16 de septiembre
Querida señorita Rita:
Seguro que creía que no volvería a tener noticias mías, ¿verdad? ¡Pues aquí estoy! Sé que no hemos hablado desde el tercer año de instituto*, pero estoy muy nerviosa y no sabía a quién acudir. Ah, también debería decirle que voy a un curso de escritura creativa y estoy aprendiendo a usar las notas a pide página**, y como estaba escribiendo mucho, he pesando que será mejor recurrir a las notas para algunas de mis observaciones.
* Así que, técnicamente, usted ya no es mi asesora académica.
**¡Que son estas!
Traducción de Ignacio Gómez Calvo
Jesse Eisenberg —ya saben, el actor protagonista de La red social— cae mal. Es un hecho. En internet se pueden encontrar multitud de artículos donde analizan los motivos.
Mi impresión es que en las entrevistas es incapaz de entrar en el juego de la persona que tiene delante, no le ríe las gracias, y aunque recurre al humor, sus comentarios son demasiado ácidos y sarcásticos, y acaba quedando como un capullo con aires de superioridad. Imaginen una mezcla entre Najwa Nimri, Victoria Abril y Eduardo Casanova en sus días más oscuros.
En España tenemos nuestro propio motivo para odiarle. Estuvo de invitado en El hormiguero y al volver a los EEUU habló mal del programa. Entre otras cosas dijo que El hormiguero estaba diseñado para humillar a los invitados. No sé, pero yo diría que en eso tiene un poco de razón.
Pues bien, Jesse Eisenberg escribe. En The New Yorker, nada menos. ¿Y qué tal lo hace?
Pasen y lean.
La protagonista, Harper Jablonski, se nos presenta como una especie de Holden Caulfield femenina que todo lo odia y a la que todo deprime, pero con más ingenio y muchas más ganas de integrarse. O también: Harper Jablonski es Enid Coleslow —la morena de gafas de Ghost World— pero sin amigos del instituto.
El relato es simplemente un puñado de cartas con un hilo argumental un tanto disperso (los intentos de la prota de integrarse en el mundo a su paso por la universidad) y con un montón de notas al pie. El uso de las notas es francamente divertido. Entran ganas de copiarlo para cualquier cosa. Correos electrónicos con notas al pie. Mensajes de Whatsapp con notas al pie. Invitaciones de boda con notas al pie.
Ya solo por lo lograda que está la voz de la protagonista, podemos decir que Jesse Eisenberg escribe con la soltura y el aplomo de un escritor de verdad.
Al final hay un pequeño girito (como viene siendo tradición en el género) que le da al relato una dimensión mucho más inteligente de lo que en un principio podíamos anticipar. El relato gana, en el sentido de que gana valor, pero también en el sentido de que nos gana el juego, nos hace ver que quizá pecamos de condescendientes. Sabor de boca: amargo.
¿Un actor de éxito que además escribe bien? Normal que Jesse caiga mal, seguro que hasta hace unas croquetas estupendas.
ReplyDeleteEse puede ser un motivo, sí. Pero no pasa con Tom Hanks, por ejemplo, que también escribe relatos y da la impresión de hacerlo todo bien.
Delete