Sí o no, sin términos medios, porque para tibio ya está el pis.
La trama nupcial, de Jeffrey Eugenides
Resulta reconfortante encontrarse un realismo tan decimonónico en una novela contemporánea ambientada en el último cuarto del siglo XX. Hemos oído tantas veces eso de que
en el mundo de hoy no se puede seguir escribiendo como Galdós [ja, ja, ja], esto es, como si el concepto de realidad no se hubiese roto en mil pedazos, que ya casi parecía que la única vía de experimentación que nos quedaba era precisamente esa: volver a escribir como si el concepto de realidad no se hubiese roto en mil pedazos. Quizá sea una opción retrógrada, no sé, pero tampoco es que andemos tan sobrados de refugios.
Mujeres excelentes, de Barbara Pym
Aunque me ha encantado (ha sido la sorpresa del trimestre), la recomendaría con mucha cautela porque creo que, si me ha gustado tanto, es en buena medida por ser yo quien soy: un amante de la ligereza y de las historias de solteronas. Miss Latbury, la protagonista, es uno de los personajes más deliciosos que me he encontrado en mucho tiempo. En la tercera página nos dice [traducción de Jaime Zulaika]: "Me apresuraré a añadir que no me parezco en absoluto a Jane Eyre, que debe de haber hecho concebir esperanzas a tantas mujeres feas que refieren su historia en primera persona, y que jamás he pensado en ser como ella". Y hacia la mitad de la novela, hablando de otro personaje: "Comprendí que se le podía amar en secreto y sin esperanza de correspondencia, lo cual puede ser muy grato para las jóvenes e inexpertas". A mí esta sensatez sin mojigatería, esta templanza, esta ausencia de autocompasión me caen simpáticas, qué quieren que les diga. Se suele comparar a Pym con Austen pero Austen siempre estaba un poco por encima de sus personajes, Pym no.
El antólogo, de Nicholson Baker
Continúa el idilio con Nicholson Baker. Aunque en esta ocasión, siendo objetivos, quizá se le podrían poner algunas pegas. Por ejemplo: mucha espuma y poco café. Pero, porras, es que a mí me gusta la espuma. O también: didactismo simplón y autocomplaciente (el protagonista, un poeta maduro, nos cuenta en primera persona todo lo que sabe sobre poesía). Pero, caray, es que a mí me gustan los manuales y las guías y las obras de divulgación en general; y mejor cuanto más facilitas, además. O incluso: sentimentalismo pueril. Pero, rayos, es que a mí... bueno, tampoco me voy a poner aquí a hablarles de mi eneatipo, ni de mi carta astral. Así que, en definitiva, no voy a ser yo quien diga que mi nueva pareja es bizca: para mí, tiene una mirada intensa.
Coherence, de James Ward Byrkit
Pertenece al mismo género que
Memento,
Primer,
Los cronocrímenes y Triangle: películas-rompecabezas
. Esta no es de las más complicadas (no hace falta verla con lápiz y papel al lado), pero tampoco es que sea de las más consistentes (diviértanse luego buscando en la red las críticas de los listillos de la clase). Aun así, cumple más que de sobra. Titular para que piquen (si es que no la han visto ya): "Más original que
Interestellar".
Relatos salvajes, de Damián Szifrón
En el cine la gente aplaudió dos veces, en dos momentos especialmente tronchantes. La primera vez que vi al público aplaudir en un cine fue en Inglaterra, en el
Robin Hood de Kevin Costner cuando aparece Sean Connery. Pero aquello era como un saludo o una bienvenida (con ustedes: Sean Connery). Lo de
Relatos Salvajes es otra cosa; si fuese una tragedia lo llamarían 'catarsis'. Figúrense si será catártica que yo tenía sentado a la izquierda al típico pesado que hace comentarios en alto y la peli consiguió que no lo asesinase.
Magical Girl, de Carlos Vermut
Diamond Flash fue
mi película favorita del año 2012.
Magical Girl puede que lo sea de las estrenadas (aunque no de las vistas) en 2014. Ahora mismo, no hay ningún director español que me interese más que Vermut. Es cierto que ha domesticado un poquito su propuesta con respecto a
Diamond Flash pero el misterio, la sugestión permanecen.
El lobo detrás de la puerta, de Fernando Coimbra
Los gurús del guión cinematográfico suelen decir que el detonante de la acción, el acontecimiento que dispara la historia, debe tener lugar en los 10-15 primeros minutos de la película. En
El lobo detrás de la puerta nos lo encontramos en el primer minuto, cuando ni siquiera han aparecido todavía los personajes principales. A partir de ahí la película va a piñón, sin dar tregua, dosificando la historia con astucia pero sin trampas. Uno de los guiones mejor estructurados que yo haya visto últimamente. También una de las mejores interpretaciones (Leandra Leal).
Antes de conocernos, de Julian Barnes
Todo el mundo parece estar de acuerdo en que Barnes es un escritor con estilo. "Flexibilidad, elegancia y precisión", decía hace poco José Luis de Juan en
El País, refiriéndose a tres de las virtudes de ese estilo (sentido del humor, se suele decir también). Algo de eso iba buscando yo cuando empecé
Antes de conocernos. No puedo decir que lo haya encontrado. Ni flexibilidad ni elegancia ni precisión, al menos no en la medida que esperaba. Al lado de
El loro de Flaubert (1984) -por ejemplo-,
Antes de conocernos (1982)
me ha parecido un borrador sin depurar, un poco farragoso incluso [
farragoso.- confuso por tener muchas cosas desordenadas o superfluas]. Un bizcocho que no llega a subir. Igual la traducción tampoco ha ayudado, no sé.
El adversario, de Emmanuel Carrère
El propio Carrère reconoce en el libro que tuvo dificultades a la hora de encontrar el punto de vista adecuado. En mi opinión, no llegó a encontrarlo pero, aun así, decidió seguir adelante. Tengo la sospecha de que Carrère creía que si profundizaba lo suficiente en la vida de Romand se toparía con un ser humano fascinante y el libro, entonces, se escribiría solo. Pero pronto se dio cuenta de que su protagonista no era fascinante en absoluto. Se dio cuenta de que si Romand había conseguido tener engañados a todos sus conocidos no era porque tuviese ninguna habilidad especial, sino porque se trataba de una persona totalmente gris, sin atractivo alguno (ni siquiera para su mujer), y a nadie le importaba realmente lo que hiciese cuando salía por la puerta. Sin embargo, en vez de reconocer eso tal cual, Carrère titubea, da palos de ciego y, lo que es peor, se pone pomposo. Mientras leía
El adversario me acordaba todo el tiempo de
Un juicio de piedra, la estupenda novela de Ruth Rendell, y me entraban ganas de dejar a Carrère con la palabra en la boca.
La cena, de Herman Koch
En la red de redes pueden encontrar varias reseñas (como
esta de Carlos Tongoy) en donde les explicarán mucho mejor que yo por qué esta novela, aunque parte de una idea interesante, es tramposa, cobarde y no convence. Lo único que añadiría a esas reseñas es un breve comentario acerca de lo irritantes que resultan las maniobras de dilación que emplea el narrador para ir esquivando el meollo de la historia. Pues eso, dicho queda.
Big Bad Wolves, de Aharon Keshales y Navot Papushado
Para Tarantino, una de las mejores películas del año pasado. Para mí, no. Supongo que a él le habrá gustado el tratamiento cómico de la tortura. A mí no, y no por escrúpulos morales sino simplemente porque no tiene puta gracia. En conjunto, de hecho, es una película bastante aburrida. Ustedes verán a quién de los dos le hacen caso pero luego no digan que no estaban advertidos.
The Babadook, de Jennifer Kent
El personaje saca un filete de la nevera. Parece fresco. Se da la vuelta para coger algo y, cuando vuelve a mirar, de pronto el filete está lleno de gusanos. Se lleva la mano a la boca para ahogar un grito, tapa el filete con un plato y sale de la cocina. Poco después vuelve a entrar, retira el plato y el filete está fresco otra vez, sin rastro de gusanos. ¿Se lo había imaginado todo el personaje? Nada de esto pasa en
The Babadook, aunque la película
sí que está llena de escenas de ese tipo: ¿imaginación o realidad? A mí no me gustan nada, hacen que me desentienda totalmente de la historia. Soy cartesiano, qué le voy a hacer.
Ida, de Pawel Pawlikowski
Durante los próximos días intentarán convencerles de que si no adoran esta película, entonces es que no tienen la más mínima sensibilidad artística o humana. ¿Tan buena es?, pensarán ustedes, ¿Por qué todo el mundo tiene tan claro que es una maravilla? No se preocupen, la peli lo pone fácil. Blanco y negro, encuadres inusitados (mucho aire por encima de los actores), planos estáticos, silencio, mucho silencio (
tú di algo que en dos minutos te contesto), miradas fijas delante del espejo, una actriz que se enfada mucho, postguerra, nieve, monjas en la nieve (¡pero miren qué cartel!) y lo más importante de todo: se sabe que esta película es buena, pero buena de verdad, porque da frío. Arte y ensayo, señores, con todos los tics del género para que nadie tenga dudas. Arrodíllense o salgan fuera. Yo ya llevo un rato al sol.