05 June 2015

Pequeños problemas éticos, nº 4

Tienes trece años. Un compañero de clase (que no es amigo tuyo) escribe PUTA en una de las páginas del libro de la profesora (una profesora especialmente odiosa). Solo le veis hacerlo tú y otro chaval; ni la profesora ni el resto de los compañeros están en el aula en ese momento aunque, cuando empiezan a entrar, se va corriendo la voz y al final todos se acaban enterando.

La profesora no ve la pintada hasta una semana después y decide que no va a dejarlo correr. Amenaza a todos los cursos: si no aparece el culpable, todos los alumnos suspenderán su asignatura. El resto de los profesores la apoya.


El Roto


Toda la clase, y prácticamente todo el colegio, sabe quién es el culpable pero los únicos testigos sois tú y el otro chaval. Los compañeros os empiezan a presionar para que habléis. También presionan al culpable pero él se niega a confesar.

¿Qué haces?
a) Delatas al compañero pensando en el interés de la mayoría. 
b) No lo cuentas porque no quieres convertirte en un chivato y porque la amenaza de la profesora te parece injusta.

¿Cuál de las dos opciones es más ética? ¿Hay alguna otra opción alternativa que lo sea más?

14 comments:

  1. Las opciones da la sensación de que han sido escritas un poco en trampa.

    La a) expone la solución como si sólo le importase el interés general y el propio no contase. Si él teme la amenaza y no quiere suspender (individual), por fuerza deberá salvar al resto (colectivo) con su confesión.

    La b) parece mostrarse como la opción egoísta cuando mezcla el temor a que su imagen se vea dañada (individual) y, por otro lado, la reivindicación de lo que es justo (colectivo).

    Así que bien podría ser al revés: la a), la egoísta, y la b), la del beneficio común.

    Como no podemos pensar cuál es el sentimiento que empuja al niño, para mí, lo más inteligente es escoger el beneficio de todos.

    Defender la justicia es un bien colectivo que, a la larga, traerá más beneficio. De otro modo, la amenaza volverá a repetirse.

    El problema aquí es que la decisión parece exponerse como individual y este tipo de decisiones deben ser colectivas.

    Para decidir algo que afecta a la colectividad se debe poner en común necesariamente.

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    1. He planteado el dilema tal y como se me presentaría a mí, de estar en una situación parecida. Pero tienes razón en que las motivaciones que yo menciono no son las únicas posibles.

      Me parece muy razonable considerar que el problema es colectivo y que, por tanto, la decisión se debería tomar en común. Lo malo es que si estás en una clase que no tiene esa capacidad para actuar como una comunidad cohesionada, no te queda más remedio que afrontar el problema como si estuvieses solo.

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  2. Ummm, los chivatos siempre han salido muy mal parados!! siempre!!

    Mejor obligar a tu compañero a confesar antes que delatar.

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    1. Yo también tengo grabada a fuego esa ley: nunca te chives de un compañero.

      En mi caso el problema estaría ahí precisamente: ¿cómo demuestro ser mejor persona, respetando la ley universalmente aceptada de que no hay que chivarse de un compañero o infringiéndola para beneficio de la mayoría? Es una especie de paradoja, ninguna decisión parece acertada (entendiendo por acertada: respetuosa con las normas morales).

      Salvando las distancias, acordémonos de lo que le pasó a Elia Kazan.

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  3. ¿cómo obligar a alguien a confesar, Indiganda?
    Creo que la opción menos mala es chivarse, aunque esté tan mal visto. A fin de cuentas, estás contando algo que ha sucedido y tú has visto, nada más. Pero también creo que este colegio es un mal ejemplo y lo mejor sería irse a otro: ¿así la lían por un simple insulto en un libro? Pues mejor que ni entren en los cuartos de baño de los alumnos...

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    1. Me he inspirado en un caso real, aunque he cambiado algunas cosas para hacerlo más dramático y más fácil de exponer. En el caso real, por ejemplo, lo que hizo el alumno fue esconder la agenda de la profesora. Ni siquiera se la llevó a su casa, simplemente la escondió detrás de unos muebles de la clase. La profesora pensó que se la habían cogido y al principio es cierto que amenazó con suspender a todos los alumnos "argumentando" que en la agenda era donde tenía anotada toda la información sobre las calificaciones. Más adelante empezó a decir que no quería saber quién se le había cogido, que bastaba con que se la devolviesen, pero como ya estaba paranoica y no dejaba de vigilar el aula era imposible rescatar la agenda de su escondite sin ser visto. Nadie llegó a creerse del todo la amenaza de que iba a suspender a todo el mundo, pero sí es cierto que había un cierto temor a que las notas de todos bajasen.

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    2. A veces diciendo un simple : "O lo cuentas tú o lo cuento yo..."
      Ya llega como amenaza para obligar a cantar.

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  4. El listillo tiene que pagar por lo que ha hecho, que asuma las consecuencias de sus actos, como tendrá que hacer el resto de su vida, así que ya es hora de que vaya aprendiendo. Si no quiere confesar, opto por un mensaje anónimo delatorio (o trescientos, ya que lo sabe todo el colegio). Yo incluso lo fomentaría si fuese parte del profesorado, un buzón de email anónimo para delatar al pequeño villano granujento. Luego que sean el consejo de dirección del colegio quien, tras un estudio concienzudo de los chivatazos para evitar rencillas personales, obtengan la confesión del sospechoso en un interrogatorio despiadado. Estamos hablando de un niño de 13 años, se le tiene que pillar bien pronto por activa o por pasiva. En ningún caso los testigos accidentales tienen por qué asumir públicamente el riesgo del chivatazo. Vamos, creo yo.

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    1. Me ha sorprendido mucho tu alegato a favor de la delación anónima. No sé por qué, me ha recordado la Alemania nazi, jeje. Veo, además, que no te has planteado el problema desde el punto de vista de un chaval de trece años. En el colegio (en el mío, al menos) los profesores eran el enemigo y cualquiera que desafiase la autoridad era visto casi como un héroe y no como un listillo o un villano. Una pregunta: ¿eres profesor?

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    2. ¡¡La ley de Godwin noooooooooOOOOOO!!! XD

      No, no soy profesor, pero vistas las complicaciones del caso me ha parecido una forma de solucionarlo sin comprometer la integridad física ni moral de nadie, al margen del propio responsable claro. Mi propuesta tiene valor si la realiza el "chivato" anónimamente, aunque tendría más fuerza si se ofrece oficialmente desde el colegio. La verdad es que ya desde pequeño siempre he sido muy indiferente a las muestras de desafío de la autoridad, con el tiempo me he dado cuenta de que en realidad son 50% exhibicionismo y 50% vanidad, porque lo único que aportan son alimento para el ego. Mi reacción al ver La soledad del corredor de fondo, paradigma de la rebeldía juvenil, fue: qué acto tan inútil

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    3. Jajaja. Bueno, no pretendía ser un argumento en tu contra sino solo una observación porque es cierto que se me han venido a la cabeza las típicas escenas de las pelis en las que alguien le dice a los nazis donde están escondidos los judíos. Podía haber sido la Inquisición española, o las brujas de Salem pero no, han sido los nazis.

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  5. Pegarse el chivatazo a pecho descubierto no me parece bien ya que el chaval tiene que afrontar toda la responsabilidad de hacerlo.

    Si todo el mundo lo sabe, se coje al culpable en un aparte y se le dice: mira chaval, canta que nos la cargamos todos.

    Si no entra en razón pues que el chivatazo sea comunitario de todo el grupo y no solo de un chico.

    Así no se estigmatiza a nadie y el tonto que lo hizo paga por ello.

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    1. Aprovecho tu comentario para contar cómo acabó el caso real en el que se basa el problema, porque fue algo parecido a un chivatazo en grupo.

      Como todo los alumnos del colegio sabían quién era el culpable y se hablaba mucho del caso en los pasillos, el nombre del chaval acabó llegando a los oídos de un profesor (supongo que pillaría una conversación al vuelo, no lo sé exactamente). Delante de toda la clase, el tutor preguntó a ese alumno si había cogido la agenda de la profesora y él dijo que no. La clase, un poco indignada (tío, si te han pillado, no mientas, confiesa), animó a los testigos a que desmintiesen al compañero y los testigos entonces hablaron. El culpable matizó que en sentido estricto él no había cogido la agenda, que solo la había cambiado de sitio. La verdad es que, después de todo el lío que se había formado, el caso no tuvo mucha repercusión. Ni expulsaron al culpable ni los testigos chivatos quedaron estigmatizados. Y la profesora, un poco avergonzada por no haber sido capaz de encontrar la agenda en la clase (decía que la había buscado por todas partes porque lo primero que había pensado es que la había perdido), tampoco tomó represalias.

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