20 June 2013

De docentes, decimales y armonía

De pequeño se me daban fatal las divisiones con decimales. Me habían enseñado un millón de reglas sobre comas que se desplazan y ceros que aparecen de la nada dependiendo de si los decimales aparecen en el divisor o en el dividendo y de cuántos decimales aparecen en cada uno de ellos. Un lío, vamos. Y yo sudaba, sufría y desesperaba.


Hasta que un buen día, de manera fortuita, se me presentó delante la clave de la cuestión: si se multiplican los dos términos de una división por el mismo número, el resultado sigue siendo el mismo. ¡Tate!, me dije. Para librarme de las comas en una división basta con que multiplique los dos términos por 10, 100, 1.000... (un uno seguido de tantos ceros como decimales haya) y, cuando ya no tenga las comas, sólo tengo que dividir los términos normalmente, como hago siempre. A partir de ese día, no hubo división con decimales que se me resistiera.


Un buen profesor me habría dado la clave. Pero los buenos profesores escasean. Y fracasar es fácil.

Uno de mis mayores fracasos como profesor particular, por ejemplo, fue mi total incapacidad para hacer entender a una alumna de 14 años que no podía sumar las fracciones a las bravas (denominador + denominador, numerador + numerador) sino que tenía que reducirlas a un denominador común.

Ay, todavía me duele. Tendría que haber recurrido a tartas, naranjas, pizzas, no sé... Pobrecilla, mi alumna.

Pues bien, todo esto viene por lo siguiente: John Powell es el profesor de música que siempre quise tener y nunca tuve.


Adoro este libro.

4 comments:

  1. Muchacho, cuenta algo más del libro.
    De mi experiencia con las divisiones te diré que yo sabía dividir entre números de dos cifras, me cambiaron de colegio y me obligaron a aprender de otra manera. Un desastre. Mi colegio era terrible.

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    1. A mí me pasa un poco como a ti, no soy muy de hacer reseñas. Me da un poco de pereza. Yo soy más de tirar un poco de confeti al aire y el que tenga ganas de fiesta que se una.

      Sí te diré que, gracias a este libro, he entendido el fundamento de cosas de las que tenía una idea vaga pero que no hubiera sabido explicar. He entendido, por ejemplo, qué son exactamente el modo menor y el modo mayor (ya sabes, "Violinería en Do menor", "Rayadura de piano en Re mayor"y todo eso) y, lo más importante, por qué hay un modo mayor y un modo menor.

      Cuando termine el libro (no, no me lo he terminado) igual me planteo dedicarle otra entrada a petición tuya.

      Por cierto, pensaba que entrarías al trapo con lo de los fracasos docentes. ¿Tú no tienes ningún fracaso que te atormente?

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  2. Claro que tengo, más que tú. Pero precisamente los más gordos también han sido en clases particulares, cuando tienes ahí la pobre mente bloqueada y sola delante de ti. Cuando explicas para grupo grande sueles darte cuenta de los fracasos corrigiendo el examen.
    Con la sintaxis me pongo muy bruta, yo lo veo todo tan claro, para cosas como para que busquen el sujeto ya les tengo dicho que no voy a poner ni una oración con el sujeto al principio. Y me odian mucho.
    Están tan acostumbrados a no pensar y a hacer las cosas mecánicamente que a veces pienso que sería bueno ponerles un collarcito de esos para adiestrar perros, con un mando a distancia que da pequeñitas descargas elécticas y, cuando los saco a la pizarra y escriben "a mí: sujeto", darle al botón. Como es ilegal sólo puedo hacer teatro y gritar "¡Nooooooooooooo! ¡con preposición noooooo!" ellos te miran y asienten y tal, pero vete tú a saber lo que les pasa por la cabecita. Descargas eléctricas, sí, esa es la solución.

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    1. Yo recuerdo que tuve una especie de revelación cuando entendí que el sujeto de 'gustar' no era la persona en sí, sino la cosa o las cosas que gustaban a esa persona.

      Era pequeño, eh.

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