02 September 2016

Simes y nomes del cuartro bimestre

Sí o no, sin términos medios, porque polarizar es apostar por la transmisión de energía.


  • Lo que sí:


Pacto de sangre, de James M. Cain

Había visto la película —Perdición, de Billy Wilder— y había leído otra novela de Cain —El cartero siempre llama dos veces— así que tenía una imagen muy clara de lo que me iba a encontrar. No me ha defraudado. Ha sido como comerse una bolsa de patatas fritas justo cuando lo que te apetece es comerte una bolsa de patatas fritas. Tiene la concisión que asocio a mis novelas favoritas del género. No pasa a mi canon particular porque es demasiado parecida a El cartero siempre llama dos veces y me ha gustado un pelín menos. Por cierto, escritores cuarentones que todavía no habéis publicado nada, no desesperéis: Cain no vio su nombre en los escaparates hasta los 42 años.

La mujer del teniente francés, de John Fowles

Me encanta la novela del siglo XIX. Una de mis favoritas es Middlemarch, de George Eliot. Siempre que la recomiendo advierto que hay que tener paciencia con la voz narrativa porque puede resultar un poco anticuada y cargante: el típico narrador en tercera persona omnisciente, entrometido y moralista que se pasa la mitad del tiempo sermoneando al lector. A mí no me molesta, al contrario: me gusta, pero sé que para el lector moderno puede resultar pesado. Ya saben, desde Flaubert la tendencia ha sido silenciar cada vez más a los narradores en tercera persona.

La mujer del teniente francés viene a ser una especie de remake de una novela del XIX. Misma época, mismo argumento y mismo narrador entrometido. La diferencia, lo original está en que ese narrador ya no pertenece al siglo XIX sino al XX, así que ni su punto de vista ni su función en el novela son los mismos que tenía con George Eliot. La ciencia ha desplazado a la religión, el relativismo ha acabado con las verdades absolutas, la mujer ha conquistado nuevas parcelas de libertad. Así, el narrador de La mujer... no interviene ya para ofrecer soporte moral sino, principalmente, para explicar el contexto histórico de los personajes. Comenta que los colores de los vestidos de la época eran más llamativos de lo que nos imaginamos en la actualidad, explica la dualidad de la mentalidad victoriana (Jekyll vs. Hyde), cita estudios y estadísticas sobre el enorme desarrollo de la prostitución en la época. Y lo hace siempre de manera oportuna, esclarecedora y sugestiva, incluso con humor. La novela histórica perfecta.

Y la novela postmoderna perfecta, también. Porque sí, amigos, aquí hay metaficción. El narrador no oculta que lo que estamos leyendo es una novela escrita por él y, sobre la marcha, va comentando qué intenciones tenía al empezar a escribirla, qué dificultades se encuentra en el camino, qué estrategias pone en práctica. Pero todo ello de una forma muy natural, nada pedante.

La prueba de que Fowles no tiene un pelo de tonto es que, en el meollo del asunto, coloca un misterio: ¿por qué la amante del teniente francés actúa como actúa? El narrador mantiene un significativo silencio al respecto, a sabiendas de que de ello depende una gran parte del poder  de fascinación de la novela. Conmigo, desde luego, ha funcionado. Me la he leído completamente absorto, aplaudiendo por dentro en las mejores partes. En una palabra: soberbia. Ya tiene un hueco al lado de Middlemarch.

El arte de la defensa, de Chad Harbach

Dicen —en la contraportada— que John Irving ha dicho de esta novela: "Pura diversión, se lee sin ningún esfuerzo". ¿Es cosa de mi mente cizañera o estamos ante un genuino piropo envenenado? ¿Nos está diciendo Irving que aquí diversión mucha pero literatura más bien poca? En cualquier caso, tiene razón: la novela se lee con una facilidad imprevista para un tochete de 540 páginas sobre el mundo del béisbol universitario y, además, es muy entretenida. Todos seguimos alguna serie que no nos parece una maravilla ni nos encanta, que incluso consideramos un poco tópica, pero que está hecha con la suficiente competencia narrativa como para que nos hayamos enganchado a la historia (Cinco hermanosBates Motel, How to Get Away with Murder). Pues esta novela vendría a ser algo así.

En Goodreads se pueden leer micropolémicas acerca de si hace falta (o no) ser aficionado al béisbol para disfrutarla de verdad. Mi opinión: no es necesario. Un año en mi colegio se puso de moda jugar al béisbol. Jugábamos durante el recreo de después de comer. Con una pelota de tenis. Bateábamos con el brazo. Lo poco que sé del béisbol lo aprendí ese año y me ha sorprendido comprobar que las reglas que seguíamos entonces se parecían bastante a las de verdad. Pues bien, con esas cuatro reglas yo he tenido más que suficiente para seguir los partidos que se cuentan en el libro así que no creo que se necesite un gran bagaje. Nada que la Wikipedia no pueda solucionar. Y que nadie piense que la estoy recomendando: en cuanto saquen la serie —creo que ya están en ello—, a poco bien que les salga, la novela pasará a ser prescindible.

Trampa para Cenicienta, de Sébastien J aprisot

Compro el libro en una librería de segunda mano sin conocerlo de nada, solo porque me gusta el principio:
   Éranse una vez, hace mucho tiempo, tres niñas: la primera, Mi, la segunda, Do, la tercera, La. Tenían una madrina que olía bien, que nunca las regañaba cuando hacían travesuras y a quien llamaban madrina Midola.
   Un día, están en el patio. La madrina da un beso a Mi, no se lo da a Do y tampoco a La.
   Un día, juegan a papás y mamás. La madrina escoge a Mi, nunca escoge a Do y tampoco dice nada a La.
   Un día están tristes. La madrina, que se marcha, llora con Mi, no dice nada a Do y tampoco dice nada a La.
   De las tres niñas, Mi es la más guapa y Do la más inteligente. La muere pronto.
Gracias a Google me entero de que Sébastien Japrisot es el autor de la novela en la que se basa Largo domingo de noviazgo, una película por la que siento debilidad. No es un escritor popular pero, al parecer, sí bastante apreciado por los connaisseurs —es francés— de la literatura policiaca.

El primer capítulo me encanta. Leo la novela casi de un tirón. Tiene un estilo rápido e impresionista en el que no cuesta avanzar. Me pregunto todo el tiempo si Almodóvar la habrá leído. Es fácil imaginarse una adaptación en programa doble con La piel que habito. Me doy cuenta, además, de que pasa con nota el test de Bechdel: los tres personajes principales son mujeres que rara vez hablan de sus relaciones con hombres. El final, la última línea, me produce un escalofrío (flojito).

Momentos estelares de temporada baja, de Peter J. Smith

Imaginen una especie de mapa estelar en el que cada estrella represente un libro. Tracen ahora una línea desde El guardián entre el centeno de J. D. Salinger hasta Menos que cero de Bret Easton Ellis. A continuación dividan esa línea en tres partes. Si lo han hecho bien, sobre esa línea, a un tercio de El guardián entre el centeno, deberían encontrar Momentos estelares de temporada baja. Me lo he leído porque, basándose en las puntuaciones que he dado a otros libros, Readgeek predijo que, de 0 a 10, me gustaría en grado 10. No ha acertado. 7'5 como mucho.

Basta con la sinopsis para que se hagan una idea de lo mucho que esta novela debe a El guardián entre el centeno: un chaval de clase alta al que acaban de expulsar del instituto se dedica a deambular por las calles para no tener que enfrentarse al futuro que los adultos planean para él. Se diferencia en algo fundamental. Una mayoría de los lectores, sobre todo adolescentes, se identifica con Holden Caulfield, con su idealismo, con su desprecio a la falsedad. El protagonista de Momentos estelares de temporada baja  es mucho más hermético. Aunque también es el narrador de la historia, no cuenta nada demasiado íntimo y solo parece tener dos reacciones ante las cosas: o le deprimen o le resbalan. De hecho, su característica más destacada es la indolencia. Si El guardián... se puede considerar un retrato de la adolescencia desde dentro, Momentos... sería un retrato por fuera.

Apenas hay argumento, solo una larga sucesión de escenas en las que el prota va de un lado a otro y se encuentra con distintos personajes. Todo seguido, sin elipsis entre una escena y otra más allá de aquellos momentos en los que el prota duerme, viaja en avión o se queda inconsciente. Suena aburrido, lo sé, y no voy a negar que la novela tiene un ritmo un tanto lento, oriental, pero hay dos cosas que la elevan: (primera) cada una de las escenas está construida de forma que se genera en el lector una cierta expectativa por lo que va a pasar, incluso aunque al final no pase gran cosa; (segunda) el narrador es muy observador, demuestra una atención al detalle que acaba atrayendo también la propia atención del lector y hace las escenas más vívidas. No es para echar cohetes pero un 7'5 tampoco está mal.

 R100, de Hitoshi Matsumoto

Los japoneses y las parafilias. Si nos dijesen que hay japoneses que se excitan con los envoltorios de celofán de los caramelos, nos lo creeríamos a pies juntillas. Esta peli empieza por ahí, por el lado de las parafilias, pero luego da giros (todavía más) rarunos. El título tiene su explicación, nos la dan en la propia película: R100 es la calificación por edad que se merece esta cinta, porque solo alguien de cien años puede comprender tanto absurdo junto.

En realidad no tiene gran cosa que entender, no está planteada desde un punto de vista intelectual. Es ese tipo de películas grotescas, pulp y un poco locas con las que uno puede imaginarse a Tarantino disfrutando como un enano (ay, esos personajes femeninos...). ¿Conocen esa sensación de escándalo y regocijo que le embarga a uno ante algo que transgrede los límites habituales de la burrada? Como esas señoras que van de público a la tele y gritan alborozadas* cuando uno de los colaboradores suelta una gracieta sobre caca. Pues con algunas escenas de esta peli pasa un poco eso. En resumen, comedia chocante: The Game + Belle de Jour + Kill Bill + Rubber.

* Aborozadas: Palabras que nunca he usado.

Anomalisa, de Charlie Kaufman

A Charlie Kaufman se le puede amar y odiar al mismo tiempo. Se le puede amar por Cómo ser John Malkovich y ¡Olvídate de mí! y se le puede odiar por Adaptation y Synecdoche, New York. Yo últimamente estaba por la labor de odiarle* (más información aquí), pero gracias a Anomalisa estoy dispuesto a invitarle a cenar en casa una noche. Tres cosas que me han tenido pegado a la pantalla:
1. La estética realista, poco habitual en el cine de animación.
2. Todos los personajes, menos el protagonista, tienen la misma cara y la misma voz. ¿Por qué?
3. El personaje femenino, Lisa.
Si admitimos que Kaufman se suele mover entre lo sesudo y lo emotivo, podríamos decir que en Anomalisa gana lo emotivo.

* Lo siento si les sangran los ojos, en el caso de personas de sexo/género masculino soy leísta militante.

Incendies, de Denis Villeneuve

Incendies no es verosímil o lo es de una manera muy frágil: no resiste el más mínimo análisis. A mí, en general, no me molesta en absoluto la falta de verosimilitud siempre y cuando se prescinda de ella para conseguir algo todavía mejor: comicidad, emoción, belleza... ¿Qué pretende conseguir Incendies al sacrificar (o debilitar) su verosimilitud? Aliento trágico. Y ahí es precisamente donde falla la película, porque en la historia que nos cuenta Incendies la tragedia no está del lado de los protagonistas, está del lado del personaje que menos voz tiene (el otro hermano). Desde el punto de vista de los protagonistas la película se acerca al culebrón o al melodrama porque no son ellos quienes provocan su propia desgracia. Pero toda esta reflexión la hago cuando termina la película; mientras la veo no analizo, me dejo llevar por una narración potente. En eso Villeneuve no falla. Así que vale: es un sime.

Perfetti Sconosciuti, de Paolo Genovese

He aquí una película que pueden recomendar a sus suegros, a sus sobrinos adolescentes, a sus compañeros de trabajo y a casi cualquiera de sus conocidos con la certeza de que van a conseguir un altísimo porcentaje de aciertos. ¿Por qué? Trata un tema de interés universal: lo poco que conocemos incluso a las personas más cercanas a nosotros. Tiene un guión de hierro —hay acreditados hasta cinco guionistas—, que dosifica con habilidad la información que se desvela y se oculta a los espectadores. Los golpes de efecto funcionan a la perfección. Explota con gracia las posibilidades dramáticas de un objeto cotidiano: los móviles. Presenta un espectro de personajes lo suficientemente variado como para que cualquier espectador reconozca algo de sí mismo en alguno de ellos, más allá del estereotipo. En suma: objetivamente la peli es un logro.

Peur[s] du Noir, de Blutch, Charles Burns, Marie Caillou, Pierre Di Sciullo, Lorenzo Mattotti, Richard McGuire

De los seis cortos solo son interesantes dos y ninguno de ellos lo es por el guión:

1. Charles Burns. ¿Qué fan de Burns no se ha imaginado Agujero Negro convertida en una película de animación? ¿Cómo quedarían sus fascinantes imágenes en movimiento? El corto de Burns nos ayuda a hacernos una idea. Una idea esperanzadora. Aunque sería deseable que la animación fuese menos rígida, menos Daria y más Persépolis.

2. Robert McGuire. Nadie diría que este McGuire es el mismo autor de Aquí, el cómic revelación de 2015. Los dibujos no se parecen en nada. El corto, visualmente, es una auténtica maravilla. Explota el claroscuro (un único punto de luz en un escenario que se encuentra completamente a oscuras) de una forma que yo jamás había visto antes. Precioso.


  • Lo que no:


Canciones de amor a quemarropa, de Nickolas Butler

Si de algo me ha dado ganas esta novela es de no ir nunca a Winsconsin. Qué hartura de ruralismo épico americano (la humanidad se divide en dos grupos: el de los que están hechos para este pueblo y el de los que no). Qué hartura de bucolismo (no hay amaneceres como los amaneceres de este pueblo).  Como si la nieve y el frío fueran patrimonio exclusivo de las buenas gentes de la América rural, que siempre están dispuestas a echar una mano. Porque América, la verdadera América, no es otra cosa que un montón de gente compartiendo su comida en una feria, comiendo junta (sic).

Y qué personajes. El artista sensible y generoso que no olvida sus raíces, el grandullón fuertote y callado que lleva en su pecho un corazón de oro, la guapilista del pueblo: universitaria reconvertida en esposa y madre, el colega egoistón que vuelve al pueblo después de haber triunfado en los negocios y se arruina por puro amor a ese pedacito de Winsconsin, su perfecta esposa (forastera pero maja en el fondo) que nunca estará tan guapa como el día de su boda, el cowboy sonado al que todo el mundo adora y protege, su novia stripper (reformada por el poder del amor) que tan feliz lo hace... Muy entrañable todo. Demasiado para mí. Aunque reconozco que hay un episodio que sí me tocó la fibra: el del matrimonio mayor que ha perdido a su hijo en la guerra. Todo lo demás, como que no.


Calvary, de John Michael McDonagh

Algunas cosas que no entiendo de esta película:

1. El prota es cura, todo el mundo lo considera un buen hombre, íntegro, solícito y comprensivo. Sin embargo, de repente, algunos de los habitantes del pueblo empiezan a tratarle con hostilidad. ¿Por qué? Ni idea. No ocurre nada que explique ese calvario por el que pasa el cura ni que justifique por qué lo pasa en ese momento de su vida y no cinco años antes.

2. Todos los personajes menos el cura están caracterizados de una manera exagerada, burda y hasta grotesca pero sin ninguna finalidad cómica (esto es un drama). Sale el actor de Black Books y parece que interpreta el mismo personaje.

3. Todos los personajes hablan igual, con la misma mezcla de ingenio y sarcasmo. Incluso el niño. Todos tienen una replica fulminante en el bolsillo.

4. Todos los personajes tienden a monologar y a irse por los cerros de Úbeda pero a su interlocutor nunca se le oye decir: "¿se puede saber de qué coño me estás hablando?"

Está claro: no la he entendido.


Todos queremos algo, de Richard Linklater

Las peliculas de instituto no mienten: existe una jerarquía entre los chicos basada en la capacidad para triunfar en los deportes. Yo nunca llegué demasiado alto en esa escala. Aunque era de los que más corrían, no me gustaban ni un pelo los deportes de equipo (fútbol, baloncesto) por una cuestión de justicia o miedo: los compañeros que mejor jugaban solían meterse con los "paquetes" como yo. Y por eso me resulta difícil congeniar con esta película. No puedo evitar verla como una apología idealizada —homoerotismo incluido— de esa élite deportiva de instituto. No me creo tanto buen rollo, tanta vida en el cénit de su esplendor. Un ejemplo: los protagonistas, un equipo universitario de jugadores de béisbol pagadísimos de sí mismos, van a un concierto punk y a una fiesta de estudiantes con inquietudes artísticas, y aunque se les ve fuera de lugar en los dos sitios, ninguno de ellos hace el más mínimo comentario negativo ni suelta chanza alguna. Completamente irreal, sí. A su lado, Desmadre a la americana, Porky's y American Pie casi se pueden considerar documentales. Linklater, tío, de ti no me esperaba esto.

Berberian Sound Studio, de Peter Strickland

Carlos Pumares dijo una vez una cosa muy sensata: el cine experimental —también llamado de arte y ensayo— es eso, experimental, y como todos los experimentos, unas veces sale bien y otras, en cambio, sale mal. Berberian Sound Studio es un experimento fallido. Interesante pero fallido.

Interesante: cine dentro del cine, en un estudio de sonido ponen banda sonora a una película de terror pero nunca vemos las imágenes de esa película, solo oímos la banda sonora, homenaje al giallo, influencias de Lynch, de Arrebato, de Blow Out...

Fallido: aburre (al menos a mí) cuando ninguno de sus referentes lo hacía.

Hay quien salva la película por lo que tiene de representación de la capacidad de arrabato del cine pero creo que ese discurso habría tenido bastante más interés si los personajes, en vez de estar haciendo una película de terror, estuviesen haciendo una porno. Lo digo en serio.

Vanishing on 7th Street, de Brad Anderson

La idea de partida no está mal —unos pocos supervivientes se enfrentan a una oscuridad maligna que invade el planeta y engulle a todo aquel que no se encuentre cerca de un punto de luz— pero la dirección es muy pobre, paupérrima.

Ejemplo 1. Desaparición: plano de un guarda jurado que se acerca a un lugar oscuro, corte a la cara de sorpresa de un colega que va detrás, vuelta al plano del lugar oscuro, el guarda jurado ya no está, el colega apunta con una linterna y en el suelo vemos el uniforme "vacío" del guarda jurado (como las cáscaras de una gamba recién chupada).

Ejemplo 2. Amenaza: uno de los supervivientes camina despreocupadamente por un pasillo en penumbra, sin darse cuenta de que a su espalda, por las paredes del pasillo, avanza una sombra amenazadora en la que se distinguen con claridad una cabeza y unas manos humanas, el superviviente dobla la esquina del pasillo justo antes de que la sombra consiga alcanzarle (uf, perseguido por un maestro en el arte de las sombras chinescas, aterrador).

¿Perciben el olorcillo a falta de presupuesto y a falta de inventiva? Ni siquiera es una peli mala de las que dan risa, es mala insulsa.

22 August 2016

Canciones que deberían ser más conocidas (XXI)




Llámenme moñas (no sería la primera vez) pero a mí en verano esto me suena a gloria: el timbre cristalino de la voz, el contrapunto afilado de las cuerdas, los pequeños bajoncillos de intensidad, el optimismo que se impone, los parapapapás (cómo no), los aaahs de fondo con sabor a The Carpenters, el grito negruzco... incluso la deriva final con esos ribetes del piano tan de ocaso en la terraza. Es de 2003 pero podría haber sonado en 'Vacaciones en el mar'. Burt Bacharach estaría orgulloso de ti, Bart.

When You're Sad - Bart Davenport

09 August 2016

Saqueando blogs: El traductor traidor

Hay que ser atrevido (por no decir otra cosa) para hacer una sección como En busca de la traducción perfecta sin ser un experto en la materia. Por suerte hay blogs sobre traducción escritos por gente más sabia.

Como este.




Diez entradas en apenas dos meses, del 31 de enero al 2 de abril de 2015, y ni pizca de desperdicio. Sepan por qué algunas de sus películas preferidas no tienen el título que se merecen.

04 July 2016

Simes y nomes del tercer bimestre

Sí o no, sin términos medios, porque en el amor no deberíamos conformarnos con menos que un sí o un no.


  • Lo que sí:


Playa de Brazzaville, de William Boyd

Es fácil encontrar los libros de William Boyd  en las librerías de segunda mano (sobre todo Barras y estrellas). ¿Por qué? Cabe pensar que en el pasado las editoriales apostaron fuerte por él y perdieron. ¿Por qué? Cabe pensar que quizá no sea un escritor demasiado bueno. En estas dudas andaba yo, cuando un buen día me enteré de que David Bowie citaba Playa de Brazzaville entre sus cinco libros favoritos*. Decidí probar —mi lado esnob— y menuda sorpresa me llevé. No se va a convertir en uno de mis cinco libros favoritos (luego he descubierto que Boyd y Bowie eran amiguetes) pero sí que es de esas novelas que dejan poso. Está tan bien escrita, tan bien contada, que uno no tiene que hacer el más mínimo esfuerzo para imaginar las cosas. Ahora mismo, casi dos meses después, lo recuerdo todo como si hubiese visto ayer una película. Una película buena. Encima, la protagonista (y narradora) es uno de esos personajes que lo dejan a uno enamorado. Que Vargas Llosa se quede a Madame Bovary, yo prefiero mil veces a Hope Clearwater.

*Corrijo meses después: no eran los cinco libros favoritos de Bowie sino cinco recomendaciones literarias que había hecho a petición de una revista.

La desaparición, de Tim Krabbé

Uno puede haber visto la adaptación al cine holandesa (con actores desconocidos), puede haber visto la adaptación yanqui (con Kiefer Shuterland, Sandra Bullock y Jeff Bridges), puede conocer la historia porque se la ha contado un colega (final incluido) y, aun así, acabará leyendo la novela muerto de intriga, comiéndose las uñas. Directa a mis favoritas de todos los tiempos dentro del género (aviso: esto lo dice alguien que no conoce el género demasiado bien).

Diccionario de cine, de Fernando Trueba

Lo más valioso de esas votaciones que se organizan periódicamente para escoger las mejores novelas/películas/lo que sea del año/la decáda/el siglo/la historia no está en la enésima victoria de El Padrino o de Don Quijote sino en las novelas/películas/lo que sea que solo obtienen un voto y que nunca jamás se han clasificado en lista alguna. Por ejemplo: que Garci incluye Casablanca entre sus favoritas: ¡pues vaya una novedad!; pero también incluye Un extraño en mi vida: ¡joder, esa tengo que verla! Por eso, de este diccionario de Trueba, más que con las filias predecibles o consabidas (Wilder, Renoir, Truffaut, Hitchcock, Bresson, Lubitsch, Sturges), me quedo con los descubrimientos (José Giovanni, Frederick Wiseman, Marcel Pagnol), con la revalorización de nombres que tenía algo olvidados (David Goodis, William Irish, Carl ReinerKathleen Turner) y con un puñado de películas que me muero de ganas de ver (El hombre clave, Une sale histoire, Conocimiento carnal).

Ice Haven, de Daniel Clowes

Cuando se publicó Ice Haven en España casi todo el mundo dijo que era la mejor obra de Clowes. Ya lo habían dicho de David Boring antes —algunos lo mantienen— y poco después lo dijeron también de El Rayo Mortal. Yo pertenezco al grupo, no sé si mayoritario o minoritario, de los que piensan que Clowes tocó techo con Ghost World. Cita Trueba en su diccionario a Borges: "quizá para alcanzar una obra maestra convenga distraerse un poco". Creo que Clowes estaba distraído cuando hizo Ghost World pero desde entonces ya no se distrae lo suficiente (ya saben, hay que estar a la altura de Chris Ware). Ice Haven es demasiado autoconsciente, pedante y monocromo para mi gusto. Leyéndolo se me ha ocurrido que uno de los temas fundamentales en la obra de Clowes es la frustración —quiero algo y no puedo tenerlo, generalmente por culpa de los demás—, pues mucho me temo que Ice Haven tenga un problema de sobretematización: demasiados golpes a un mismo clavo. Entonces ¿por qué está en los simes?, se preguntarán ustedes. Bueno, digamos que me gusta el martillo.

Mi mamá está en América y ha conocido a Buffalo Bill, de Jean Regnaud y Émile Bravo

Díganle a un niño que no le pueden explicar algo porque es demasiado pequeño para entenderlo y, con el tiempo, obtendrán un adulto con debilidad por el subgénero al que pertenece este cómic y al que propongo llamar: soy un niño y los adultos me ocultan cosas. En España tenemos ejemplos ilustres —El príncipe destronado, Secretos del corazón—, por aquello de la Guerra Civil no explicada a los niños. En este caso el problema no es la guerra sino la ausencia de la madre. Si no recuerdo mal, en alguna entrevista Neil Gaiman dijo que muchas veces, cuando leía historias protagonizadas por niños, pensaba: "este tío [el autor] ya no se acuerda de lo que era ser niño". Creo que a Gaiman este cómic sí le gustaría.


  • Lo que no:


La bicicleta estática, de Sergi Pàmies

Sergi Pàmies es un escritor de ideas. El comienzo de uno de los cuentos: "He quedado conmigo mismo dentro de dos horas" (un tipo queda consigo mismo a través de internet). El comienzo de otro: "Le han recomendado tantas veces que busque las respuestas dentro de sí mismo que, un día, organiza una expedición" (un tipo viaja, literalmente, a su interior). En ocasiones la gracia de la idea está en la personificación de conceptos. Por ejemplo: "Llevo años intentando escribir una historia de amor entre el amor correspondido y el amor no correspondido" (el amor no correspondido es un personaje y el amor correspondido es otro). Otro ejemplo: "Erase una vez una vez que no era como las demás" (esa vez distinta a las demás también es un personaje). Además, a Pàmies le gusta el jugueteo metaficcional: "Para contar esta historia necesitamos la sala de espera de la consulta de una dietista diplomada" (un affair entre dos personajes contado como una receta de cocina). El problema es que no le saca ningún jugo a sus ideas, apenas las desarrolla, no construye nada sobre ellas. Llega uno al final del cuento y tiene la sensación de que con el enunciado de la idea habría tenido más que suficiente. Y eso que son cortos.

Mis circunstancias, de Lewis Trondheim

Lo más interesante es el apéndice: los colegas de Trondheim (autores de cómics, como él) tienen un pequeño espacio de "réplica por alusiones" para comentar si están de acuerdo o no con el retrato que Trondheim hace de ellos en el cómic. Con solo un pequeño párrafo, cualquiera de ellos consigue parecer mucho más interesante de lo que parece Trondheim después de todo un cómic dedicado a sus neuras. Trondheim habla tanto de lo poco que se gusta a sí mismo que resulta difícil creerlo: que no, Lewis, que nadie que se quiera tan poco dedica tanto tiempo a hablar de sí mismo y de sus (supuestos) defectos.


Hot Rod, de Akiva Schaffer

Consulto el IMDb:

- Nota: 6,7 sobre 10 (rozando el notable) (flipo: en la Wikipedia hay esto).

- A la gente que aprecia esta película también le gusta... Napoleon Dynamite (6,9), Te quiero tío (7,1), El reportero: la leyenda de Ron Burgundy (7,2).

No lo entiendo. Recuerdo haberme reído con esas tres pelis, pero ni uno solo de los gags de Hot Rod me ha hecho reír. Debe de ser culpa mía. La mitad de los memes de Julito Iglesias (Y lo sabes...) tampoco me hace gracia.

God Help the Girl, de Stuart Murdoch

Podría haber sido un musical ligero y pop sobre tres chavales resabidillos que acarician la idea que montar una banda, y en parte lo es, pero el fundador de Belle and Sebastian (director y guionista de la peli) se empeña en colar un trasfondo dramático —anorexia, depresión, amores no correspondidos...— que no solo no aporta trascendencia a la historia sino que resulta irrelevante y molesto por lo mal llevado que está. Es probable que a los fans de Belle and Sebastian sí les guste la peli. Yo habría necesitado una banda sonora algo menos lánguida, más del estilo de Lucky Soul.   

21 June 2016

Hermosos y malditos: en busca de la traducción perfecta



In 1913, when Anthony Patch was twenty-five, two years were already gone, since irony, the Holy Ghost os this later day, had, theoretically at least, descended upon him. Irony was the final polish of the shoe, the ultimate dab of the clothes-brush, a sort of intellectual "There"—yet at the brink of this story he has as yet gone no further than the conscious stage. As you first see him he wonders frequently whether he is not without honor an slightly mad, a shameful and obscene thinness glistening on the surface of the world like oil on a clean pond, these occasions being varied, of course, with those in which he thinks himself rather an exceptional young man, thoroughly sophisticated, well adjusted to his environment, an somewhat more significant than any one else he knows.

The Beautiful and Damned, F. SCOTT FITZGERALD



Hoy vamos a hacer algo que nunca habíamos hecho hasta ahora.

    UN LECTOR AL FONDO.— ¿Agradecer a Francia la existencia de Isabelle Huppert?
    EL CONVINCENTE GON.— (Reparando en la baguette que el lector lleva bajo el brazo.) Buen intento. 

No, señores y señoras, lo que vamos a hacer hoy es comparar dos traducciones distintas de un mismo traductor. Porque sí, amigos, a veces los traductores —al igual que los cirujanos plásticos— retocan sus trabajillos.

Para darle un poco de emoción al asunto, no les voy a decir cuál de las dos versiones es anterior/posterior a la otra. Tendrán que adivinarlo ustedes. No se fíen ni un pelo del orden en el que voy a colocar los textos: yo ya sé que ustedes van a pensar que yo voy a pensar que ustedes van a pensar que yo voy a pensar que ustedes van a pensar... [etc.], así que el orden lo ha decidido la suerte.

Hale, ahí tienen. Las diferencias están subrayadas y ennegritadas, que no es cuestión de que se me dejen la vista en la pantallita de su móvil.


****** ALIANZA ******


En 1913, cuando Anthony Patch cumplió los veinticinco años, habían transcurrido ya dos desde que la ironía —el Espíritu Santo de estos últimos tiempos— tuvo a bien descender, al menos teóricamente, sobre él. La ironía era como el toque final a los zapatos, como la última pasada de cepillo a la ropa, una especie de "¡Ya está!" intelectual; sin embargo, al comienzo de esta historia, Anthony no ha hecho más que alcanzar el uso de razón. La primera vez que lo vemos se pregunta con frecuencia si no será un hombre sin honor y algo chiflado, una sustancia vergonzosa y repulsivamente delgada que brilla sobre la superficie del mundo como el aceite sobre un estanque de aguas cristalinas; aunque en otras ocasiones, por supuesto, se considera un joven excepcional, extraordinariamente refinado, bien integrado en su entorno y, hasta cierto punto, más importante que todas las personas que conoce.

Traducción de José Luis López Muñoz

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**** DEBOLSILLO ****


En 1913, cuando Anthony Patch cumplió los veinticinco, habían transcurrido ya dos años desde que la ironía —el Espíritu Santo de estos últimos tiempos— descendiera, al menos teóricamente, sobre él. La ironía era como el toque final a los zapatos, como la última pasada de cepillo a la ropa, una especie de "¡Ya está!" intelectual; sin embargo, al comienzo de esta historia, Anthony no ha hecho más que alcanzar el uso de razón. La primera vez que lo vemos se pregunta con frecuencia si no será un hombre sin honor y algo chiflado, una sustancia vergonzosa y obscenamente delgada que brilla sobre la superficie del mundo como el aceite sobre un estanque de aguas cristalinas; aunque en otras ocasiones, por supuesto, se considera un joven excepcional, extraordinariamente refinado, bien integrado en su medio ambiente y, en cierto modo, más importante que todas las personas que conoce.

Traducción de José Luis López Muñoz


Si aciertan, ganarán dos puntos de autoestima que podrán lucir en sus próximas reuniones sociales.

Una pista: yo soy incapaz de ver una de las traducciones como una versión mejorada de la otra. Prefiero la de Alianza en añosentorno, y la de Debolsillo en descendiera, obscenamente y en cierto modo.

08 June 2016

No es un hombre, no es una mujer

Ayer en 8 Madrid TV me topé con este documental, de cuya existencia no tenía ni la más mínima noticia:




Dieciséis datos que quizá les interesen:

1. "No es un hombre. No es una mujer. Es una muñeca... vestida de azul": frase promocional de la película.

2. Se estrenó en 1983. Otras películas de ese mismo año: Flashdance, La fuerza del cariño, Superman III, Entre tinieblas y El retorno del Jedi.

3. Sinopsis:
La veraz historia de unos personajes reales: Lorenzo, René, José Antonio, Paco, Juan y José y de cómo y por qué se convirtieron en Lorena, René, Nacha, Eva, Tamara y Jossete respectivamente.

4. Por si no lo habían deducido ya: las seis  protagonistas son travestis (así se denominan ellas mismas).

Renée

5. El hermano de una de ellas dice en un momento de la película que prefiere que su hermana sea así antes que carterista o "subnormal en una silla de ruedas".

6. La película combina recursos típicos del género documental (entrevistas a cámara, escenas de su vida cotidiana, encuentros preparados de las protagonistas con sus familiares) con otros un poco más chocantes (voz en off de las protagonistas, recreaciones estilizadas de momentos de su vida íntima).

7. El director es Antonio Giménez-Rico, colaborador habitual de Qué grande es el cine, el programa de Garci.

Antonio Giménez-Rico

8. Tamara (ver foto) es de etnia gitana.

9. Una de las protagonistas tiene que presentarse en la oficina de reclutamiento. El funcionario le pregunta el nombre (ella lo dice), la fecha y el lugar de nacimiento (los dice), el nombre de sus padres (los dice) y la religión que profesa: "soltera", dice. No es una broma, es un error (la siguiente pregunta es el estado civil). Aclarado el malentendido, el funcionario anota "religión: ninguna".

10. Si ponen en Google el título de la película + blog, encontrarán un blog que considera Vestida de azul una película de culto.

11. Ninguna de las protagonistas es partidaria de operarse los genitales.

Tamara

12. La película incluye casi cinco minutos de imágenes de una operación de pecho.

13. En internet también se puede encontrar una crónica del Festival de San Sebastián que Ángel Fernández Santos publicó en El País en septiembre de 1983. La crónica se titula: "Giménez Rico ofrece en Vestida de azul la superficie de los travestidos". Fernández Santos opina que la película no aborda "el fondo de este lado extremo de la homosexualidad."

14. La fotografía es de un reconocido profesional: Teo Escamilla.

15. En otra de las escenas, tres de las protagonistas están reunidas con varios amigos homosexuales en el bar donde trabajan. Uno de los amigos pregunta: "Si existiese una pastilla que te la tomases y te convirtieses en heterosexual, ¿os la tomaríais? Yo no." Otro de los amigos dice: "El homosexual es el ser más perfecto que existe". Una de las protagonistas apostilla: "Todos los hombres son maricones. O les gusta dar o tomar."

Mayte

16. En la película se ve España tal cual era en los años ochenta. La ropa. La forma de pensar. La manera de hablar. Con el paso del tiempo, Vestida de azul —al margen de su calidad— se ha convertido en un documento.




* Al terminar de escribir la entrada, descubro un artículo en Jotdown que convierte en banal todo mi esfuerzo divulgativo. Le robo tres fotos.

25 May 2016

Que no, que no me la toques otra vez

Si algo hemos aprendido de Mortadelo y Filemón es que la música se puede usar como instrumento de tortura.

¿Se acuerdan?

Sabemos que George Orwell no leyó Mortadelo y Filemón porque en 1984 (la novela) el gobierno totalitario del Gran Hermano tortura a los disidentes enfrentándolos a sus mayores miedos y no a sus canciones más odiadas.

rat mask

Con estas dos imágenes en la retina, Mortadelo y Filemón y 1984, espero que entiendan el peligro que corro al revelarles lo que les voy a revelar a continuación: las cuatro canciones con las que la Policía, el Ejército o el Gobierno podrían hacerme confesar lo que ellos quisieran. Que fui yo quien enseñó inglés a Ana Botella, por ejemplo.

Lo sé. También yo estoy temblando.

Pero antes de seguir, una pequeña aclaración. No se trata de canciones que haya odiado desde el primer momento que las oí. Al contrario, son canciones que en un principio seguramente me parecieron resultonas y que incluso es probable que haya tarareado alguna vez con distraído agrado. De hecho, todas ellas son especialmente tarareables. Pero del mismo modo que Julio Iglesias ha superado con creces el capital solar con el que nació y solo en perjuicio de su tersura puede exponerse al sol de Miami, hace tiempo que yo he superado el número de veces que puedo escuchar estas cuatro canciones sin riesgo para mi salud mental.

Ahí las tienen.

Evito las verbenas como los vampiros evitan Benidorm.

Don't Worry Be Happy - BOBBY MCFERRIN
He visto a siniestros sangrar por los oídos al escucharla.

Mambo No. 5 - LOU BEGA
Doy gracias a Dios por no llamarme Mónica.

Corazón de neón - LA ORQUESTA MONDRAGÓN
Si cantas el estribillo delante de un espejo se aparece Anne Igartiburu.


Ya pueden hacer conmigo lo que quieran.



*Me he dado cuenta de que algunos lectores pueden pensar que frivolizo con el tema de la tortura. Les aclaro que estoy en contra de cualquier forma de tortura y que apoyo a las víctimas. Soy una buena persona: no tengo twitter.

05 May 2016

Simes y nomes del segundo bimestre

Sí o no, sin términos medios, porque para escurrir el bulto ya tenemos a Suiza.


  • Lo que sí:


Open, de Andre Agassi y J. R. Moehringer

Confieso: Nunca he visto un partido de tenis entero. No soy capaz de retener las reglas más elementales del sistema de puntuación.  Confundo a Bjorn Borg con Boris Becker. Me acuerdo de que existe Nadal cuando lo veo en los anuncios. Y a pesar de eso, voy y me leo las memorias de Andre Agassi. Y me gustan. Se les nota la mano de Moehringer, sobre todo en el desarrollo de las líneas argumentales y los motivos, pero en este caso la estrella es el personaje: alguien que sale a jugar un torneo internacional con un postizo para ocultar que se está quedando calvo tiene todas mis simpatías. Eso es un ser humano. Y aunque no me acabo de creer a Agassi cuando habla de temas espinosos (drogas, dopaje, divorcio), por lo menos no los evita. La edición, por cierto, me parece muy confortable, desde el tacto y la flexibilidad de las pastas al color del papel, pasando por el tamaño de la letra y el peso.

El coleccionista de juguetes, de James Gunn

¿Soy el único que no sabía que el director de Guardianes de la galaxia había escrito una novela digna de atención? Y digo "digna de atención" por moderar un poco mi entusiasmo porque en realidad para mí ha sido la mayor sorpresa del bimestre, la novela que más alto ha llegado con respecto a las expectativas iniciales. Probablemente no sea tan buena. No lo sé. Igual es cosa mía: una especie de hipersensibilidad al tema del paso del tiempo, una debilidad personal que también podríamos llamar comienzo de chochera. ¿Creen ustedes que al crecer ganamos o perdemos? ¿Alguna vez sienten que hacerse mayor es una estafa? ¿Se han convertido en el adulto que esperaban ser de pequeños? La novela da una respuesta amarga a estas cuestiones. Es triste, muy triste, pero también muy emocionante.

Un holograma para el rey, de Dave Eggers

Cuando h/ojeo un libro y me encuentro párrafos largos y densos sin apenas puntos y aparte, resoplo y pongo los ojos en blanco. La pereza que me invade es similar a la que sentiría si me invitasen a una conferencia de cuatro horas en la que hay que estar todo el rato de pie. Con Eggers esto no pasa. Eggers nunca se olvida de poner sillas, muchas sillas. En este caso: el texto está dividido en secuencias cortas (de menos de una página, la mayoría) separadas entre sí por renglones en blanco. Sí, amigos, truquito del mes: los renglones en blanco harán más cómoda la lectura de tu texto. Hazme caso, tus lectores te lo agradecerán. Aparte de esta tontería no tengo mucho más que decir. Ha sido una lectura agradable, que se ha adaptado perfectamente a los hábitos de lectura que me puedo permitir entre semana (es el libro ideal para leer antes de coger el sueño: la división en secuencias cortas hace que sea muy fácil dejarlo y retomarlo en casi cualquier punto) pero tengo que reconocer que dista mucho de ser una gran novela. De hecho, me temo que es una obra bastante menor en la trayectoria de Eggers. Pero entretiene y consigue transmitir el desconcierto en el que nos encontramos por culpa de la crisis del 2008, de la globalización de la economía, de la tensión occidente-islam y de eso que los sociólogos llaman "relaciones líquidas". Hay película en marcha (me la imagino como una especie de secuela de Up in the Air, que tampoco estaba mal, ¿no?)

Los viernes en Enrico's, de Don Carpenter

Me cito a mí mismo: el estilo de Don Carpenter "tiene una fluidez adictiva". Es coger el libro y no querer soltarlo hasta el final, sin importar qué serie tengas pendiente. No cansa, no decae, no afloja. Tiene una facilidad engañosa (engañosa porque no es tan fácil como parece escribir así). Y luego está el enorme mérito de crear un puñado de personajes que, a pesar de ser escritores, no son unos pedantes, ni unos redichos, ni unos intensos, solo seres humanos que se dedican a escribir (y no precisamente obras maestras). Podría ponerle alguna pega (ese final...) pero teniendo en cuenta que esta novela podría haberse quedado metida en un cajón por los siglos de los siglos —Carpenter la dejó inacabada, sus familiares la rescataron de los papeles que dejó a su muerte y la terminó Jonathan Lethem— creo que el sentimiento adecuado ahora mismo es gratitud.

Las crónicas de la señorita Hempel, de Sarah Shun-lien Bynum

Me ha sorprendido encontrar en internet tantos comentarios negativos sobre este libro. Que si está mal escrito, que si la protagonista es una sinsustancia, que si está sobrevalorado, que si no pasa de ser chick lit con pretensiones, etc. Y no entiendo la saña, la verdad. Es cierto que los elogios de la faja (¡Franzen!) son un tanto grandilocuentes para lo modesto que es el libro, pero ¿quién se cree las fajas? Las fajas son los padres. A mí me han gustado el tono entre irónico y tierno, la credibilidad de algunos detalles y las reflexiones de la protagonista sobre la enseñanza. Para mí, suficiente.

The Tribe, de Miroslav Slaboshpitsky

No estoy muy seguro de que esta película me haya gustado pero tengo claro que me ha gustado verla. ¿Por qué? Porque una cosa así no se ve todo los días. O mejor dicho, una cosa así no se ha visto nunca antes: todos los personajes se comunican mediante lenguaje de signos (no se oye una sola palabra en toda la película), los diálogos no están subtitulados, no hay música de fondo, está rodada únicamente con planos secuencia de encuadre muy abierto. El resultado es extraño, a medio camino entre el teatro, el cine mudo y la performance del arte moderno. La historia, bueeeno, digamos que es un poco novelón de Zola: la vida en los bajos fondos, crimen, prostitución, violencia y sexo. Pero todo muy seco y frío, como un informe entomológico. No es de llorar, no.

The Thin Blue Line, de Errol Morris

El padre de todos esos documentales tan de moda últimamente que tratan sobre lo peligroso que es en Estados Unidos que la poli te tome como principal sospechoso de un crímen, al margen de que haya pruebas concluyentes o no. Ya saben: Paradise Lost, Capturing the Friedmans, Making a Murderer, The Jinx... Este es pionero en el uso de las recreaciones con actores para ilustrar las distintas versiones de los hechos. En comparación con los ejemplos más actuales del género resulta mucho menos efectista y manipulador y, quizás precisamente por eso, también menos apabullante, pero la narración está llevada con muy buen pulso, no se recrea en los aspectos más morbosos y sigue siendo valioso como denuncia de las grietas del sistema.

Lilting, de Hong Kahou

Si algún día quieren ustedes hacer un drama que me conmueva hasta los huesos pueden recurrir a dos argumentos infalibles: 1. un adolescente que se acaba suicidando, 2. alguien incapaz de superar la muerte de su pareja. Pero no los combinen, la combinación —alguien incapaz de superar el suicidio de su pareja— no me conmueve lo más mínimo. Pueden tomar esta película como modelo. Cada vez que Ben Whishaw habla de su chico muerto, con esa contención y esa entereza, a mí se me hace un nudo en la garganta. La película tiene algo de melodrama, dicho sin ninguna intención peyorativa; hay un personaje que sufre un martirio injusto (Ben Whishaw, a manos de la madre de su pareja) y pequeños malentendidos que hacen que los sentimientos se recuezan, aunque nada se exagera ni se desboca. Es inglesa, claro. Pero sí, esta sí es de llorar.

El novato, de Rudi Rosenberg

Hace poco leí en algún lado que la comedia necesita una víctima, alguien que lo pase mal. Nos reímos de las caídas, de los tartazos en la cara, de las bromas de cámara oculta. En esta película el protagonista lo empieza pasando mal. La primera media hora (o más) no se diferencia demasiado de la típica película de instituto con protagonista marginado (en este caso por ser nuevo) y salvo algún personaje secundario no es especialmente graciosa. Sin embargo, a partir de una escena que no les voy a destripar, la película se vuelve cada vez más y más divertida y uno se ríe, no porque nadie lo pase mal, sino por todo lo contrario. No lo puedo explicar mejor, es algo que se contagia al verla. Mi comedia favorita de lo que va de año. Simpática a más no poder.

Kiki, el amor se hace, de Paco Léon

Ya hay quien dice que Paco León es el nuevo Almodóvar, entendiendo por Almodóvar el Almódovar atrevido y revoltoso de los inicios y mediados. Estoy de acuerdo. Todo lo que los espectadores se rieron de menos en Los amantes pasajeros se ríen ahora de más en Kiki, el amor se hace. Hay una palabra que van a encontrar en todas las críticas: vitalista. Termina la peli y uno no tiene ganas de irse a dormir. No todo funciona, eso también es cierto. A mí, por ejemplo, la historia del médico no me gustó demasiado. Pero Paco León consigue que lo bueno destaque más (Belén Cuesta, la escena de la llamada de telefónica).


  • Lo que no:


Los miércoles no existen, de Peris Romano

Hace poco Fernando Marías decía en El Cultural que en España se hacen demasiadas comedias, un género que él, salvo contadas excepciones (El gran Lebowski, Abierto hasta el amanecer), detesta. Viendo esta película uno tiene la tentación de darle la razón a Marías. No es graciosa, no tiene ritmo, a los diálogos les falta chispa, tira demasiado del tópico y del lugar común, los números musicales son aburridos y átonos. Pero no creo que tenga nada que ver con que sea española. En media hora de la peor serie española de humor que echen ahora mismo en la tele hay más gags efectivos que en toda esta película.

The Double, de Richard Ayoade

Grimosa e irritante. El quimérico inquilino dirigida por un imitador de Wes Anderson. Esto no pretende ser un elogio: no soporto El quimérico inquilino, imitar a Wes Anderson solo puede llevar a reproducir lo peor de Wes Anderson. El absurdo humorístico me encanta; el absurdo opresivo y onírico, como el de esta película, me exaspera. No. No soy el espectador ideal para El doble.

Goodnight Mommy, de Severin Fiala y Veronika Franz

Algunos medios (El País) la han presentado como la película más aterradora de los últimos tiempos. Titular: "Si ves este trailer no podrás dormir esta noche". Bobadas. No da ningún miedo. Se lo dice un adulto incapaz de dormir totalmente a oscuras. Pero el problema no es solo que no dé miedo —a mucha gente tampoco le importa que The Babadook no dé miedo—, el problema es que esta película ya se ha hecho antes y mejor. La idea principal es tan parecida a la de un clásico de culto cuyo título tendré la delicadeza de omitir que casi parece un remake, sin serlo. Y no es la falta de originalidad lo que me molesta, no. Es la torpeza de las estrategias narrativas, más evidente todavía al compararla con la maestría de la otra.

El clan, de Pablo Trapero

Está basada en un caso real pero no consigue explicar nada de lo que sucedió en realidad. No queda claro cómo ocurrieron las cosas. Demasiados cabos sueltos. Por ejemplo, ¿los miembros más jóvenes de la familia, sabían o no sabían lo que hacía su padre en el baño del fondo del pasillo? La película da a entender que no lo sabían pero tal y como está contado es imposible que no lo supiesen. Otro ejemplo: no profundiza en la que parece haber sido una de las claves del suceso: la relación del clan con las autoridades militares. Sin eso el espectador que llega de nuevas siente que le falta contexto. "Pues lee un poco de historia antes de ponerte a verla", me pueden decir ustedes. Pero es que para eso ya me lo leo todo y así no solo me entero mejor sino que me ahorro las dos horas de película. Eso sí, me perdería un plano impresionante que hay hacia el final y que es ver para creer.

La invitación, de Karyn Kusama

El protagonista acepta la invitación de su exmujer a una cena en la que se van a reunir todos los amiguetes que tienen en común. Nada más llegar se da cuenta de que su exmujer y su actual pareja se comportan de una forma extraña, como si tramasen algo. Ya hemos creado un clima de tensión. ¿Y qué hacemos entonces? Nada. Durante más de una hora no ocurre absolutamente nada que haga avanzar ese planteamiento inicial. Todo es apuntalar sospechas tibias, evocar un pasado trágico y sonreírse mucho los unos a los otros. Cuando el espectador ya está harto de conversaciones insulsas y flashbacks innecesarios, los acontecimientos se precipitan por el lado más previsible del asunto y la cosa se resuelve en diez minutos muy poco trepidantes. La sensación es de pérdida de tiempo.

21 April 2016

Pequeños problemas éticos, nº 8

Vas a comer a casa de un amigo que vive de alquiler. Al llegar te enseña el piso (es la primera vez que vas) y te comenta que desde hace poco tiene un compañero de piso y comparten gastos pero cuando estaba solo pagaba 700 euros de alquiler.

Manel Fontdevila

Durante la sobremesa llega su compañero de piso y se sienta con vosotros a tomar café. Como era de esperar, habláis de las alegrías y las miserias de compartir piso y el compañero de tu amigo dice que está muy contento, que ha sido una suerte encontrar ese piso porque un alquiler de 800 euros está muy bien para esa zona. Tu amigo no le corrige. Te das cuenta entonces de que el compañero de tu amigo cree que el alquiler es de 800 euros porque él paga 400 euros. Tu amigo —deduces— paga 300 euros.

¿Qué haces al respecto?
a) No haces ni dices nada. 
b) Haces algo.

Mi pregunta: ¿es ética la opción a)?

13 April 2016

Un cuento al mes: El amante demoníaco, de Shirley Jackson


No había dormido bien; desde la una y media, después de que Jamie se fuera y ella se metiera lánguidamente en la cama, hasta las siete, cuando se permitió levantarse y tomar café, había dormido mal, se había estado despertando por los nervios, quedándose con los ojos abiertos en la penumbra, recordando una y otra vez, sumergiéndose a cada rato en un sueño febril.

Traducción de Paula Kuffer


Las dos novelas de Shirley Jackson que he leído, La maldición de Hill House y Siempre hemos vivido en el castillo, me parecen estupendas. En cambio, el único cuento que he leído de ella, La lotería, no me gusta tanto. Demasiado moroso para mí: conocido el final ya no me apetece releerlo.

Novelas sí. Cuento no. Y yo voy e insisto con los cuentos. ¿Soy o no soy un insensato?




Lo peor del cuento es el principio. Ya saben: un personaje que se despierta.

Al final del primer párrafo hay un truco. No les desvelo demasiado si les digo que la protagonista se va a casar ese mismo día (de ahí los problemas para dormir). ¿Qué hace Jackson para que nos enteremos de esta circunstancia? Pues pone a la protagonista a escribir una carta para su hermana:
"Queridísima Anne, cuando recibas esta carta me habré casado ¿No te parece divertido?" 
Acto seguido la protagonista rompe la carta porque no sabe cómo seguir y entonces entendemos que ni la hermana ni la carta tenían la más mínima importancia, lo importante era que supiésemos que la protagonista se va a casar en unas horas y que lo supiésemos sin necesidad de recurrir a la omnisciencia del narrador.

¿Y por qué Jackson no hace que el narrador nos diga directamente que la protagonista está a punto de casarse? Porque los lectores damos por cierto todo lo que dicen los narradores en tercera persona y Jackson no quiere que el lector de su relato tenga demasiadas certezas sobre lo que está ocurriendo. Porque —ahora ya lo saben— este es uno de esos cuentos en los que, cuanto menos sepamos, mejor.

La inquietud de caminar a oscuras. Las puertas cerradas.

La atmósfera del cuento me ha recordado a la de algunos episodios de Alfred Hitchcock presenta, una de las series de televisión que más me flipaban de niño, aunque el cuento no tiene un planteamiento tan abracadabrante como el de las historias de la serie ni un final tan efectista. 'El amante demoníaco', a pesar de ese título tan pulp, se acerca más al realismo norteamericano de los relatos tipo The New Yorker pero, eso sí, con un regusto enrarecido. Y ese regusto es precisamente lo que le da gracia.

¿Me ha gustado más que La lotería? Diría que sí. ¿Me ha gustado mucho? Tampoco diría tanto. ¿Seguiré insistiendo con los cuentos de Jackson? ¿Por qué no?

31 March 2016

Fobias literarias



Bunny no se despertó del todo. Un sonido (no distinguió qué era) quebró la superficie de su sueño y se hundió como una piedra. El sueño se esfumó, dejándole despierto, varado, sobre su cama.

Vinieron como golondrinas, WILLIAM MAXWELL

[Traducción de Gabriela Bustelo]




¿Pero qué hay de malo en este pasaje?, se preguntarán ustedes. Y ahora es cuando me dejan por imposible: lo que me echa para atrás de esta cita es que se trata del principio de la novela y aparece un personaje despertándose. Ufff... Me dan mucha pereza las novelas que empiezan con alguien que se despierta. ¿Por qué? Porque es el comienzo menos singular que uno pueda imaginarse. Todos mis días empiezan así. Seguramente todos o casi todos sus días empiezan también así. Y los de la mayoría de la gente. Algunos autores intentan animar el asunto con florituras de estilo. Pero a mí me cuesta pensar que un narrador que empieza su relato de esa forma quiera (o sepa) seducirme.

18 March 2016

Canciones que deberían ser más conocidas (XX)



Lo mío con Lolaila Carmona acabó hace tiempo. Supongo que se fue enfriando poco a poco hasta que llegó un momento en que no tenía sentido seguir. Todavía la aprecio, claro; de vez en cuando la pongo en casa a todo volumen y recuerdo los buenos ratos que pasamos juntos. Pero tenía que dejarlo. No es culpa de nadie. Y no, por si se lo están preguntando: no le fui infiel.

Pero hace poco me he fijado en una de sus hermanas. Es raro; aunque estoy seguro de que ya la conocía, nunca le había prestado atención. La escuché una mañana y a la altura del estribillo ya estaba enamorado. Saltó la chispa. No me digan que solo es un capricho. No lo es. Lo sé porque también me gusta su interior: la letra. Hace que quiera ser mejor persona.

Ay, estoy lleno de amor. (No me hagan el gesto de vomitar que les veo.)

Tiene que acabar - Napoleón Solo