1. Caso real:
1922 - Encuentran a William Desmond Taylor —actor y director de cine— muerto en su casa. De un tiro. Aunque hay varios sospechosos, la fiscalía no llega a imputar a nadie.
1967- King Vidor —director de cine también— decide rodar una película sobre el caso. Se documenta, investiga. Lo que descubre le hace abandonar el proyecto.
1986 - El periodista Sidney D. Kirkpatrick publica A Cast of Killers, una novela en la que reconstruye la investigación de Vidor basándose en las notas que este dejó a su muerte y en los testimonios de los implicados que todavía siguen con vida.
2019 - Me leo la novela.
2. De todas las películas que se rodaron en la etapa del cine mudo apenas se conserva un 20% (siendo generosos). Más allá de Chaplin, el público no especializado sabe poco de ese mundo.
Digresión: cuando yo era niño ya empezaba a ser una rareza ver cine mudo en la tele. Hoy en día la rareza es ver cine antiguo en blanco y negro, aunque sea sonoro. Incluso entre la gente interesada en el cine: la mayoría de los jóvenes cinéfilos del siglo XXI no han visto nada más antiguo que Psicosis.
Como ventana a esa etapa —o agujerito, más bien— el libro resulta interesante y valioso.
3. Conviene leerlo con internet al lado, porque da unas ganas terribles de ver fotos de toda la gente que nombran. Eso sí, no busquen información del caso o corren el riesgo de que les destripen el final.
4. Como novela no es especialmente buena. Los personajes a los que Vidor va interrogando (algunos de ellos verdaderos mitos de la pantalla) apenas están caracterizados. Los diálogos son meramente funcionales, informativos, planos. Las escenas que tienen que ver con la situación personal de Vidor en el momento de la investigación (crisis de pareja) no llegan a molestar (son breves) pero caen del lado de lo irrelevante.
5. Más que a una novela se parece al guión de uno de esos documentales con muchas entrevistas a cámara. Se podría haber escrito en forma de reportaje periodístico y no nos habríamos perdido gran cosa. Aunque tampoco habríamos ganado gran cosa, la verdad. Esto no deja de ser una especie de piropo:
Un reparto de asesinos es lo más cerca que una novela puede estar de un reportaje periodístico sin que nos perdamos lo bueno del reportaje periodístico.
6. El caso se presta a teorías conspiratorias varias. La prensa sensacionalista lo aprovechó para airear asuntos turbios de Hollywood. Drogas. Sexo. Relaciones ocultas. Cuando los policías llegaron al lugar del crimen se encontraron a varios conocidos de Taylor que, alertados por los estudios del hallazgo del cuerpo, se habían presentado rápidamente en la casa de Taylor con intenciones no demasiado claras. ¿Contaminaron las pruebas para ocultar algún secreto? ¿Por qué los datos que se hicieron públicos en la prensa no coincidían con los de los informes policiales? ¿Por qué los distintos fiscales que se ocuparon del caso no llegaron a imputar a nadie? Lo interesante es que la novela da pie a reflexionar sobre qué puede hacer que una conspiración triunfe.
7. Hacia el final del libro el lector entra en la típica espiral «no puedo soltarlo, ¡necesito saber!»
propia del género de misterio. Así que bien, deja buen de sabor de boca, incluso a pesar de que la resolución no resulte especialmente sorprendente.