28 November 2018

Propuesta para un nuevo motivo de orgullo

Desde muy pequeños, a los niños nos enseñan que haber nacido varón no es condición suficiente para que se te considere un hombre. No basta con tener sexo masculino para ser hombre. Hombres solo lo son aquellos que lo demuestran. La hombría es susceptible de refutación. Se puede poner en duda. La hombría es precaria.

Desde muy pequeños, aprendemos que a los hombres (a los hombres de verdad) se les distingue por cinco características básicas:
1. Los hombres no lloran. 
2. Los hombres aman el fútbol. 
3. Los hombres están dispuestos a pegarse con quien sea por cualquier motivo que otro hombre pueda tomar como motivo para pegarse.
4. Los hombres se ponen retos cuya consecución suponga un hito, sin importar el riesgo al que se expongan ni la utilidad del logro obtenido. 
5. A los hombres les gustan las mujeres, pero consideran vergonzoso parecerse a ellas.

Para combatir este condicionamiento machista y ser más libres, propongo la creación del DÍA DEL ORGULLO GIRLY.
Porque (aquí viene el lema:) no ser un hombre no es ninguna vergüenza.


Acepto sugerencias para fijar la fecha. Podría ser, por ejemplo, el día en que la policía detuvo a Iggy Pop por llevar un vestido de mujer (Iggy tendría que decirnos la fecha exacta). Pero estoy seguro de que entre todos podemos encontrar algún otro suceso más sangrante en el que uno o varios hombres hayan sufrido un trato vejatorio por no ser lo bastante hombres.

21 November 2018

Estos son mis principios (IV)


El único consejo que puedo ofrecer, si se despertara usted sobresaltado en un apartamento desconocido, con una profunda resaca, sin nada de ropa y sin que recuerde cómo ha llegado hasta allí, mientras la policía tira la puerta abajo a golpes acompañada de perros excitados, y se encuentra usted rodeado por fardos de revistas de lujo que muestran niños en actos adultos, el único consejo que puedo darle es que trate de ser amable y jovial.

Filosofía a mano armada, TIBOR FISCHER

[Traducción de Cecilia Absatz]

13 November 2018

Un cuento al mes: El ascensor, de Bernard Malamud


Eleonora era una chica de Umbría a quien la mujer del portero había llevado al apartamento de los Agostini, en la primera planta, después de dos desdichadas experiencias con doncellas italianas, al poco de llegar a Roma procedentes de Chicago. Tenía unos veintitrés años y era delgada, de hombros encorvados y huesudos que ella, un tanto avergonzada, calificaba de gobbo, jorobados. Pero George Agostini opinaba que no le faltaba atractivo y que tenía un interesante perfil.

Traducción de Damià Alou



Cuando entro en una librería nada me hace salivar tanto como una cubierta en la que ponga Cuentos completos. El autor casi es lo de menos. ¿Me gusta Raymond Carver? No demasiado. Bastante menos que a la mayoría de la gente, si nos atenemos a las notas que reciben sus libros en Goodreads. ¿Pero me gustaría tener en mi biblioteca el volumen recopilatorio de todos sus cuentos, publicado por Anagrama en 2016 con el suculento título de Todos los cuentos? Pueden apostar sus cejas a que sí.

Los Cuentos reunidos de Malamud me los compré un poco por eso y otro poco por la buena imagen que me he ido formando del autor sin haber leído nada que él hubiese escrito y sin conocer su opinión sobre las letras de Mecano.

De vuelta a casa en el metro después de comprar el libro, busco un cuento cortito, que pueda leer en veinte minutos escasos. Sin transbordos. Sentado, a ser posible.





El ascensor es uno de los mejores cuentos que han pasado por esta sección.

Hale, ahí queda eso.
(El convicente gon pone punto final, se levanta y se va. Vuelve al poco rato con un yogur en la mano, abre el blog y se pone a escribir.)
Como sé que ya me queda poco crédito con ustedes (¡las visitas bajan!) trataré de argumentar un poco mi opinión.

El cuento apenas relata una anécdota vecinal pero la resonancia de esa anécdota en su marco  histórico explica mejor los cambios sociales del S. XX que muchos tratados de Historia (de los cuales no he leído ninguno, con lo cual: afirmación gratuita que te crió).

Sabido es, al menos desde que lo dijo Ricardo Piglia, que los cuentos narran una historia en primer plano mientras construyen una segunda historia en secreto que, generalmente, queda expuesta al final de manera sorprendente. El ascensor hace eso. Pero en este caso la sorpresa tiene un sentido moral, genera compasión en una dirección que apenas habíamos previsto por culpa de nuestros prejuicios. En otras palabras: autoridad moral.

Este cuento es canon. Si alguien quiere aprender qué es un buen cuento, que lo lea.

(El convincente gon hace un mic drop pero con el ratón. El ratón le cae en el pie, da un respingo del susto y sin querer tira el yogur en el teclado del portátil.)  

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(El convincente gon limpia el teclado.)

03 November 2018

Entusiasmos que no comparto: Quién te cantará



Este no va a ser el comentario de un hater sino de un fan decepcionado. Fan de Diamond Flash y de Magical Girl. Y no es que Quién te cantará me parezca mala, en absoluto, pero se queda muy muy lejos de la fascinación con que vi las dos anteriores, por culpa de estas cuatro cosillas que no deberían leer si todavía no han visto la película:

1. Demasiadas explicaciones
Es una película sobreexplicada. Dos ejemplos. Primero: la secuencia del falso periodista que aborda a Violeta. Nos muestran una llamada del personaje en la que se desvela que no es periodista de verdad y que se trataba de una pequeña argucia de la amiga de Lila para saber si puede confiar en Violeta, y justo a continuación vemos cómo la amiga de Lila le explica a Violeta la artimaña. ¿De verdad no podían haber prescindido de alguna de las dos explicaciones? Tal y como está, queda redundante y un poco torpe. Segundo: la secuencia de la hija de Violeta en el botellón. Muy forzada y muy poco verosímil. Me da la sensación de que está ahí únicamente para apuntalar el final, para avanzar una especie de explicación psicológica de por qué la hija hace lo que hace en el clímax de la peli. Me duele porque una de las cosas que más me gustan de las anteriores películas de Vermut es el uso de la elipsis.

2. El personaje de Violeta
No me lo creí en ningún momento. No sabría explicar por qué. Creo que influye el hecho de que, cuando el personaje canta, la voz no sea la de la propia actriz sino la de Amaral (hiperreconocible).

3. Subtexto sobre la identidad
En general soy bastante impermeable a los subtextos de las películas. Nunca me oirán (leerán) decir «esta película habla / es una reflexión sobre ....................... [rellenar con concepto abstracto]». Con una excepción: cuando se trata de una fábula que expone una moraleja concreta a través del argumento (ejemplos: Qué bello es vivir, Forrest Gump). Sin embargo, películas como esta, que se afanan en llamar la atención hacia su subtexto —en este caso: la identidad— pero sin elaborar ningún enunciado concreto, me suelen dejar un poco indiferente.

4. Melodrama frío
Quién te cantará es un melodrama. Almodovariano, además. Violeta es íntegra y buena, sufre injustamente a manos de un villano —su hija— y se acaba sacrificando. Su historia debería conmover pero no conmueve (al menos a mí). Demasiado hieratismo (para mi gusto). Y un melodrama que deja frío no es un buen melodrama.