de esas secciones de QUO o de MUY INTERESANTE del tipo ¿Sabías que...? Me imagino a Palahniuk leyendo un artículo científico sobre penes del mundo animal y pensando: esto lo tengo que incluir en mi próxima novela como sea. Me esperaba algo más gracioso y subversivo, la verdad.
El libro de la señorita Buncle, de D. E. Stevenson
No es que tenga nada malo muy malo que decir de esta novela. Es entretenida (moderadamente) y se lee con facilidad. Mi problema es que la novela —como se pueden imaginar ustedes por el título— trata del libro que ha escrito la señorita Buncle, un libro maravilloso, agudo, divertidísimo, según afirma constantemente la mayoría de los personajes que lo leen (los personajes positivos, al menos), y entonces yo me pregunto: ¿por qué Stevenson no nos da a leer ese libro de la señorita Buncle, tan perspicaz y sutil, en vez de esta novela que trata sobre el libro que ha escrito la señorita Buncle, que no es especialmente divertida, ni maravillosa, ni aguda?
La mujer de la habitación oscura, de Minetarô Mochizuki
De Mochizuki conocía Dragon Head —una serie con un comienzo brutal que siempre me viene a la cabeza cuando voy en tren por un túnel— y sabía que se trata de un autor con talento para la creación de atmósferas inquietantes. Había leído, además, que hay gente que considera La mujer de la habitación oscura uno de los cómics más terroríficos jamás escritos/dibujados. Así que, con estos antecedentes, se pueden figurar ustedes la ilusión con que comencé la lectura. ¿Se han imaginado mi carita risueña? Pues ahora péguenme una bofetada.
Reconozco que el cómic tiene alguna viñeta efectiva, pero en conjunto le veo bastantes más fallos que aciertos. Es demasiado reiterativo, las escenas de acción son muy confusas, el autor hace que los personajes piensen o digan ciertas cosas con el único propósito de que el lector entienda algo que debería haber entendido solo con mirar los dibujos, y lo que más me molesta —algo muy común en el género fantástico y de terror— los personajes se empeñan en no aceptar una explicación sobrenatural de los hechos cuando TODO apunta hacia esa posibilidad.
Mi loco Erasmus, de Carlo Padial
Menudo tostón. La culpa es mía, por insistir con el posthumor (y sus aledaños) cuando sé de sobra que no me hace puta gracia. Lo único bueno que puedo decir de este pseudodocumental es que la abuela del protagonista es una señora realmente entrañable. Las dos o tres escenas en las que ella aparece son las únicas que tienen algo de interés. Padial, ahí es donde tenías la mina, y no en el plasta del nieto.
Brian de Palma repasa su carrera, película por película, comentando sin demasiado entusiasmo algunas de las decisiones tomadas. No parece que tenga gran cosa que decir. No es un saco de anécdotas (a diferencia de Wilder). No da lecciones (a diferencia de Hitchcock). No tiene alma de conferenciante (a diferencia de Bogdanovich). No transmite pasión (a diferencia de Scorsese). Ni siquiera se le ve interés en reivindicar sus logros artísticos (a diferencia de Capra). Da lo mismo. Aunque el documental no tenga mucho interés, para mí siempre será uno de mis directores favoritos.
La moraleja de la película —porque sí, estamos ante una fábula con moraleja— se sostiene sobre uno de los tópicos que más detesto, por simplista y engañoso: no elegimos de quién nos enamoramos. Esto lo usa Woody Allen para decirnos que incluso la persona más escéptica y pragmática del mundo (por ejemplo, un mago/ilusionista que no cree en el más allá) deberá admitir que existe algo en el universo que escapa a la razón, algo que depende más de la fe que de la evidencia, algo verdaderamente mágico: el Amor... [Amor, Amor]
BÓ-BÁ-DÁS
Pero lo peor no es ya que el guión de Allen esté sembrado de falacias, plantee falsas dicotomías y mezcle churras con merinas espolvoreándolo todo con cursilería, lo peor es que la película aburre.
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Simes y nomes
22 October 2016
La isla del tesoro: en busca de la traducción perfecta
Squire Trelawney, Dr. Livesey, and the rest of these gentlemen having asked me to write down the whole particulars about Treasure Island, from the beginning to the end, keeping nothing back but the bearings of the island, and that only because there is still treasure not yet lifted, I take up my pen in the year of grace 17_ and go back to the time when my father kept the Admiral Benbow inn and the brown old seaman with the sabre cut first took up his lodging under our roof.
Treasure Island, ROBERT LOUIS STEVENSON
Siento el disgusto que se va a llevar Pérez-Reverte pero confieso que no me he leído La isla del tesoro. Aunque de pequeño la tuve muchas veces en mis manos, había tres cosas que me echaban para atrás: ya había visto la película (aun hoy me da pereza leer el libro si ya he visto la película), los libros sobre viajes en barco me parecían un rollo (todas esas velas, cuerdas y aparejos con nombres raros) y no entendía esa fascinación colectiva por los piratas (me pasa lo mismo con los gangsters y con los rockeros canallitas).
Como nunca es tarde si la dicha es buena, me propongo enmendar mi error y me lanzo a las librerías a comparar las ediciones más recientes.
* AUSTRAL *
El squire* Trelawney, el doctor Livesey y los demás señores me han encargado poner por escrito todo lo referente a la Isla del Tesoro, de principio a fin, sin dejar otra cosa en el tintero que la posición de la isla, y esto porque aún quedan allí riquezas que no han sido recogidas. Tomo, pues, la pluma en el año de gracia de 17... y retrocedo hasta el tiempo en que mi padre era el dueño de la posada Almirante Benbow, y en que el viejo navegante, de moreno y curtido rostro, cruzado por un sablazo, se acomodó como huésped bajo nuestro techo.
Traducción de José Torroba
La más antigua de todas (1920) y la menos fiel. Se podría discutir si es acertado o no (1) convertir la larga oración subordinada en dos oraciones separadas por un punto, (2) traducir "keeping nothing back but" por "sin dejar otra cosa en el tintero que" o (3) dejar sin traducir ese "first" de la última cláusula. A mí, la verdad, me gusta bastante. Tiene un aire anticuado que pega con el contenido y con la época y, aunque resulte más retórica que el original, se lee con mucha fluidez, no suena tan encorsetada como otras que veremos a continuación.
La edición de la imagen es la más reciente de todas. Está dirigida a un público juvenil, lo que significa letra grande (siempre de agradecer).
Por cierto, el asterisco en squire significa que la palabra está explicada en una nota al pie.
* ALFAGUARA *
Y
* PENGUIN *
Habiéndome pedido el caballero Trelawney, el doctor Livesey y los demás caballeros que escribiera, desde el principio hasta el fin, toda la historia de la isla del tesoro, sin omitir nada salvo la posición de la misma y eso solo porque todavía queda allí algún tesoro no descubierto, tomo la pluma en el año de gracia de 17... y retrocedo al tiempo en que mi padre regentaba la posada Almirante Benbow y en que el viejo y atezado marinero, con la cicatriz causada por un sablazo, por primer vez se alojó bajo nuestro techo.
Traducción de Jordi Beltrán
Cosillas que no me convencen: "desde el principio hasta el fin" (prefiero "de principio a fin"), "tesoro no descubierto" (en español se usa más la expresión "por descubrir"), "eso solo" (un pelín cacofónico), "atezado" (demasiado literario para el "brown" del original),"causada por un sablazo" (¿es necesario ese "causada"?). En general, creo que es la que menos se parece a lo que un escritor como Stevenson habría escrito si su idioma hubiese sido el español.
* ALIANZA *
Como el caballero Trelawney, el doctor Livesey y el resto de estos señores me han pedido que escriba todos los detalles de la Isla del Tesoro, de principio a fin, sin reservarme nada más que la demarcación de la isla, y eso únicamente porque todavía queda allí parte del tesoro, tomo la pluma en el año de gracia de 17... y vuelvo a la época en que mi padre regentaba la posada del Almirante Benbow, y llegó a alojarse bajo nuestro techo el viejo marinero bronceado con la cicatriz de un sablazo.
Traducción de Fernando Santos Fontenla
Otra que me gusta bastante. El lenguaje es muy natural y sencillo. Podríamos discutir algunas de las elecciones léxicas ("demarcación", "bronceado") pero mis mayores reservas tienen que ver con "estos señores" y con "la posada del Almirante Benbow". Por lo que poco que yo sé, el uso en inglés de expresiones como "these gentlemen" o "this man" al comienzo de una narración no equivale exactamente al demostrativo español; de hecho, Santos Fontenla es el único de los cinco traductores que opta por el demostrativo. En cuanto a la posada, Almirante Benbow es el nombre de la posada, no es que sea la posada del Almirante Benbow.
Dado que el squire Trelawney, el doctor Livesey, y el resto de los señores me han pedido que escriba todos los pormenores referentes a la Isla del Tesoro, de principio a fin, sin omitir otra cosa que la situación de la isla, y eso solo porque aún quedan allí tesoros por desenterrar, tomo la pluma en el año de gracia de 17... y retrocedo a la época en que mi padre llevaba la posada del «Almirante Benbow», y el viejo y curtido marinero, con el sablazo en la cara, vino a alojarse bajo nuestro techo.
Traducción de Francisco Torres Oliver
En conjunto, teniendo en cuenta tanto la traducción como la edición (excelente relación calidad-precio), es una de las más recomendables. Se le pueden poner pegas: no hay una nota al pie para explicar el significado de squire, vuelven a aparecer "eso solo" y "la posada del Almirante..." (ver comentarios anteriores), "el sablazo en la cara" (¿dice Stevenson que la cicatriz sea en la cara"?).
* REINO DE CORDELIA *
Comoquiera que el squire* Trelawny, el doctor Livesey y otros caballeros como ellos me han pedido que ponga por escrito todos los detalles referentes a la isla del Tesoro, de principio a fin, sin callar nada excepto sus coordenadas —y esto solo porque todavía queda allí tesoro que recobrar—, tomo la pluma en el año de gracia de 17...* y me remonto a la época en que mi padre regentaba la posada Almirante Benbow, cuando el viejo marinero de piel curtida y con la cicatriz de un sablazo llegó a hospedarse bajo nuestro techo.
Traducción de Pollux Hernúñez
En esta ocasión no tengo una clara favorita. Estoy entre AUSTRAL/Torroba (por el encanto añejo) y VALDEMAR/Torres Oliver (por el conjunto de la edición) pero no descarto rotundamente ninguna de las otras.
(04/11/2016) *Actualización:
Encuentro dos traducciones más:
El squire Trelawney, el doctor Livesey, y los demás caballeros me han pedido que escriba todos los detalles referentes a la isla del tesoro, de principio a fin, sin omitir nada salvo la situación de la isla, y eso únicamente porque allí sigue enterrado parte del tesoro. Tomo, pues, la pluma en el año de gracia de 17...* y me remonto a la época en que mi padre regentaba la posada del «Almirante Benbow»*, y el viejo marino, cuyo curtido rostro estaba cruzado por un sablazo, vino por vez primera a hospedarse bajo nuestro techo.
Traducción de Juan Antonio Molina Foix
La subo al podio de mis favoritas. Aparte de alguna cosilla que ya comenté con las otras, lo único que no me gusta es ese "cuyo curtido rostro estaba cruzado por un sablazo", poco grácil en comparación con el original.
* ANAYA *
El caballero* Trelawny, el doctor Livesey y los demás gentileshombres me han pedido que relate los pormenores de lo que aconteció en la isla del Tesoro, del principio al fin y sin omitir nada excepto la posición de la isla, y ello por la sencilla razón de que parte del tesoro sigue enterrado allí; cojo, pues, la pluma en el año de gracia de 17... y me remonto a la época en que mi padre regentaba la posada del «Almirante Benbow», y el viejo lobo de mar con la cara tostada y marcada por un chirlo de sable vino a hospedarse bajo nuestro techo.
Traducción de María Durante
***
Actualización (2 de septiembre de 2020):
* SALVAT *
Imposible me ha sido rehusarme a las repetidas instancias que el caballero Trelawny, el doctor Livesey y otros muchos señores me han hecho para que escribiese la historia circunstanciada y completa de la isla del tesoro. Voy, pues, a poner manos a la obra contándolo todo, desde la «alfa» hasta la «omega», sin dejarme cosa alguna en el tintero, exceptuando la determinación geográfica de la isla, y eso tan solamente porque tengo por seguro que en ella existe todavía un tesoro todavía no descubierto. Tomo la pluma en el año de gracia de 17xx y retrocedo hasta la época en que mi padre tenía aún la posada del Almirante Benbow, y hasta el día en que por primera vez llegó a alojarse en ella aquel viejo marino de tez bronceada y curtida por los elementos, con su grande y visible cicatriz.
Traducción de Manuel Caballero
(gracias a la cuenta de Twitter Telaraña de libros)
***
Actualización (12 de mayo de 2020):
* VICENS VIVES *
El squire* Trelawney*, el doctor Livesey y los demás me han encargado que ponga por escrito todo lo referente a la Isla del Tesoro, de cabo a rabo, sin dejar otra cosa en el tintero que la posición de la isla, y esto porque aún quedan allí riquezas que no han sido recogidas. Tomo, pues, la pluma en el año de gracia de 17... y retrocedo hasta el tiempo en que mi padre era el dueño de la posada del Almirante Benbow, y en que el viejo navegante, de moreno y curtido rostro cruzado por un sablazo, se acomodó como huésped bajo nuestro techo.
Traducción de José Torroba y Julio-César Santoyo
* CÍRCULO DE LECTORES *
El señor Trelawney, el doctor Livesey y otros caballeros me han instado repetidamente para que escribiese la historia detallada de la Isla del Tesoro, sin omitir nada desde el principio al fin, excepto la localización geográfica de la isla, y esto sólo porque en ella existe todavía un tesoro escondido. Tomo, pues, la pluma en el año de gracia del 17... y retrocedo hasta la época en que mi padre era el posadero del Almirante Benbow y aquel marino de tez bronceada y gran cicatriz vino a alojarse bajo nuestro techo.
Traducción de Anna Muria
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11 October 2016
Fobias literarias
Se llaman así porque dentro de ellos —dentro de un inofensivo bote de melocotón en almíbar, de espárragos, de borraja en conserva— las mariposas son sacrificadas. Hay dos procedimientos que Olmo pasa a detallarme: uno consiste en meter el bote en el congelador con la mariposa viva y esperar unas tres o cuatro horas hasta que el insecto muera; el otro es depositar en el culo del bote un material absorbente —una bayeta por ejemplo—, cubrirlo con un poco de escayola, rellenar el recipiente con cloroformo y, después, introducir dentro de él la mariposa y esperar a que, encerrada en el bote, agonice a causa de las emanaciones del éter con el que se ha empapado la bayeta.
Black, black, black, MARTA SANZ
¿Qué es lo que me molesta de este fragmento? ¿Qué fobia intento ejemplificar?
Solución: manualidades mal explicadas.
Si esto fuera una película, un flashback les trasladaría ahora a mi lejana infancia, en concreto a aquel día en que empecé a hacer una figurita de papiroflexia siguiendo las instrucciones de un libro y no pude terminarla por culpa de los numerosos errores cometidos por el dibujante de las susodichas instrucciones. 'Trauma' es la palabra, sí.
En el fragmento de arriba todo va bien hasta que el narrador dice "rellenar el recipiente con cloroformo". Si rellenemos un bote con cloroformo y después metemos dentro una mariposa, la mariposa no va a morir por culpa de las emanaciones, va a morir ahogada en el líquido. El narrador tendría que haber dicho que el cloroformo no debe superar el nivel de la escayola para que la mariposa no entre en contacto con él ( por cierto, ¿por qué escayola?). Llámenme talibán, pero por cosas así puedo llegar a descartar de por vida a un escritor.
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Fobias literarias
03 October 2016
Un cuento al mes: Ingeniería genética , de David Sedaris
Siempre he tenido la sensación de que, bajo las circunstancias adecuadas, mi padre es el tipo de hombre que podría haber inventado el horno microondas o el transistor. Nunca acudirías a él en busca de consejo por un problema personal, pero siempre era el primero a quien llamabas cuando se rompía el lavaplatos o alguien arrojaba un peine en el desagüe de la taza del váter.
Traducción de Toni Hill
Supe de la existencia de David Sedaris hace unos cuantos años (no muchos) gracias a una página web en la que hacían un ranking de los autores (vivos) más graciosos del planeta. No recuerdo exactamente en qué puesto estaba pero creo que bastante alto. En el artículo venían a decir que sus cuentos eran un festival de carcajadas. Piensa en tu monologuista favorito y multiplícalo por cuatro.
Desde entonces he leído unos cuantos cuentos de Sedaris (no muchos) y mi opinión de todos ellos es muy similar. Ingeniería genética es el que tengo más reciente, pero podría haber escogido cualquier otro.
Lo primero: ¿de verdad Sedaris es tan hilarante como nos lo venden? En mi opinión: no.
Sedaris es un contador de anécdotas —aparentemente verídicas— que, de vez en cuando (a veces muy de vez en cuando), acierta con el enfoque que hace resaltar lo cómico de la situación. No es una metralleta de one-liners tipo Groucho Marx o Woody Allen. No. Sedaris no hace chistes. Tampoco explota la otra vía: la ironía refinada al estilo inglés. Muchas veces en Sedaris lo gracioso lo encontramos en el choque entre las altas expectativas de los personajes —él y su familia— y la cruda realidad. Pero sin hacer sangre. De hecho, da la la sensación de que en ocasiones Sedaris deja pasar la oportunidad de ser sarcástico o mordaz simplemente porque prefiere ser amable.
Le gusta, eso sí, sacar jugo a los comportamientos excéntricos y paradójicos. Lo mejor de sus cuentos suele estar al principio, cuando presenta el tema principal y acumula pequeñas anécdotas sobre las peculiaridades de su familia. Lo siguiente suele resultar más decepcionante: se centra en una situación concreta que relata con más detalle y que parece prometer muchas risas pero, aunque hay algunos chispazos por el camino, el final suele ser más bien anticlimático, menos divertido que tierno.
No he hecho la prueba, pero es posible que Sedaris funcione mejor por acumulación, leyendo varios cuentos seguidos, cuando uno ya ha logrado ponerse a tono. Si algún día lo pruebo, les cuento.
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Un cuento al mes
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