Autor: ELIZABETH VON ARNIM
OPCIÓN 1 — Vera
Traducción de Mercè Diago y Abel Debritto
Cuando el médico se hubo marchado y mientras las dos mujeres del pueblo que había estado esperando se encontraban arriba encerradas con el cadáver de su padre, Lucy salió al jardín y se apoyó en la verja a contemplar el mar.
Su padre había muerto ese mismo día a las nueve de la mañana y entonces eran las doce. El sol le caía de lleno sobre la cabeza descubierta, y la hierba reseca que bordeaba la parte superior del acantilado y el camino polvoriento que discurría junto a la verja, al igual que el mar relumbrante y las escasas nubes blancas que estaban suspendidas en el cielo, resplandecían y centelleaban en un marco silencioso e inmóvil donde el calor y la claridad parecían excesivos.
OPCIÓN 2 — Vera
Traducción de Clàudia Gispert Codina
Cuando el médico se hubo ido y las dos mujeres del pueblo a las que había estado esperando estuvieron arriba, encerradas con el difunto padre de Lucy, esta salió al jardín, su mirada perdida en el mar.
Su padre había muerto esa mañana a las nueve; ahora eran las doce. El sol caía con fuerza sobre su cabeza descubierta, y la hierba seca que se extendía sobre el acantilado, la carretera polvorienta que pasaba por delante de la verja, el mar centelleante y las pocas nubes blancas que se dibujaban en el cielo, todo brillaba y resplandecía bajo una luz y en un calor de lo más silenciosos, de lo más inmóviles.
EL TEXTO ORIGINAL
When the doctor had gone, and the two women from the village he had been waiting for were upstairs shut in with her dead father, Lucy went out into the garden and stood leaning on the gate staring at the sea.
Her father had died at nine o'clock that morning, and it was now twelve. The sun beat on her bare head; and the burnt-up grass along the top of the cliff, and the dusty road that passed the gate, and the glittering sea, and the few white clouds hanging in the sky, all blazed and glared in an extremity of silent, motionless heat and light.
Her father had died at nine o'clock that morning, and it was now twelve. The sun beat on her bare head; and the burnt-up grass along the top of the cliff, and the dusty road that passed the gate, and the glittering sea, and the few white clouds hanging in the sky, all blazed and glared in an extremity of silent, motionless heat and light.