El 3 de diciembre, el viento cambió de la noche a la mañana, y llegó el invierno. Hasta entonces, el otoño había sido suave y apacible. Las hojas, de un rojo dorado, se habían mantenido en los árboles y los setos vivos estaban verdes todavía. La tierra era fértil en los lugares donde el arado la había removido.
Traducción de Adolfo Martín
Soy tan fan de Hitchcock que me dan pequeños ataques de nervios cada vez que a alguien se le ocurre decir, sin demasiado fundamento, «esta peli es muy hitchcockiana». Ejemplo. No hubo crítico en el planeta que, hablando de
El escritor, la película de Polanski, se olvidase de mentar a Hitchcock. Pues bien, la estructura de
El escritor se basa en un recurso absolutamente antihitchcockiano: ocultar la identidad del verdadero malo (el malo en la sombra) hasta el último minuto de la película, para rematar así con una sorpresa. Lo hitchcockiano habría sido revelar la identidad del malo antes de la mitad de la película para tener al espectador en tensión con el enfrentamiento. Suspense vs. sorpresa: esto es de primero de Hitchcock.
Todo esto viene a cuento porque alguna vez también he escuchado que el relato de Daphne du Maurier no tiene nada que envidiar a la película de Hitchcock. ¿Será verdad? Mi opinión después de las tapas.
Daphne du Maurier tuvo dos ideas geniales: (1) un buen día todos los pájaros de la tierra empiezan a atacar a los humanos; (2) el narrador se centra en los efectos del ataque en una familia de una pequeña población rural.
El cuento parece desnatado al lado de la película de Hitchcock, pero no porque los pájaros sean menos agresivos (que no lo son), sino porque en la película los ataques tienen algo así como resonancia psicológica. No son solo una amenaza externa, sino también agentes en el drama que se desarrolla entre los personajes.
Du Maurier deja el final más abierto incluso que la película. Como defensor que soy del final de la película, me parece bien. Requetebien. Nada me aburriría más que ver a la humanidad enfrentándose a los pájaros en plan
La guerra de los mundos. Los finales están sobrevalorados. También en la vida.
Tanto el cuento como la película me recuerdan un episodio de mi infancia: el paso del huracán Hortensia por Galicia. Todas las familias encerradas en casa en un día laborable. Las ventanas cerradas a cal y canto. El ruido del viento contra la casa. Parece que quiere entrar, acabar con todo. Las pizarras de los tejados salen volando y se clavan en las persianas.
La película es mejor película que el cuento cuento.