Novela. El protagonista nos cuenta en primera persona su experiencia como integrante de un jurado popular, desde su designación hasta el último día del juicio. Al acusado se le juzga por el asesinato de un familiar muy cercano, menor de edad. Hay muchos indicios en su contra pero ninguna prueba concluyente. Él, por supuesto, se declara inocente de todos los cargos. Su versión de los hechos no es demasiado sólida pero resulta imposible saber con certeza si miente o no. Tampoco hay un móvil claro. Las principales hipótesis que se barajan son casi inconcebibles, dada la relación del acusado con la víctima. Asumir que es culpable supone renunciar a la comprensión.
No es un thriller (el protagonista no corre ningún peligro) ni una novela policíaca (ningún personaje va a resolver el caso). Se parece más al relato que podríamos hacer cualquiera de nosotros después de haber pasado por una experiencia parecida. Se acerca a la crónica pero sin pretensiones de objetividad. El protagonista da todo tipo de detalles sobre el desarrollo del juicio y las deliberaciones del jurado, sin ocultar sus impresiones sobre el resto de los miembros (no habrá reseña que no mencione Doce hombres sin piedad). Dos temas principales: la imposibilidad de conocer la verdad, la justicia.
14 November 2016
02 November 2016
Simes y nomes del quinto bimestre
Sí o no, sin términos medios, porque tampoco es tan difícil, caray.
Las lecciones peligrosas, de Alissa Nutting
Resulta que no todas las historias están contadas. Esta de una profesora de veintiséis años que se dedica a seducir a chavales de catorce no la habíamos leído nunca. No creo que, a estas alturas, escandalice a nadie —la mayoría de los adolescentes de catorce estarían encantados de que una profesora buenorra se les insinuase— pero sí que hay algo perturbador en la protagonista. No tanto en sus hábitos sexuales, como en su capacidad de fingimiento y en su obsesión con la juventud. En varias ocasiones durante la lectura me acordé de La mano que mece la cuna. Uno llega a disfrutar viendo cómo se las apaña la protagonista para salirse con la suya. Es el morbo (criminal más que sexual) el que tira de la lectura. Hay quien la compara con Lolita (a la inversa), pero no tiene nada que ver la una con la otra. Las lecciones peligrosas es una novela de género. De género negro. Y bastante aceptable, además.
Belle de Jour, de Joseph Kessel
Vi la película de Buñuel hace un porrón de años y reconozco que no la entendí del todo. Para ser más preciso: a quien no entendí del todo fue a la protagonista. ¿Disfrutaba o no disfrutaba? La interpretación de Catherine Deneuve tampoco es que ayudase demasiado; cuando un francés pone cara de lechuga no le pidas que te la explique (dicho esto con su puntita de piropo, que conste). La novela, en cambio, es bastante clara. Lo que le pasa a Severine, la protagonista, es que un buen día descubre que prefiere el sexo cuando va asociado a su poquito de suciedad, imposición y urgencia, y aunque adora a su marido, con él no puede tener eso. En definitiva, la clásica escisión entre follar y amar. Hoy por hoy, en la era de la hipersexualización, el enfoque del libro puede sonar un poco anticuado pero que tire el primer gel frío-calor quien no se haya asomado nunca a la fatídica grieta.
Sin novedad en el Orient Express, de Magnus Mills
Al llegar al final, uno se da cuenta de que lo que ha leído no deja de ser un chiste alargado. ¿Gracioso? Bueno, el golpe final no es lo mejor. Lo mejor es cómo se va complicando poco a poco la situación del protagonista hasta casi rozar el absurdo sin que nadie —ni siquiera el propio protagonista— se extrañe demasiado (nadie en el relato, quiero decir; el lector sí). Quizá eso (que el protagonista se deje enredar en la madeja sin apenas rechistar) sea lo que más diferencie la novela de los referentes con los que podríamos compararla: Kafka, Jo, qué noche. Y quizá también ahí sea donde se encuentre el mensaje de la historia: la facilidad con la que nos dejamos uncir al yugo laboral
Sound of My Voice, de Zal Batmanglij
Siento debilidad por las historias en las que no se sabe si uno de los personajes está mintiendo o no y esa duda bifurca la interpretación de los hechos. Un ejemplo muy conocido sería Instinto básico (¿Catherine Tramell es una asesina?). Mi gozo se intensifica cuando hay elementos sobrenaturales en juego, como ocurre en otra película, no tan famosa, que me fascina: Agnes de Dios (¿realmente ha recibido la monja la visita de Dios?). Y después de esta introducción voy y les cuento que Sound of My Voice trata sobre una pareja que se infiltra en una secta para hacer un reportaje de investigación y se encuentra con que no les resulta tan fácil decidir si la líder de la secta miente o dice la verdad sobre su extraordinaria procedencia. Y entonces, inmediatamente, ustedes entienden por qué la película se lleva un sime.
Experimenter, de Michael Almereyda
Todos los biopics son falsos, fallan en su intento de ofrecer un retrato del personaje en cuestión. Lo único que puede salvarlos (al menos parcialmente) es que consigan explicar en qué consistió el logro que hizo famosos a esos personajes. Desde esta perspectiva, Experimenter acierta de lleno al prescindir totalmente de la parte del retrato (las motivaciones internas de Milgram o la relación que tuviese con su mujer importan un pito) y centrarse en lo que realmente importa: el experimento. La película lo presenta, además, de una forma bastante crítica, sin ocultar las limitaciones de los planteamientos de Milgram. En resumen, interesante para aquellos a quienes les guste la divulgación. La divulgación y Winona Ryder.
Elle, de Paul Verhoeven
Hay una escena en la película que a Isabelle Huppert debió de costarle mucho rodar. Me la imagino la noche anterior en su cama, enferma de dudas: "¿Seré capaz de hacerlo? ¿Podré soportarlo?" Se trata de una escena en la que su personaje sonríe enseñando los dientes. Y sí, por difícil de creer que sea, Isabelle sonríe enseñando los dientes. De hecho, Isabelle Huppert consigue la interpretación más entrañable y más simpática de su carrera, sin abandonar —claro que no— ese estereotipo de estirada retorcida perversa te miro y quieres desaparecer que ella frecuenta. Verhoeven (director), Birke (guionista), hay que tener el alma muy negra para conseguir que nuestras simpatías estén con Huppert. Vaya una películita ambigua, escabrosa y regocijante nos habéis regalado. Sale uno del cine con ganas de darse una ducha.
La reconquista, de Jonás Trueba
Mientras veía La reconquista no podía dejar de pensar en lo acostumbrados que estamos a que las películas estén llenas de elipsis y a que las escenas tengan una duración funcional para evitar aburrir al espectador, como en una especie horror vacui narrativo. Y si no podía dejar de pensarlo es porque Jonás Trueba no corta donde cortarían la mayoría de los directores/guionistas. Los dos protas van a un bar, al concierto de un cantautor, y asistimos —asistir es la palabra— a la interpretación de tres canciones enteras (!!!) del reperterio. Por la mañana temprano el chico vuelve a su casa en moto y la cámara lo sigue por las calles de Madrid desde que arranca hasta que llega a su destino, con muy pocos cortes por el medio. Y en ningún momento resulta aburrido. Al contrario, no hay manera de apartar la mirada. ¿Que la película es un poco cursi? Sí. ¿Que la segunda parte decae un poco (diálogos que rechinan en boca de los actores)? También. ¿Que la nouvelle vague ya lo había hecho antes y mejor? Puede ser. ¿Pero saben qué les digo? Pequeñeces.
Después de nosotros, de Joachim Lafosse
Empecemos con un tópico: el título original es mucho más esclarecedor: L'economie du couple. Cuando el amor se acaba solo queda la economía. Me debes. Te debo. Me pagas. Te pago. La película me dejó un poco frío, la verdad. Todas las escenas (menos una) transcurren en la casa de los protagonistas y me pasé todo el tiempo haciendo un plano mental de la distribución de las habitaciones. Pero sí que hay una escena que me gustó mucho e incluso me emocionó —por lo que ocurre, por cómo está rodado y por la interpretación de Bérénice Bejo— y que justifica (me pillan tontorrón) subir la película al grupete de lo que sí. Quien haya visto la peli sabrá a qué escena me refiero.
Asfixia, de Chuck Palahniuk
Mi primer Palahniuk. Probablemente el último. Al principio me gustó, no crean. El capítulo del tío con el mono y los cacahuetes me pareció francamente bueno. Pero el esquema se repite demasiado: Palahniuk presenta una única escena por capítulo y durante el desarrollo de esa escena va repitiendo machaconamente un mismo motivo. Da la impresión de que para Palahniuk la unidad narrativa es el capítulo. Cada uno de ellos tiene la coherencia de una redacción escolar con un tema dado. Pero más allá de los límites del capítulo, Palahniuk se pierde, no es capaz de montar un conjunto compacto, se deja por el camino cosas que parecía que iban a tener más peso (el grupo de terapia para adictos al sexo) e insiste en otras menos interesantes (la relación con la psiquiatra). El hilo narrativo —que podríamos resumir en ¿qué hago con la loca de mi madre?— es muy débil, no basta para ligar la mayonesa. La novela se queda en una colección de estampas escabrosas demasiado parecidas entre sí.
Al final lo que hace que avancemos en la lectura no es el estilo del autor ni el interés por la historia sino las curiosidades sórdidas que siembran el texto y lo convierten, por momentos, en una versión oscura de esas secciones de QUO o de MUY INTERESANTE del tipo ¿Sabías que...? Me imagino a Palahniuk leyendo un artículo científico sobre penes del mundo animal y pensando: esto lo tengo que incluir en mi próxima novela como sea. Me esperaba algo más gracioso y subversivo, la verdad.
El libro de la señorita Buncle, de D. E. Stevenson
No es que tenga nada malo muy malo que decir de esta novela. Es entretenida (moderadamente) y se lee con facilidad. Mi problema es que la novela —como se pueden imaginar ustedes por el título— trata del libro que ha escrito la señorita Buncle, un libro maravilloso, agudo, divertidísimo, según afirma constantemente la mayoría de los personajes que lo leen (los personajes positivos, al menos), y entonces yo me pregunto: ¿por qué Stevenson no nos da a leer ese libro de la señorita Buncle, tan perspicaz y sutil, en vez de esta novela que trata sobre el libro que ha escrito la señorita Buncle, que no es especialmente divertida, ni maravillosa, ni aguda?
La mujer de la habitación oscura, de Minetarô Mochizuki
De Mochizuki conocía Dragon Head —una serie con un comienzo brutal que siempre me viene a la cabeza cuando voy en tren por un túnel— y sabía que se trata de un autor con talento para la creación de atmósferas inquietantes. Había leído, además, que hay gente que considera La mujer de la habitación oscura uno de los cómics más terroríficos jamás escritos/dibujados. Así que, con estos antecedentes, se pueden figurar ustedes la ilusión con que comencé la lectura. ¿Se han imaginado mi carita risueña? Pues ahora péguenme una bofetada.
Reconozco que el cómic tiene alguna viñeta efectiva, pero en conjunto le veo bastantes más fallos que aciertos. Es demasiado reiterativo, las escenas de acción son muy confusas, el autor hace que los personajes piensen o digan ciertas cosas con el único propósito de que el lector entienda algo que debería haber entendido solo con mirar los dibujos, y lo que más me molesta —algo muy común en el género fantástico y de terror— los personajes se empeñan en no aceptar una explicación sobrenatural de los hechos cuando TODO apunta hacia esa posibilidad.
Mi loco Erasmus, de Carlo Padial
Menudo tostón. La culpa es mía, por insistir con el posthumor (y sus aledaños) cuando sé de sobra que no me hace puta gracia. Lo único bueno que puedo decir de este pseudodocumental es que la abuela del protagonista es una señora realmente entrañable. Las dos o tres escenas en las que ella aparece son las únicas que tienen algo de interés. Padial, ahí es donde tenías la mina, y no en el plasta del nieto.
De Palma, de Noah Baumbach y Jake Paltrow
Brian de Palma repasa su carrera, película por película, comentando sin demasiado entusiasmo algunas de las decisiones tomadas. No parece que tenga gran cosa que decir. No es un saco de anécdotas (a diferencia de Wilder). No da lecciones (a diferencia de Hitchcock). No tiene alma de conferenciante (a diferencia de Bogdanovich). No transmite pasión (a diferencia de Scorsese). Ni siquiera se le ve interés en reivindicar sus logros artísticos (a diferencia de Capra). Da lo mismo. Aunque el documental no tenga mucho interés, para mí siempre será uno de mis directores favoritos.
Magia a la luz de la luna, de Woody Allen
La moraleja de la película —porque sí, estamos ante una fábula con moraleja— se sostiene sobre uno de los tópicos que más detesto, por simplista y engañoso: no elegimos de quién nos enamoramos. Esto lo usa Woody Allen para decirnos que incluso la persona más escéptica y pragmática del mundo (por ejemplo, un mago/ilusionista que no cree en el más allá) deberá admitir que existe algo en el universo que escapa a la razón, algo que depende más de la fe que de la evidencia, algo verdaderamente mágico: el Amor... [Amor, Amor]
- Lo que sí:
Resulta que no todas las historias están contadas. Esta de una profesora de veintiséis años que se dedica a seducir a chavales de catorce no la habíamos leído nunca. No creo que, a estas alturas, escandalice a nadie —la mayoría de los adolescentes de catorce estarían encantados de que una profesora buenorra se les insinuase— pero sí que hay algo perturbador en la protagonista. No tanto en sus hábitos sexuales, como en su capacidad de fingimiento y en su obsesión con la juventud. En varias ocasiones durante la lectura me acordé de La mano que mece la cuna. Uno llega a disfrutar viendo cómo se las apaña la protagonista para salirse con la suya. Es el morbo (criminal más que sexual) el que tira de la lectura. Hay quien la compara con Lolita (a la inversa), pero no tiene nada que ver la una con la otra. Las lecciones peligrosas es una novela de género. De género negro. Y bastante aceptable, además.
Vi la película de Buñuel hace un porrón de años y reconozco que no la entendí del todo. Para ser más preciso: a quien no entendí del todo fue a la protagonista. ¿Disfrutaba o no disfrutaba? La interpretación de Catherine Deneuve tampoco es que ayudase demasiado; cuando un francés pone cara de lechuga no le pidas que te la explique (dicho esto con su puntita de piropo, que conste). La novela, en cambio, es bastante clara. Lo que le pasa a Severine, la protagonista, es que un buen día descubre que prefiere el sexo cuando va asociado a su poquito de suciedad, imposición y urgencia, y aunque adora a su marido, con él no puede tener eso. En definitiva, la clásica escisión entre follar y amar. Hoy por hoy, en la era de la hipersexualización, el enfoque del libro puede sonar un poco anticuado pero que tire el primer gel frío-calor quien no se haya asomado nunca a la fatídica grieta.
Sin novedad en el Orient Express, de Magnus Mills
Al llegar al final, uno se da cuenta de que lo que ha leído no deja de ser un chiste alargado. ¿Gracioso? Bueno, el golpe final no es lo mejor. Lo mejor es cómo se va complicando poco a poco la situación del protagonista hasta casi rozar el absurdo sin que nadie —ni siquiera el propio protagonista— se extrañe demasiado (nadie en el relato, quiero decir; el lector sí). Quizá eso (que el protagonista se deje enredar en la madeja sin apenas rechistar) sea lo que más diferencie la novela de los referentes con los que podríamos compararla: Kafka, Jo, qué noche. Y quizá también ahí sea donde se encuentre el mensaje de la historia: la facilidad con la que nos dejamos uncir al yugo laboral
Siento debilidad por las historias en las que no se sabe si uno de los personajes está mintiendo o no y esa duda bifurca la interpretación de los hechos. Un ejemplo muy conocido sería Instinto básico (¿Catherine Tramell es una asesina?). Mi gozo se intensifica cuando hay elementos sobrenaturales en juego, como ocurre en otra película, no tan famosa, que me fascina: Agnes de Dios (¿realmente ha recibido la monja la visita de Dios?). Y después de esta introducción voy y les cuento que Sound of My Voice trata sobre una pareja que se infiltra en una secta para hacer un reportaje de investigación y se encuentra con que no les resulta tan fácil decidir si la líder de la secta miente o dice la verdad sobre su extraordinaria procedencia. Y entonces, inmediatamente, ustedes entienden por qué la película se lleva un sime.
Todos los biopics son falsos, fallan en su intento de ofrecer un retrato del personaje en cuestión. Lo único que puede salvarlos (al menos parcialmente) es que consigan explicar en qué consistió el logro que hizo famosos a esos personajes. Desde esta perspectiva, Experimenter acierta de lleno al prescindir totalmente de la parte del retrato (las motivaciones internas de Milgram o la relación que tuviese con su mujer importan un pito) y centrarse en lo que realmente importa: el experimento. La película lo presenta, además, de una forma bastante crítica, sin ocultar las limitaciones de los planteamientos de Milgram. En resumen, interesante para aquellos a quienes les guste la divulgación. La divulgación y Winona Ryder.
Hay una escena en la película que a Isabelle Huppert debió de costarle mucho rodar. Me la imagino la noche anterior en su cama, enferma de dudas: "¿Seré capaz de hacerlo? ¿Podré soportarlo?" Se trata de una escena en la que su personaje sonríe enseñando los dientes. Y sí, por difícil de creer que sea, Isabelle sonríe enseñando los dientes. De hecho, Isabelle Huppert consigue la interpretación más entrañable y más simpática de su carrera, sin abandonar —claro que no— ese estereotipo de estirada retorcida perversa te miro y quieres desaparecer que ella frecuenta. Verhoeven (director), Birke (guionista), hay que tener el alma muy negra para conseguir que nuestras simpatías estén con Huppert. Vaya una películita ambigua, escabrosa y regocijante nos habéis regalado. Sale uno del cine con ganas de darse una ducha.
Mientras veía La reconquista no podía dejar de pensar en lo acostumbrados que estamos a que las películas estén llenas de elipsis y a que las escenas tengan una duración funcional para evitar aburrir al espectador, como en una especie horror vacui narrativo. Y si no podía dejar de pensarlo es porque Jonás Trueba no corta donde cortarían la mayoría de los directores/guionistas. Los dos protas van a un bar, al concierto de un cantautor, y asistimos —asistir es la palabra— a la interpretación de tres canciones enteras (!!!) del reperterio. Por la mañana temprano el chico vuelve a su casa en moto y la cámara lo sigue por las calles de Madrid desde que arranca hasta que llega a su destino, con muy pocos cortes por el medio. Y en ningún momento resulta aburrido. Al contrario, no hay manera de apartar la mirada. ¿Que la película es un poco cursi? Sí. ¿Que la segunda parte decae un poco (diálogos que rechinan en boca de los actores)? También. ¿Que la nouvelle vague ya lo había hecho antes y mejor? Puede ser. ¿Pero saben qué les digo? Pequeñeces.
Después de nosotros, de Joachim Lafosse
Empecemos con un tópico: el título original es mucho más esclarecedor: L'economie du couple. Cuando el amor se acaba solo queda la economía. Me debes. Te debo. Me pagas. Te pago. La película me dejó un poco frío, la verdad. Todas las escenas (menos una) transcurren en la casa de los protagonistas y me pasé todo el tiempo haciendo un plano mental de la distribución de las habitaciones. Pero sí que hay una escena que me gustó mucho e incluso me emocionó —por lo que ocurre, por cómo está rodado y por la interpretación de Bérénice Bejo— y que justifica (me pillan tontorrón) subir la película al grupete de lo que sí. Quien haya visto la peli sabrá a qué escena me refiero.
- Lo que no:
Mi primer Palahniuk. Probablemente el último. Al principio me gustó, no crean. El capítulo del tío con el mono y los cacahuetes me pareció francamente bueno. Pero el esquema se repite demasiado: Palahniuk presenta una única escena por capítulo y durante el desarrollo de esa escena va repitiendo machaconamente un mismo motivo. Da la impresión de que para Palahniuk la unidad narrativa es el capítulo. Cada uno de ellos tiene la coherencia de una redacción escolar con un tema dado. Pero más allá de los límites del capítulo, Palahniuk se pierde, no es capaz de montar un conjunto compacto, se deja por el camino cosas que parecía que iban a tener más peso (el grupo de terapia para adictos al sexo) e insiste en otras menos interesantes (la relación con la psiquiatra). El hilo narrativo —que podríamos resumir en ¿qué hago con la loca de mi madre?— es muy débil, no basta para ligar la mayonesa. La novela se queda en una colección de estampas escabrosas demasiado parecidas entre sí.
Al final lo que hace que avancemos en la lectura no es el estilo del autor ni el interés por la historia sino las curiosidades sórdidas que siembran el texto y lo convierten, por momentos, en una versión oscura de esas secciones de QUO o de MUY INTERESANTE del tipo ¿Sabías que...? Me imagino a Palahniuk leyendo un artículo científico sobre penes del mundo animal y pensando: esto lo tengo que incluir en mi próxima novela como sea. Me esperaba algo más gracioso y subversivo, la verdad.
El libro de la señorita Buncle, de D. E. Stevenson
No es que tenga nada malo muy malo que decir de esta novela. Es entretenida (moderadamente) y se lee con facilidad. Mi problema es que la novela —como se pueden imaginar ustedes por el título— trata del libro que ha escrito la señorita Buncle, un libro maravilloso, agudo, divertidísimo, según afirma constantemente la mayoría de los personajes que lo leen (los personajes positivos, al menos), y entonces yo me pregunto: ¿por qué Stevenson no nos da a leer ese libro de la señorita Buncle, tan perspicaz y sutil, en vez de esta novela que trata sobre el libro que ha escrito la señorita Buncle, que no es especialmente divertida, ni maravillosa, ni aguda?
La mujer de la habitación oscura, de Minetarô Mochizuki
De Mochizuki conocía Dragon Head —una serie con un comienzo brutal que siempre me viene a la cabeza cuando voy en tren por un túnel— y sabía que se trata de un autor con talento para la creación de atmósferas inquietantes. Había leído, además, que hay gente que considera La mujer de la habitación oscura uno de los cómics más terroríficos jamás escritos/dibujados. Así que, con estos antecedentes, se pueden figurar ustedes la ilusión con que comencé la lectura. ¿Se han imaginado mi carita risueña? Pues ahora péguenme una bofetada.
Reconozco que el cómic tiene alguna viñeta efectiva, pero en conjunto le veo bastantes más fallos que aciertos. Es demasiado reiterativo, las escenas de acción son muy confusas, el autor hace que los personajes piensen o digan ciertas cosas con el único propósito de que el lector entienda algo que debería haber entendido solo con mirar los dibujos, y lo que más me molesta —algo muy común en el género fantástico y de terror— los personajes se empeñan en no aceptar una explicación sobrenatural de los hechos cuando TODO apunta hacia esa posibilidad.
Mi loco Erasmus, de Carlo Padial
Menudo tostón. La culpa es mía, por insistir con el posthumor (y sus aledaños) cuando sé de sobra que no me hace puta gracia. Lo único bueno que puedo decir de este pseudodocumental es que la abuela del protagonista es una señora realmente entrañable. Las dos o tres escenas en las que ella aparece son las únicas que tienen algo de interés. Padial, ahí es donde tenías la mina, y no en el plasta del nieto.
Brian de Palma repasa su carrera, película por película, comentando sin demasiado entusiasmo algunas de las decisiones tomadas. No parece que tenga gran cosa que decir. No es un saco de anécdotas (a diferencia de Wilder). No da lecciones (a diferencia de Hitchcock). No tiene alma de conferenciante (a diferencia de Bogdanovich). No transmite pasión (a diferencia de Scorsese). Ni siquiera se le ve interés en reivindicar sus logros artísticos (a diferencia de Capra). Da lo mismo. Aunque el documental no tenga mucho interés, para mí siempre será uno de mis directores favoritos.
La moraleja de la película —porque sí, estamos ante una fábula con moraleja— se sostiene sobre uno de los tópicos que más detesto, por simplista y engañoso: no elegimos de quién nos enamoramos. Esto lo usa Woody Allen para decirnos que incluso la persona más escéptica y pragmática del mundo (por ejemplo, un mago/ilusionista que no cree en el más allá) deberá admitir que existe algo en el universo que escapa a la razón, algo que depende más de la fe que de la evidencia, algo verdaderamente mágico: el Amor... [Amor, Amor]
BÓ-BÁ-DÁS
Pero lo peor no es ya que el guión de Allen esté sembrado de falacias, plantee falsas dicotomías y mezcle churras con merinas espolvoreándolo todo con cursilería, lo peor es que la película aburre.
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Simes y nomes
22 October 2016
La isla del tesoro: en busca de la traducción perfecta
Squire Trelawney, Dr. Livesey, and the rest of these gentlemen having asked me to write down the whole particulars about Treasure Island, from the beginning to the end, keeping nothing back but the bearings of the island, and that only because there is still treasure not yet lifted, I take up my pen in the year of grace 17_ and go back to the time when my father kept the Admiral Benbow inn and the brown old seaman with the sabre cut first took up his lodging under our roof.
Treasure Island, ROBERT LOUIS STEVENSON
Siento el disgusto que se va a llevar Pérez-Reverte pero confieso que no me he leído La isla del tesoro. Aunque de pequeño la tuve muchas veces en mis manos, había tres cosas que me echaban para atrás: ya había visto la película (aun hoy me da pereza leer el libro si ya he visto la película), los libros sobre viajes en barco me parecían un rollo (todas esas velas, cuerdas y aparejos con nombres raros) y no entendía esa fascinación colectiva por los piratas (me pasa lo mismo con los gangsters y con los rockeros canallitas).
Como nunca es tarde si la dicha es buena, me propongo enmendar mi error y me lanzo a las librerías a comparar las ediciones más recientes.
* AUSTRAL *
El squire* Trelawney, el doctor Livesey y los demás señores me han encargado poner por escrito todo lo referente a la Isla del Tesoro, de principio a fin, sin dejar otra cosa en el tintero que la posición de la isla, y esto porque aún quedan allí riquezas que no han sido recogidas. Tomo, pues, la pluma en el año de gracia de 17... y retrocedo hasta el tiempo en que mi padre era el dueño de la posada Almirante Benbow, y en que el viejo navegante, de moreno y curtido rostro, cruzado por un sablazo, se acomodó como huésped bajo nuestro techo.
Traducción de José Torroba
La más antigua de todas (1920) y la menos fiel. Se podría discutir si es acertado o no (1) convertir la larga oración subordinada en dos oraciones separadas por un punto, (2) traducir "keeping nothing back but" por "sin dejar otra cosa en el tintero que" o (3) dejar sin traducir ese "first" de la última cláusula. A mí, la verdad, me gusta bastante. Tiene un aire anticuado que pega con el contenido y con la época y, aunque resulte más retórica que el original, se lee con mucha fluidez, no suena tan encorsetada como otras que veremos a continuación.
La edición de la imagen es la más reciente de todas. Está dirigida a un público juvenil, lo que significa letra grande (siempre de agradecer).
Por cierto, el asterisco en squire significa que la palabra está explicada en una nota al pie.
* ALFAGUARA *
Y
* PENGUIN *
Habiéndome pedido el caballero Trelawney, el doctor Livesey y los demás caballeros que escribiera, desde el principio hasta el fin, toda la historia de la isla del tesoro, sin omitir nada salvo la posición de la misma y eso solo porque todavía queda allí algún tesoro no descubierto, tomo la pluma en el año de gracia de 17... y retrocedo al tiempo en que mi padre regentaba la posada Almirante Benbow y en que el viejo y atezado marinero, con la cicatriz causada por un sablazo, por primer vez se alojó bajo nuestro techo.
Traducción de Jordi Beltrán
Cosillas que no me convencen: "desde el principio hasta el fin" (prefiero "de principio a fin"), "tesoro no descubierto" (en español se usa más la expresión "por descubrir"), "eso solo" (un pelín cacofónico), "atezado" (demasiado literario para el "brown" del original),"causada por un sablazo" (¿es necesario ese "causada"?). En general, creo que es la que menos se parece a lo que un escritor como Stevenson habría escrito si su idioma hubiese sido el español.
* ALIANZA *
Como el caballero Trelawney, el doctor Livesey y el resto de estos señores me han pedido que escriba todos los detalles de la Isla del Tesoro, de principio a fin, sin reservarme nada más que la demarcación de la isla, y eso únicamente porque todavía queda allí parte del tesoro, tomo la pluma en el año de gracia de 17... y vuelvo a la época en que mi padre regentaba la posada del Almirante Benbow, y llegó a alojarse bajo nuestro techo el viejo marinero bronceado con la cicatriz de un sablazo.
Traducción de Fernando Santos Fontenla
Otra que me gusta bastante. El lenguaje es muy natural y sencillo. Podríamos discutir algunas de las elecciones léxicas ("demarcación", "bronceado") pero mis mayores reservas tienen que ver con "estos señores" y con "la posada del Almirante Benbow". Por lo que poco que yo sé, el uso en inglés de expresiones como "these gentlemen" o "this man" al comienzo de una narración no equivale exactamente al demostrativo español; de hecho, Santos Fontenla es el único de los cinco traductores que opta por el demostrativo. En cuanto a la posada, Almirante Benbow es el nombre de la posada, no es que sea la posada del Almirante Benbow.
Dado que el squire Trelawney, el doctor Livesey, y el resto de los señores me han pedido que escriba todos los pormenores referentes a la Isla del Tesoro, de principio a fin, sin omitir otra cosa que la situación de la isla, y eso solo porque aún quedan allí tesoros por desenterrar, tomo la pluma en el año de gracia de 17... y retrocedo a la época en que mi padre llevaba la posada del «Almirante Benbow», y el viejo y curtido marinero, con el sablazo en la cara, vino a alojarse bajo nuestro techo.
Traducción de Francisco Torres Oliver
En conjunto, teniendo en cuenta tanto la traducción como la edición (excelente relación calidad-precio), es una de las más recomendables. Se le pueden poner pegas: no hay una nota al pie para explicar el significado de squire, vuelven a aparecer "eso solo" y "la posada del Almirante..." (ver comentarios anteriores), "el sablazo en la cara" (¿dice Stevenson que la cicatriz sea en la cara"?).
* REINO DE CORDELIA *
Comoquiera que el squire* Trelawny, el doctor Livesey y otros caballeros como ellos me han pedido que ponga por escrito todos los detalles referentes a la isla del Tesoro, de principio a fin, sin callar nada excepto sus coordenadas —y esto solo porque todavía queda allí tesoro que recobrar—, tomo la pluma en el año de gracia de 17...* y me remonto a la época en que mi padre regentaba la posada Almirante Benbow, cuando el viejo marinero de piel curtida y con la cicatriz de un sablazo llegó a hospedarse bajo nuestro techo.
Traducción de Pollux Hernúñez
En esta ocasión no tengo una clara favorita. Estoy entre AUSTRAL/Torroba (por el encanto añejo) y VALDEMAR/Torres Oliver (por el conjunto de la edición) pero no descarto rotundamente ninguna de las otras.
(04/11/2016) *Actualización:
Encuentro dos traducciones más:
El squire Trelawney, el doctor Livesey, y los demás caballeros me han pedido que escriba todos los detalles referentes a la isla del tesoro, de principio a fin, sin omitir nada salvo la situación de la isla, y eso únicamente porque allí sigue enterrado parte del tesoro. Tomo, pues, la pluma en el año de gracia de 17...* y me remonto a la época en que mi padre regentaba la posada del «Almirante Benbow»*, y el viejo marino, cuyo curtido rostro estaba cruzado por un sablazo, vino por vez primera a hospedarse bajo nuestro techo.
Traducción de Juan Antonio Molina Foix
La subo al podio de mis favoritas. Aparte de alguna cosilla que ya comenté con las otras, lo único que no me gusta es ese "cuyo curtido rostro estaba cruzado por un sablazo", poco grácil en comparación con el original.
* ANAYA *
El caballero* Trelawny, el doctor Livesey y los demás gentileshombres me han pedido que relate los pormenores de lo que aconteció en la isla del Tesoro, del principio al fin y sin omitir nada excepto la posición de la isla, y ello por la sencilla razón de que parte del tesoro sigue enterrado allí; cojo, pues, la pluma en el año de gracia de 17... y me remonto a la época en que mi padre regentaba la posada del «Almirante Benbow», y el viejo lobo de mar con la cara tostada y marcada por un chirlo de sable vino a hospedarse bajo nuestro techo.
Traducción de María Durante
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Actualización (2 de septiembre de 2020):
* SALVAT *
Imposible me ha sido rehusarme a las repetidas instancias que el caballero Trelawny, el doctor Livesey y otros muchos señores me han hecho para que escribiese la historia circunstanciada y completa de la isla del tesoro. Voy, pues, a poner manos a la obra contándolo todo, desde la «alfa» hasta la «omega», sin dejarme cosa alguna en el tintero, exceptuando la determinación geográfica de la isla, y eso tan solamente porque tengo por seguro que en ella existe todavía un tesoro todavía no descubierto. Tomo la pluma en el año de gracia de 17xx y retrocedo hasta la época en que mi padre tenía aún la posada del Almirante Benbow, y hasta el día en que por primera vez llegó a alojarse en ella aquel viejo marino de tez bronceada y curtida por los elementos, con su grande y visible cicatriz.
Traducción de Manuel Caballero
(gracias a la cuenta de Twitter Telaraña de libros)
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Actualización (12 de mayo de 2020):
* VICENS VIVES *
El squire* Trelawney*, el doctor Livesey y los demás me han encargado que ponga por escrito todo lo referente a la Isla del Tesoro, de cabo a rabo, sin dejar otra cosa en el tintero que la posición de la isla, y esto porque aún quedan allí riquezas que no han sido recogidas. Tomo, pues, la pluma en el año de gracia de 17... y retrocedo hasta el tiempo en que mi padre era el dueño de la posada del Almirante Benbow, y en que el viejo navegante, de moreno y curtido rostro cruzado por un sablazo, se acomodó como huésped bajo nuestro techo.
Traducción de José Torroba y Julio-César Santoyo
* CÍRCULO DE LECTORES *
El señor Trelawney, el doctor Livesey y otros caballeros me han instado repetidamente para que escribiese la historia detallada de la Isla del Tesoro, sin omitir nada desde el principio al fin, excepto la localización geográfica de la isla, y esto sólo porque en ella existe todavía un tesoro escondido. Tomo, pues, la pluma en el año de gracia del 17... y retrocedo hasta la época en que mi padre era el posadero del Almirante Benbow y aquel marino de tez bronceada y gran cicatriz vino a alojarse bajo nuestro techo.
Traducción de Anna Muria
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En busca de la traducción perfecta
11 October 2016
Fobias literarias
Se llaman así porque dentro de ellos —dentro de un inofensivo bote de melocotón en almíbar, de espárragos, de borraja en conserva— las mariposas son sacrificadas. Hay dos procedimientos que Olmo pasa a detallarme: uno consiste en meter el bote en el congelador con la mariposa viva y esperar unas tres o cuatro horas hasta que el insecto muera; el otro es depositar en el culo del bote un material absorbente —una bayeta por ejemplo—, cubrirlo con un poco de escayola, rellenar el recipiente con cloroformo y, después, introducir dentro de él la mariposa y esperar a que, encerrada en el bote, agonice a causa de las emanaciones del éter con el que se ha empapado la bayeta.
Black, black, black, MARTA SANZ
¿Qué es lo que me molesta de este fragmento? ¿Qué fobia intento ejemplificar?
Solución: manualidades mal explicadas.
Si esto fuera una película, un flashback les trasladaría ahora a mi lejana infancia, en concreto a aquel día en que empecé a hacer una figurita de papiroflexia siguiendo las instrucciones de un libro y no pude terminarla por culpa de los numerosos errores cometidos por el dibujante de las susodichas instrucciones. 'Trauma' es la palabra, sí.
En el fragmento de arriba todo va bien hasta que el narrador dice "rellenar el recipiente con cloroformo". Si rellenemos un bote con cloroformo y después metemos dentro una mariposa, la mariposa no va a morir por culpa de las emanaciones, va a morir ahogada en el líquido. El narrador tendría que haber dicho que el cloroformo no debe superar el nivel de la escayola para que la mariposa no entre en contacto con él ( por cierto, ¿por qué escayola?). Llámenme talibán, pero por cosas así puedo llegar a descartar de por vida a un escritor.
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Fobias literarias
03 October 2016
Un cuento al mes: Ingeniería genética , de David Sedaris
Siempre he tenido la sensación de que, bajo las circunstancias adecuadas, mi padre es el tipo de hombre que podría haber inventado el horno microondas o el transistor. Nunca acudirías a él en busca de consejo por un problema personal, pero siempre era el primero a quien llamabas cuando se rompía el lavaplatos o alguien arrojaba un peine en el desagüe de la taza del váter.
Traducción de Toni Hill
Supe de la existencia de David Sedaris hace unos cuantos años (no muchos) gracias a una página web en la que hacían un ranking de los autores (vivos) más graciosos del planeta. No recuerdo exactamente en qué puesto estaba pero creo que bastante alto. En el artículo venían a decir que sus cuentos eran un festival de carcajadas. Piensa en tu monologuista favorito y multiplícalo por cuatro.
Desde entonces he leído unos cuantos cuentos de Sedaris (no muchos) y mi opinión de todos ellos es muy similar. Ingeniería genética es el que tengo más reciente, pero podría haber escogido cualquier otro.
Lo primero: ¿de verdad Sedaris es tan hilarante como nos lo venden? En mi opinión: no.
Sedaris es un contador de anécdotas —aparentemente verídicas— que, de vez en cuando (a veces muy de vez en cuando), acierta con el enfoque que hace resaltar lo cómico de la situación. No es una metralleta de one-liners tipo Groucho Marx o Woody Allen. No. Sedaris no hace chistes. Tampoco explota la otra vía: la ironía refinada al estilo inglés. Muchas veces en Sedaris lo gracioso lo encontramos en el choque entre las altas expectativas de los personajes —él y su familia— y la cruda realidad. Pero sin hacer sangre. De hecho, da la la sensación de que en ocasiones Sedaris deja pasar la oportunidad de ser sarcástico o mordaz simplemente porque prefiere ser amable.
Le gusta, eso sí, sacar jugo a los comportamientos excéntricos y paradójicos. Lo mejor de sus cuentos suele estar al principio, cuando presenta el tema principal y acumula pequeñas anécdotas sobre las peculiaridades de su familia. Lo siguiente suele resultar más decepcionante: se centra en una situación concreta que relata con más detalle y que parece prometer muchas risas pero, aunque hay algunos chispazos por el camino, el final suele ser más bien anticlimático, menos divertido que tierno.
No he hecho la prueba, pero es posible que Sedaris funcione mejor por acumulación, leyendo varios cuentos seguidos, cuando uno ya ha logrado ponerse a tono. Si algún día lo pruebo, les cuento.
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Un cuento al mes
02 September 2016
Simes y nomes del cuartro bimestre
Sí o no, sin términos medios, porque polarizar es apostar por la transmisión de energía.
Pacto de sangre, de James M. Cain
Había visto la película —Perdición, de Billy Wilder— y había leído otra novela de Cain —El cartero siempre llama dos veces— así que tenía una imagen muy clara de lo que me iba a encontrar. No me ha defraudado. Ha sido como comerse una bolsa de patatas fritas justo cuando lo que te apetece es comerte una bolsa de patatas fritas. Tiene la concisión que asocio a mis novelas favoritas del género. No pasa a mi canon particular porque es demasiado parecida a El cartero siempre llama dos veces y me ha gustado un pelín menos. Por cierto, escritores cuarentones que todavía no habéis publicado nada, no desesperéis: Cain no vio su nombre en los escaparates hasta los 42 años.
La mujer del teniente francés, de John Fowles
Me encanta la novela del siglo XIX. Una de mis favoritas es Middlemarch, de George Eliot. Siempre que la recomiendo advierto que hay que tener paciencia con la voz narrativa porque puede resultar un poco anticuada y cargante: el típico narrador en tercera persona omnisciente, entrometido y moralista que se pasa la mitad del tiempo sermoneando al lector. A mí no me molesta, al contrario: me gusta, pero sé que para el lector moderno puede resultar pesado. Ya saben, desde Flaubert la tendencia ha sido silenciar cada vez más a los narradores en tercera persona.
La mujer del teniente francés viene a ser una especie de remake de una novela del XIX. Misma época, mismo argumento y mismo narrador entrometido. La diferencia, lo original está en que ese narrador ya no pertenece al siglo XIX sino al XX, así que ni su punto de vista ni su función en el novela son los mismos que tenía con George Eliot. La ciencia ha desplazado a la religión, el relativismo ha acabado con las verdades absolutas, la mujer ha conquistado nuevas parcelas de libertad. Así, el narrador de La mujer... no interviene ya para ofrecer soporte moral sino, principalmente, para explicar el contexto histórico de los personajes. Comenta que los colores de los vestidos de la época eran más llamativos de lo que nos imaginamos en la actualidad, explica la dualidad de la mentalidad victoriana (Jekyll vs. Hyde), cita estudios y estadísticas sobre el enorme desarrollo de la prostitución en la época. Y lo hace siempre de manera oportuna, esclarecedora y sugestiva, incluso con humor. La novela histórica perfecta.
Y la novela postmoderna perfecta, también. Porque sí, amigos, aquí hay metaficción. El narrador no oculta que lo que estamos leyendo es una novela escrita por él y, sobre la marcha, va comentando qué intenciones tenía al empezar a escribirla, qué dificultades se encuentra en el camino, qué estrategias pone en práctica. Pero todo ello de una forma muy natural, nada pedante.
La prueba de que Fowles no tiene un pelo de tonto es que, en el meollo del asunto, coloca un misterio: ¿por qué la amante del teniente francés actúa como actúa? El narrador mantiene un significativo silencio al respecto, a sabiendas de que de ello depende una gran parte del poder de fascinación de la novela. Conmigo, desde luego, ha funcionado. Me la he leído completamente absorto, aplaudiendo por dentro en las mejores partes. En una palabra: soberbia. Ya tiene un hueco al lado de Middlemarch.
El arte de la defensa, de Chad Harbach
Dicen —en la contraportada— que John Irving ha dicho de esta novela: "Pura diversión, se lee sin ningún esfuerzo". ¿Es cosa de mi mente cizañera o estamos ante un genuino piropo envenenado? ¿Nos está diciendo Irving que aquí diversión mucha pero literatura más bien poca? En cualquier caso, tiene razón: la novela se lee con una facilidad imprevista para un tochete de 540 páginas sobre el mundo del béisbol universitario y, además, es muy entretenida. Todos seguimos alguna serie que no nos parece una maravilla ni nos encanta, que incluso consideramos un poco tópica, pero que está hecha con la suficiente competencia narrativa como para que nos hayamos enganchado a la historia (Cinco hermanos, Bates Motel, How to Get Away with Murder). Pues esta novela vendría a ser algo así.
En Goodreads se pueden leer micropolémicas acerca de si hace falta (o no) ser aficionado al béisbol para disfrutarla de verdad. Mi opinión: no es necesario. Un año en mi colegio se puso de moda jugar al béisbol. Jugábamos durante el recreo de después de comer. Con una pelota de tenis. Bateábamos con el brazo. Lo poco que sé del béisbol lo aprendí ese año y me ha sorprendido comprobar que las reglas que seguíamos entonces se parecían bastante a las de verdad. Pues bien, con esas cuatro reglas yo he tenido más que suficiente para seguir los partidos que se cuentan en el libro así que no creo que se necesite un gran bagaje. Nada que la Wikipedia no pueda solucionar. Y que nadie piense que la estoy recomendando: en cuanto saquen la serie —creo que ya están en ello—, a poco bien que les salga, la novela pasará a ser prescindible.
Trampa para Cenicienta, de Sébastien J aprisot
Compro el libro en una librería de segunda mano sin conocerlo de nada, solo porque me gusta el principio:
El primer capítulo me encanta. Leo la novela casi de un tirón. Tiene un estilo rápido e impresionista en el que no cuesta avanzar. Me pregunto todo el tiempo si Almodóvar la habrá leído. Es fácil imaginarse una adaptación en programa doble con La piel que habito. Me doy cuenta, además, de que pasa con nota el test de Bechdel: los tres personajes principales son mujeres que rara vez hablan de sus relaciones con hombres. El final, la última línea, me produce un escalofrío (flojito).
Momentos estelares de temporada baja, de Peter J. Smith
Imaginen una especie de mapa estelar en el que cada estrella represente un libro. Tracen ahora una línea desde El guardián entre el centeno de J. D. Salinger hasta Menos que cero de Bret Easton Ellis. A continuación dividan esa línea en tres partes. Si lo han hecho bien, sobre esa línea, a un tercio de El guardián entre el centeno, deberían encontrar Momentos estelares de temporada baja. Me lo he leído porque, basándose en las puntuaciones que he dado a otros libros, Readgeek predijo que, de 0 a 10, me gustaría en grado 10. No ha acertado. 7'5 como mucho.
Basta con la sinopsis para que se hagan una idea de lo mucho que esta novela debe a El guardián entre el centeno: un chaval de clase alta al que acaban de expulsar del instituto se dedica a deambular por las calles para no tener que enfrentarse al futuro que los adultos planean para él. Se diferencia en algo fundamental. Una mayoría de los lectores, sobre todo adolescentes, se identifica con Holden Caulfield, con su idealismo, con su desprecio a la falsedad. El protagonista de Momentos estelares de temporada baja es mucho más hermético. Aunque también es el narrador de la historia, no cuenta nada demasiado íntimo y solo parece tener dos reacciones ante las cosas: o le deprimen o le resbalan. De hecho, su característica más destacada es la indolencia. Si El guardián... se puede considerar un retrato de la adolescencia desde dentro, Momentos... sería un retrato por fuera.
Apenas hay argumento, solo una larga sucesión de escenas en las que el prota va de un lado a otro y se encuentra con distintos personajes. Todo seguido, sin elipsis entre una escena y otra más allá de aquellos momentos en los que el prota duerme, viaja en avión o se queda inconsciente. Suena aburrido, lo sé, y no voy a negar que la novela tiene un ritmo un tanto lento, oriental, pero hay dos cosas que la elevan: (primera) cada una de las escenas está construida de forma que se genera en el lector una cierta expectativa por lo que va a pasar, incluso aunque al final no pase gran cosa; (segunda) el narrador es muy observador, demuestra una atención al detalle que acaba atrayendo también la propia atención del lector y hace las escenas más vívidas. No es para echar cohetes pero un 7'5 tampoco está mal.
R100, de Hitoshi Matsumoto
Los japoneses y las parafilias. Si nos dijesen que hay japoneses que se excitan con los envoltorios de celofán de los caramelos, nos lo creeríamos a pies juntillas. Esta peli empieza por ahí, por el lado de las parafilias, pero luego da giros (todavía más) rarunos. El título tiene su explicación, nos la dan en la propia película: R100 es la calificación por edad que se merece esta cinta, porque solo alguien de cien años puede comprender tanto absurdo junto.
En realidad no tiene gran cosa que entender, no está planteada desde un punto de vista intelectual. Es ese tipo de películas grotescas, pulp y un poco locas con las que uno puede imaginarse a Tarantino disfrutando como un enano (ay, esos personajes femeninos...). ¿Conocen esa sensación de escándalo y regocijo que le embarga a uno ante algo que transgrede los límites habituales de la burrada? Como esas señoras que van de público a la tele y gritan alborozadas* cuando uno de los colaboradores suelta una gracieta sobre caca. Pues con algunas escenas de esta peli pasa un poco eso. En resumen, comedia chocante: The Game + Belle de Jour + Kill Bill + Rubber.
* Aborozadas: Palabras que nunca he usado.
Anomalisa, de Charlie Kaufman
A Charlie Kaufman se le puede amar y odiar al mismo tiempo. Se le puede amar por Cómo ser John Malkovich y ¡Olvídate de mí! y se le puede odiar por Adaptation y Synecdoche, New York. Yo últimamente estaba por la labor de odiarle* (más información aquí), pero gracias a Anomalisa estoy dispuesto a invitarle a cenar en casa una noche. Tres cosas que me han tenido pegado a la pantalla:
1. La estética realista, poco habitual en el cine de animación.
2. Todos los personajes, menos el protagonista, tienen la misma cara y la misma voz. ¿Por qué?
3. El personaje femenino, Lisa.
Si admitimos que Kaufman se suele mover entre lo sesudo y lo emotivo, podríamos decir que en Anomalisa gana lo emotivo.
* Lo siento si les sangran los ojos, en el caso de personas de sexo/género masculino soy leísta militante.
Incendies, de Denis Villeneuve
Incendies no es verosímil o lo es de una manera muy frágil: no resiste el más mínimo análisis. A mí, en general, no me molesta en absoluto la falta de verosimilitud siempre y cuando se prescinda de ella para conseguir algo todavía mejor: comicidad, emoción, belleza... ¿Qué pretende conseguir Incendies al sacrificar (o debilitar) su verosimilitud? Aliento trágico. Y ahí es precisamente donde falla la película, porque en la historia que nos cuenta Incendies la tragedia no está del lado de los protagonistas, está del lado del personaje que menos voz tiene (el otro hermano). Desde el punto de vista de los protagonistas la película se acerca al culebrón o al melodrama porque no son ellos quienes provocan su propia desgracia. Pero toda esta reflexión la hago cuando termina la película; mientras la veo no analizo, me dejo llevar por una narración potente. En eso Villeneuve no falla. Así que vale: es un sime.
Perfetti Sconosciuti, de Paolo Genovese
He aquí una película que pueden recomendar a sus suegros, a sus sobrinos adolescentes, a sus compañeros de trabajo y a casi cualquiera de sus conocidos con la certeza de que van a conseguir un altísimo porcentaje de aciertos. ¿Por qué? Trata un tema de interés universal: lo poco que conocemos incluso a las personas más cercanas a nosotros. Tiene un guión de hierro —hay acreditados hasta cinco guionistas—, que dosifica con habilidad la información que se desvela y se oculta a los espectadores. Los golpes de efecto funcionan a la perfección. Explota con gracia las posibilidades dramáticas de un objeto cotidiano: los móviles. Presenta un espectro de personajes lo suficientemente variado como para que cualquier espectador reconozca algo de sí mismo en alguno de ellos, más allá del estereotipo. En suma: objetivamente la peli es un logro.
Peur[s] du Noir, de Blutch, Charles Burns, Marie Caillou, Pierre Di Sciullo, Lorenzo Mattotti, Richard McGuire
De los seis cortos solo son interesantes dos y ninguno de ellos lo es por el guión:
1. Charles Burns. ¿Qué fan de Burns no se ha imaginado Agujero Negro convertida en una película de animación? ¿Cómo quedarían sus fascinantes imágenes en movimiento? El corto de Burns nos ayuda a hacernos una idea. Una idea esperanzadora. Aunque sería deseable que la animación fuese menos rígida, menos Daria y más Persépolis.
2. Robert McGuire. Nadie diría que este McGuire es el mismo autor de Aquí, el cómic revelación de 2015. Los dibujos no se parecen en nada. El corto, visualmente, es una auténtica maravilla. Explota el claroscuro (un único punto de luz en un escenario que se encuentra completamente a oscuras) de una forma que yo jamás había visto antes. Precioso.
Canciones de amor a quemarropa, de Nickolas Butler
Si de algo me ha dado ganas esta novela es de no ir nunca a Winsconsin. Qué hartura de ruralismo épico americano (la humanidad se divide en dos grupos: el de los que están hechos para este pueblo y el de los que no). Qué hartura de bucolismo (no hay amaneceres como los amaneceres de este pueblo). Como si la nieve y el frío fueran patrimonio exclusivo de las buenas gentes de la América rural, que siempre están dispuestas a echar una mano. Porque América, la verdadera América, no es otra cosa que un montón de gente compartiendo su comida en una feria, comiendo junta (sic).
Y qué personajes. El artista sensible y generoso que no olvida sus raíces, el grandullón fuertote y callado que lleva en su pecho un corazón de oro, la guapilista del pueblo: universitaria reconvertida en esposa y madre, el colega egoistón que vuelve al pueblo después de haber triunfado en los negocios y se arruina por puro amor a ese pedacito de Winsconsin, su perfecta esposa (forastera pero maja en el fondo) que nunca estará tan guapa como el día de su boda, el cowboy sonado al que todo el mundo adora y protege, su novia stripper (reformada por el poder del amor) que tan feliz lo hace... Muy entrañable todo. Demasiado para mí. Aunque reconozco que hay un episodio que sí me tocó la fibra: el del matrimonio mayor que ha perdido a su hijo en la guerra. Todo lo demás, como que no.
Calvary, de John Michael McDonagh
Algunas cosas que no entiendo de esta película:
1. El prota es cura, todo el mundo lo considera un buen hombre, íntegro, solícito y comprensivo. Sin embargo, de repente, algunos de los habitantes del pueblo empiezan a tratarle con hostilidad. ¿Por qué? Ni idea. No ocurre nada que explique ese calvario por el que pasa el cura ni que justifique por qué lo pasa en ese momento de su vida y no cinco años antes.
2. Todos los personajes menos el cura están caracterizados de una manera exagerada, burda y hasta grotesca pero sin ninguna finalidad cómica (esto es un drama). Sale el actor de Black Books y parece que interpreta el mismo personaje.
3. Todos los personajes hablan igual, con la misma mezcla de ingenio y sarcasmo. Incluso el niño. Todos tienen una replica fulminante en el bolsillo.
4. Todos los personajes tienden a monologar y a irse por los cerros de Úbeda pero a su interlocutor nunca se le oye decir: "¿se puede saber de qué coño me estás hablando?"
Está claro: no la he entendido.
Todos queremos algo, de Richard Linklater
Las peliculas de instituto no mienten: existe una jerarquía entre los chicos basada en la capacidad para triunfar en los deportes. Yo nunca llegué demasiado alto en esa escala. Aunque era de los que más corrían, no me gustaban ni un pelo los deportes de equipo (fútbol, baloncesto) por una cuestión de justicia o miedo: los compañeros que mejor jugaban solían meterse con los "paquetes" como yo. Y por eso me resulta difícil congeniar con esta película. No puedo evitar verla como una apología idealizada —homoerotismo incluido— de esa élite deportiva de instituto. No me creo tanto buen rollo, tanta vida en el cénit de su esplendor. Un ejemplo: los protagonistas, un equipo universitario de jugadores de béisbol pagadísimos de sí mismos, van a un concierto punk y a una fiesta de estudiantes con inquietudes artísticas, y aunque se les ve fuera de lugar en los dos sitios, ninguno de ellos hace el más mínimo comentario negativo ni suelta chanza alguna. Completamente irreal, sí. A su lado, Desmadre a la americana, Porky's y American Pie casi se pueden considerar documentales. Linklater, tío, de ti no me esperaba esto.
Berberian Sound Studio, de Peter Strickland
Carlos Pumares dijo una vez una cosa muy sensata: el cine experimental —también llamado de arte y ensayo— es eso, experimental, y como todos los experimentos, unas veces sale bien y otras, en cambio, sale mal. Berberian Sound Studio es un experimento fallido. Interesante pero fallido.
Interesante: cine dentro del cine, en un estudio de sonido ponen banda sonora a una película de terror pero nunca vemos las imágenes de esa película, solo oímos la banda sonora, homenaje al giallo, influencias de Lynch, de Arrebato, de Blow Out...
Fallido: aburre (al menos a mí) cuando ninguno de sus referentes lo hacía.
Hay quien salva la película por lo que tiene de representación de la capacidad de arrabato del cine pero creo que ese discurso habría tenido bastante más interés si los personajes, en vez de estar haciendo una película de terror, estuviesen haciendo una porno. Lo digo en serio.
Vanishing on 7th Street, de Brad Anderson
La idea de partida no está mal —unos pocos supervivientes se enfrentan a una oscuridad maligna que invade el planeta y engulle a todo aquel que no se encuentre cerca de un punto de luz— pero la dirección es muy pobre, paupérrima.
Ejemplo 1. Desaparición: plano de un guarda jurado que se acerca a un lugar oscuro, corte a la cara de sorpresa de un colega que va detrás, vuelta al plano del lugar oscuro, el guarda jurado ya no está, el colega apunta con una linterna y en el suelo vemos el uniforme "vacío" del guarda jurado (como las cáscaras de una gamba recién chupada).
Ejemplo 2. Amenaza: uno de los supervivientes camina despreocupadamente por un pasillo en penumbra, sin darse cuenta de que a su espalda, por las paredes del pasillo, avanza una sombra amenazadora en la que se distinguen con claridad una cabeza y unas manos humanas, el superviviente dobla la esquina del pasillo justo antes de que la sombra consiga alcanzarle (uf, perseguido por un maestro en el arte de las sombras chinescas, aterrador).
¿Perciben el olorcillo a falta de presupuesto y a falta de inventiva? Ni siquiera es una peli mala de las que dan risa, es mala insulsa.
- Lo que sí:
Había visto la película —Perdición, de Billy Wilder— y había leído otra novela de Cain —El cartero siempre llama dos veces— así que tenía una imagen muy clara de lo que me iba a encontrar. No me ha defraudado. Ha sido como comerse una bolsa de patatas fritas justo cuando lo que te apetece es comerte una bolsa de patatas fritas. Tiene la concisión que asocio a mis novelas favoritas del género. No pasa a mi canon particular porque es demasiado parecida a El cartero siempre llama dos veces y me ha gustado un pelín menos. Por cierto, escritores cuarentones que todavía no habéis publicado nada, no desesperéis: Cain no vio su nombre en los escaparates hasta los 42 años.
Me encanta la novela del siglo XIX. Una de mis favoritas es Middlemarch, de George Eliot. Siempre que la recomiendo advierto que hay que tener paciencia con la voz narrativa porque puede resultar un poco anticuada y cargante: el típico narrador en tercera persona omnisciente, entrometido y moralista que se pasa la mitad del tiempo sermoneando al lector. A mí no me molesta, al contrario: me gusta, pero sé que para el lector moderno puede resultar pesado. Ya saben, desde Flaubert la tendencia ha sido silenciar cada vez más a los narradores en tercera persona.
La mujer del teniente francés viene a ser una especie de remake de una novela del XIX. Misma época, mismo argumento y mismo narrador entrometido. La diferencia, lo original está en que ese narrador ya no pertenece al siglo XIX sino al XX, así que ni su punto de vista ni su función en el novela son los mismos que tenía con George Eliot. La ciencia ha desplazado a la religión, el relativismo ha acabado con las verdades absolutas, la mujer ha conquistado nuevas parcelas de libertad. Así, el narrador de La mujer... no interviene ya para ofrecer soporte moral sino, principalmente, para explicar el contexto histórico de los personajes. Comenta que los colores de los vestidos de la época eran más llamativos de lo que nos imaginamos en la actualidad, explica la dualidad de la mentalidad victoriana (Jekyll vs. Hyde), cita estudios y estadísticas sobre el enorme desarrollo de la prostitución en la época. Y lo hace siempre de manera oportuna, esclarecedora y sugestiva, incluso con humor. La novela histórica perfecta.
Y la novela postmoderna perfecta, también. Porque sí, amigos, aquí hay metaficción. El narrador no oculta que lo que estamos leyendo es una novela escrita por él y, sobre la marcha, va comentando qué intenciones tenía al empezar a escribirla, qué dificultades se encuentra en el camino, qué estrategias pone en práctica. Pero todo ello de una forma muy natural, nada pedante.
La prueba de que Fowles no tiene un pelo de tonto es que, en el meollo del asunto, coloca un misterio: ¿por qué la amante del teniente francés actúa como actúa? El narrador mantiene un significativo silencio al respecto, a sabiendas de que de ello depende una gran parte del poder de fascinación de la novela. Conmigo, desde luego, ha funcionado. Me la he leído completamente absorto, aplaudiendo por dentro en las mejores partes. En una palabra: soberbia. Ya tiene un hueco al lado de Middlemarch.
Dicen —en la contraportada— que John Irving ha dicho de esta novela: "Pura diversión, se lee sin ningún esfuerzo". ¿Es cosa de mi mente cizañera o estamos ante un genuino piropo envenenado? ¿Nos está diciendo Irving que aquí diversión mucha pero literatura más bien poca? En cualquier caso, tiene razón: la novela se lee con una facilidad imprevista para un tochete de 540 páginas sobre el mundo del béisbol universitario y, además, es muy entretenida. Todos seguimos alguna serie que no nos parece una maravilla ni nos encanta, que incluso consideramos un poco tópica, pero que está hecha con la suficiente competencia narrativa como para que nos hayamos enganchado a la historia (Cinco hermanos, Bates Motel, How to Get Away with Murder). Pues esta novela vendría a ser algo así.
En Goodreads se pueden leer micropolémicas acerca de si hace falta (o no) ser aficionado al béisbol para disfrutarla de verdad. Mi opinión: no es necesario. Un año en mi colegio se puso de moda jugar al béisbol. Jugábamos durante el recreo de después de comer. Con una pelota de tenis. Bateábamos con el brazo. Lo poco que sé del béisbol lo aprendí ese año y me ha sorprendido comprobar que las reglas que seguíamos entonces se parecían bastante a las de verdad. Pues bien, con esas cuatro reglas yo he tenido más que suficiente para seguir los partidos que se cuentan en el libro así que no creo que se necesite un gran bagaje. Nada que la Wikipedia no pueda solucionar. Y que nadie piense que la estoy recomendando: en cuanto saquen la serie —creo que ya están en ello—, a poco bien que les salga, la novela pasará a ser prescindible.
Trampa para Cenicienta, de Sébastien J aprisot
Compro el libro en una librería de segunda mano sin conocerlo de nada, solo porque me gusta el principio:
Éranse una vez, hace mucho tiempo, tres niñas: la primera, Mi, la segunda, Do, la tercera, La. Tenían una madrina que olía bien, que nunca las regañaba cuando hacían travesuras y a quien llamaban madrina Midola.
Un día, están en el patio. La madrina da un beso a Mi, no se lo da a Do y tampoco a La.
Un día, juegan a papás y mamás. La madrina escoge a Mi, nunca escoge a Do y tampoco dice nada a La.
Un día están tristes. La madrina, que se marcha, llora con Mi, no dice nada a Do y tampoco dice nada a La.
De las tres niñas, Mi es la más guapa y Do la más inteligente. La muere pronto.
Gracias a Google me entero de que Sébastien Japrisot es el autor de la novela en la que se basa Largo domingo de noviazgo, una película por la que siento debilidad. No es un escritor popular pero, al parecer, sí bastante apreciado por los connaisseurs —es francés— de la literatura policiaca.
El primer capítulo me encanta. Leo la novela casi de un tirón. Tiene un estilo rápido e impresionista en el que no cuesta avanzar. Me pregunto todo el tiempo si Almodóvar la habrá leído. Es fácil imaginarse una adaptación en programa doble con La piel que habito. Me doy cuenta, además, de que pasa con nota el test de Bechdel: los tres personajes principales son mujeres que rara vez hablan de sus relaciones con hombres. El final, la última línea, me produce un escalofrío (flojito).
Momentos estelares de temporada baja, de Peter J. Smith
Imaginen una especie de mapa estelar en el que cada estrella represente un libro. Tracen ahora una línea desde El guardián entre el centeno de J. D. Salinger hasta Menos que cero de Bret Easton Ellis. A continuación dividan esa línea en tres partes. Si lo han hecho bien, sobre esa línea, a un tercio de El guardián entre el centeno, deberían encontrar Momentos estelares de temporada baja. Me lo he leído porque, basándose en las puntuaciones que he dado a otros libros, Readgeek predijo que, de 0 a 10, me gustaría en grado 10. No ha acertado. 7'5 como mucho.
Basta con la sinopsis para que se hagan una idea de lo mucho que esta novela debe a El guardián entre el centeno: un chaval de clase alta al que acaban de expulsar del instituto se dedica a deambular por las calles para no tener que enfrentarse al futuro que los adultos planean para él. Se diferencia en algo fundamental. Una mayoría de los lectores, sobre todo adolescentes, se identifica con Holden Caulfield, con su idealismo, con su desprecio a la falsedad. El protagonista de Momentos estelares de temporada baja es mucho más hermético. Aunque también es el narrador de la historia, no cuenta nada demasiado íntimo y solo parece tener dos reacciones ante las cosas: o le deprimen o le resbalan. De hecho, su característica más destacada es la indolencia. Si El guardián... se puede considerar un retrato de la adolescencia desde dentro, Momentos... sería un retrato por fuera.
Apenas hay argumento, solo una larga sucesión de escenas en las que el prota va de un lado a otro y se encuentra con distintos personajes. Todo seguido, sin elipsis entre una escena y otra más allá de aquellos momentos en los que el prota duerme, viaja en avión o se queda inconsciente. Suena aburrido, lo sé, y no voy a negar que la novela tiene un ritmo un tanto lento, oriental, pero hay dos cosas que la elevan: (primera) cada una de las escenas está construida de forma que se genera en el lector una cierta expectativa por lo que va a pasar, incluso aunque al final no pase gran cosa; (segunda) el narrador es muy observador, demuestra una atención al detalle que acaba atrayendo también la propia atención del lector y hace las escenas más vívidas. No es para echar cohetes pero un 7'5 tampoco está mal.
Los japoneses y las parafilias. Si nos dijesen que hay japoneses que se excitan con los envoltorios de celofán de los caramelos, nos lo creeríamos a pies juntillas. Esta peli empieza por ahí, por el lado de las parafilias, pero luego da giros (todavía más) rarunos. El título tiene su explicación, nos la dan en la propia película: R100 es la calificación por edad que se merece esta cinta, porque solo alguien de cien años puede comprender tanto absurdo junto.
En realidad no tiene gran cosa que entender, no está planteada desde un punto de vista intelectual. Es ese tipo de películas grotescas, pulp y un poco locas con las que uno puede imaginarse a Tarantino disfrutando como un enano (ay, esos personajes femeninos...). ¿Conocen esa sensación de escándalo y regocijo que le embarga a uno ante algo que transgrede los límites habituales de la burrada? Como esas señoras que van de público a la tele y gritan alborozadas* cuando uno de los colaboradores suelta una gracieta sobre caca. Pues con algunas escenas de esta peli pasa un poco eso. En resumen, comedia chocante: The Game + Belle de Jour + Kill Bill + Rubber.
* Aborozadas: Palabras que nunca he usado.
Anomalisa, de Charlie Kaufman
A Charlie Kaufman se le puede amar y odiar al mismo tiempo. Se le puede amar por Cómo ser John Malkovich y ¡Olvídate de mí! y se le puede odiar por Adaptation y Synecdoche, New York. Yo últimamente estaba por la labor de odiarle* (más información aquí), pero gracias a Anomalisa estoy dispuesto a invitarle a cenar en casa una noche. Tres cosas que me han tenido pegado a la pantalla:
1. La estética realista, poco habitual en el cine de animación.
2. Todos los personajes, menos el protagonista, tienen la misma cara y la misma voz. ¿Por qué?
3. El personaje femenino, Lisa.
Si admitimos que Kaufman se suele mover entre lo sesudo y lo emotivo, podríamos decir que en Anomalisa gana lo emotivo.
Incendies, de Denis Villeneuve
Incendies no es verosímil o lo es de una manera muy frágil: no resiste el más mínimo análisis. A mí, en general, no me molesta en absoluto la falta de verosimilitud siempre y cuando se prescinda de ella para conseguir algo todavía mejor: comicidad, emoción, belleza... ¿Qué pretende conseguir Incendies al sacrificar (o debilitar) su verosimilitud? Aliento trágico. Y ahí es precisamente donde falla la película, porque en la historia que nos cuenta Incendies la tragedia no está del lado de los protagonistas, está del lado del personaje que menos voz tiene (el otro hermano). Desde el punto de vista de los protagonistas la película se acerca al culebrón o al melodrama porque no son ellos quienes provocan su propia desgracia. Pero toda esta reflexión la hago cuando termina la película; mientras la veo no analizo, me dejo llevar por una narración potente. En eso Villeneuve no falla. Así que vale: es un sime.
Perfetti Sconosciuti, de Paolo Genovese
He aquí una película que pueden recomendar a sus suegros, a sus sobrinos adolescentes, a sus compañeros de trabajo y a casi cualquiera de sus conocidos con la certeza de que van a conseguir un altísimo porcentaje de aciertos. ¿Por qué? Trata un tema de interés universal: lo poco que conocemos incluso a las personas más cercanas a nosotros. Tiene un guión de hierro —hay acreditados hasta cinco guionistas—, que dosifica con habilidad la información que se desvela y se oculta a los espectadores. Los golpes de efecto funcionan a la perfección. Explota con gracia las posibilidades dramáticas de un objeto cotidiano: los móviles. Presenta un espectro de personajes lo suficientemente variado como para que cualquier espectador reconozca algo de sí mismo en alguno de ellos, más allá del estereotipo. En suma: objetivamente la peli es un logro.
Peur[s] du Noir, de Blutch, Charles Burns, Marie Caillou, Pierre Di Sciullo, Lorenzo Mattotti, Richard McGuire
De los seis cortos solo son interesantes dos y ninguno de ellos lo es por el guión:
1. Charles Burns. ¿Qué fan de Burns no se ha imaginado Agujero Negro convertida en una película de animación? ¿Cómo quedarían sus fascinantes imágenes en movimiento? El corto de Burns nos ayuda a hacernos una idea. Una idea esperanzadora. Aunque sería deseable que la animación fuese menos rígida, menos Daria y más Persépolis.
2. Robert McGuire. Nadie diría que este McGuire es el mismo autor de Aquí, el cómic revelación de 2015. Los dibujos no se parecen en nada. El corto, visualmente, es una auténtica maravilla. Explota el claroscuro (un único punto de luz en un escenario que se encuentra completamente a oscuras) de una forma que yo jamás había visto antes. Precioso.
- Lo que no:
Si de algo me ha dado ganas esta novela es de no ir nunca a Winsconsin. Qué hartura de ruralismo épico americano (la humanidad se divide en dos grupos: el de los que están hechos para este pueblo y el de los que no). Qué hartura de bucolismo (no hay amaneceres como los amaneceres de este pueblo). Como si la nieve y el frío fueran patrimonio exclusivo de las buenas gentes de la América rural, que siempre están dispuestas a echar una mano. Porque América, la verdadera América, no es otra cosa que un montón de gente compartiendo su comida en una feria, comiendo junta (sic).
Y qué personajes. El artista sensible y generoso que no olvida sus raíces, el grandullón fuertote y callado que lleva en su pecho un corazón de oro, la guapilista del pueblo: universitaria reconvertida en esposa y madre, el colega egoistón que vuelve al pueblo después de haber triunfado en los negocios y se arruina por puro amor a ese pedacito de Winsconsin, su perfecta esposa (forastera pero maja en el fondo) que nunca estará tan guapa como el día de su boda, el cowboy sonado al que todo el mundo adora y protege, su novia stripper (reformada por el poder del amor) que tan feliz lo hace... Muy entrañable todo. Demasiado para mí. Aunque reconozco que hay un episodio que sí me tocó la fibra: el del matrimonio mayor que ha perdido a su hijo en la guerra. Todo lo demás, como que no.
Calvary, de John Michael McDonagh
Algunas cosas que no entiendo de esta película:
1. El prota es cura, todo el mundo lo considera un buen hombre, íntegro, solícito y comprensivo. Sin embargo, de repente, algunos de los habitantes del pueblo empiezan a tratarle con hostilidad. ¿Por qué? Ni idea. No ocurre nada que explique ese calvario por el que pasa el cura ni que justifique por qué lo pasa en ese momento de su vida y no cinco años antes.
2. Todos los personajes menos el cura están caracterizados de una manera exagerada, burda y hasta grotesca pero sin ninguna finalidad cómica (esto es un drama). Sale el actor de Black Books y parece que interpreta el mismo personaje.
3. Todos los personajes hablan igual, con la misma mezcla de ingenio y sarcasmo. Incluso el niño. Todos tienen una replica fulminante en el bolsillo.
4. Todos los personajes tienden a monologar y a irse por los cerros de Úbeda pero a su interlocutor nunca se le oye decir: "¿se puede saber de qué coño me estás hablando?"
Está claro: no la he entendido.
Todos queremos algo, de Richard Linklater
Las peliculas de instituto no mienten: existe una jerarquía entre los chicos basada en la capacidad para triunfar en los deportes. Yo nunca llegué demasiado alto en esa escala. Aunque era de los que más corrían, no me gustaban ni un pelo los deportes de equipo (fútbol, baloncesto) por una cuestión de justicia o miedo: los compañeros que mejor jugaban solían meterse con los "paquetes" como yo. Y por eso me resulta difícil congeniar con esta película. No puedo evitar verla como una apología idealizada —homoerotismo incluido— de esa élite deportiva de instituto. No me creo tanto buen rollo, tanta vida en el cénit de su esplendor. Un ejemplo: los protagonistas, un equipo universitario de jugadores de béisbol pagadísimos de sí mismos, van a un concierto punk y a una fiesta de estudiantes con inquietudes artísticas, y aunque se les ve fuera de lugar en los dos sitios, ninguno de ellos hace el más mínimo comentario negativo ni suelta chanza alguna. Completamente irreal, sí. A su lado, Desmadre a la americana, Porky's y American Pie casi se pueden considerar documentales. Linklater, tío, de ti no me esperaba esto.
Berberian Sound Studio, de Peter Strickland
Carlos Pumares dijo una vez una cosa muy sensata: el cine experimental —también llamado de arte y ensayo— es eso, experimental, y como todos los experimentos, unas veces sale bien y otras, en cambio, sale mal. Berberian Sound Studio es un experimento fallido. Interesante pero fallido.
Interesante: cine dentro del cine, en un estudio de sonido ponen banda sonora a una película de terror pero nunca vemos las imágenes de esa película, solo oímos la banda sonora, homenaje al giallo, influencias de Lynch, de Arrebato, de Blow Out...
Fallido: aburre (al menos a mí) cuando ninguno de sus referentes lo hacía.
Hay quien salva la película por lo que tiene de representación de la capacidad de arrabato del cine pero creo que ese discurso habría tenido bastante más interés si los personajes, en vez de estar haciendo una película de terror, estuviesen haciendo una porno. Lo digo en serio.
Vanishing on 7th Street, de Brad Anderson
La idea de partida no está mal —unos pocos supervivientes se enfrentan a una oscuridad maligna que invade el planeta y engulle a todo aquel que no se encuentre cerca de un punto de luz— pero la dirección es muy pobre, paupérrima.
Ejemplo 1. Desaparición: plano de un guarda jurado que se acerca a un lugar oscuro, corte a la cara de sorpresa de un colega que va detrás, vuelta al plano del lugar oscuro, el guarda jurado ya no está, el colega apunta con una linterna y en el suelo vemos el uniforme "vacío" del guarda jurado (como las cáscaras de una gamba recién chupada).
Ejemplo 2. Amenaza: uno de los supervivientes camina despreocupadamente por un pasillo en penumbra, sin darse cuenta de que a su espalda, por las paredes del pasillo, avanza una sombra amenazadora en la que se distinguen con claridad una cabeza y unas manos humanas, el superviviente dobla la esquina del pasillo justo antes de que la sombra consiga alcanzarle (uf, perseguido por un maestro en el arte de las sombras chinescas, aterrador).
¿Perciben el olorcillo a falta de presupuesto y a falta de inventiva? Ni siquiera es una peli mala de las que dan risa, es mala insulsa.
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Simes y nomes
22 August 2016
Canciones que deberían ser más conocidas (XXI)
Llámenme moñas (no sería la primera vez) pero a mí en verano esto me suena a gloria: el timbre cristalino de la voz, el contrapunto afilado de las cuerdas, los pequeños bajoncillos de intensidad, el optimismo que se impone, los parapapapás (cómo no), los aaahs de fondo con sabor a The Carpenters, el grito negruzco... incluso la deriva final con esos ribetes del piano tan de ocaso en la terraza. Es de 2003 pero podría haber sonado en 'Vacaciones en el mar'. Burt Bacharach estaría orgulloso de ti, Bart.
When You're Sad - Bart Davenport
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