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14 October 2019

El alumno Gerber, de Friedrich Torberg: sime

1.  Ante una sinopsis del estilo: «un adolescente lo pasa fatal el último curso del instituto por la presión de aprobar Selectividad», ¿a ustedes les entran ganas de leer la novela? ¿No? Pues no se fíen de las sinopsis. Piensen que la sinopsis de La Regenta no deja de ser: «una casada muy decente duda entre el donjuán de su pueblo y el cura».

2. En realidad, el protagonista del El alumno Gerber no solo sufre por los estudios sino también por amor. Pero como esa parte de la novela me ha parecido lo menos interesante de todo, haré como si el librero hubiese tachado esos párrafos, páginas y capítulos con un rotulador negro bien gordo antes de venderme el libro.

3.  Hay tantos personajes en la novela entre alumnos, profesores y amigos de fuera del instituto, cada uno con su correspondiente apellido germánico —¡el narrador llega a mencionar el apellido de los treinta y un compañeros de clase del prota!—, que en ocasiones resulta difícil acordarse de quién es quién. He echado mucho de menos El pequeño Nicolás y sus caracterizaciones simplonas (el empollón gafotas, el de familia rica, el último de la clase, etc), tan agradecidas para la memoria.

4. En la novela hay un malo malísimo: el profesor de Matemáticas y de Geometría Descriptiva. Aunque al principio parece la caricatura que un adolescente haría de un profesor cabrón, la verdad es que resulta muy convincente —motivaciones psicológicas aparte— y deliciosamente odioso.

5. Los enfrentamientos con los profesores son de lo mejorcito de la novela: el desafío al poder establecido, las alianzas y las traiciones entre compañeros. Las escenas de los exámenes ponen los pelos de punta. Al menos a alguien como yo, que sigue teniendo pesadillas en las que descubre que no ha sumado bien los créditos de las asignaturas de la universidad y tiene que volver a examinarse.

6. ¿Se ha quedado obsoleto —como recurso— el monólogo interior directo? Leyendo El alumno Gerber (1930) he tenido la impresión de que sí.

7. Lejos de lo que pudiera parecer por mi tono, no es una novela para chavales. Es una novela seria y cruda. Si te gustó el colegio, te encantará la cárcel.*

*Sí, esto es un guiño al mejor título de los últimos años.

24 April 2019

La casa de los lamentos, de Helen Garner: sime

1. Uno de mis mayores sueños es que algún día me convoquen para ser jurado popular*.
(Hace poco lo dije en el trabajo —estábamos hablando de jueces y sentencias— y mis compañeras me miraron con cara rara. «Eso es porque te crees muy objetivo», dijo la que mejor me conoce. No le faltaba razón.)
Imagínense mi sonrisa ante un libro que se presenta como la Crónica de un juicio por asesinato.
*Si comparten mi sueño disfrutarán a rabiar con esto: el episodio piloto (y el único) de la que podría haber sido mi serie favorita por siempre jamás. 
2. Helen Garner asiste a un juicio (un juicio real) y lo cuenta. Sin tecnicismos legales. Sin pretensiones de objetividad. ¿La aburre un interrogatorio? Lo dice y enseguida pasa a otra cosa más interesante. ¿Las estrategias del abogado le parecen poco acertadas? Lo dice también. Su relato se detiene en las partes más decisivas y pasa por encima de la morralla. Presta mucha atención a las reacciones de toda la sala: el jurado, el juez, la asistente del fiscal, los periodistas, el acusado, sus familiares... Es una observadora perspicaz, empática y una narradora nata.

3.  El intríngulis del asunto está en decidir si el acusado dice la verdad (perdió el control del coche, se salió de la carretera y se hundió en una balsa de agua con sus hijos dentro) o si, por el contrario, miente (hundió el coche a propósito, ya fuese de manera impulsiva o premeditada, para matar a sus hijos). ¿Con cuánta seguridad nos podemos inclinar hacia un lado u otro?

4. No he podido evitar pensar en el principio de incertidumbre de Heisenberg (en la película de los hermanos Coen, más bien): vivimos la realidad con una sensación de solidez —hoy he ido a trabajar y había atasco— pero en cuanto intentamos analizar el surco que va dejando en nosotros —¿de qué color era el coche que tenía delante en el atasco?¿cuántas personas iban dentro? ¿qué salida de la M30 ha cogido?— las certezas desaparecen.

5. Se puede leer en programa doble con Ifigenia en Forest Hill: Anatomía de un asesinato, de Janet Malcolm, también la crónica de un juicio, pero más reflexiva, más crítica con el sistema, más centrada en todo lo que puede conducir a un error en el veredicto.

6. Mi única pega: ¿por qué el libro no incluye fotos de los personajes principales, si en su día aparecieron en todos los periódicos de Australia (y todavía se pueden encontrar en internet)? Serían un buen complemento a las descripciones (plásticas pero un tanto fantasiosas)  que hace la autora.

7. Sigo esperando esto. Por favor. Si hace falta participo en un crowdfunding.

22 February 2019

Un reparto de asesinos, de Sidney D. Kirkpatrick: sime

1. Caso real:
1922 - Encuentran a William Desmond Taylor —actor y director de cine— muerto en su casa. De un tiro. Aunque hay varios sospechosos, la fiscalía no llega a imputar a nadie.  
1967- King Vidor —director de cine también— decide rodar una película sobre el caso. Se documenta, investiga. Lo que descubre le hace abandonar el proyecto. 
1986 - El periodista Sidney D. Kirkpatrick publica A Cast of Killers, una novela en la que reconstruye la investigación de Vidor basándose en las notas que este dejó a su muerte y en los testimonios de los implicados que todavía siguen con vida.  
2019 - Me leo la novela.
2. De todas las películas que se rodaron en la etapa del cine mudo apenas se conserva un 20% (siendo generosos). Más allá de Chaplin, el público no especializado sabe poco de ese mundo.
Digresión: cuando yo era niño ya empezaba a ser una rareza ver cine mudo en la tele. Hoy en día la rareza es ver cine antiguo en blanco y negro, aunque sea sonoro. Incluso entre la gente interesada en el cine: la mayoría de los jóvenes cinéfilos del siglo XXI no han visto nada más antiguo que Psicosis
Como ventana a esa etapa —o agujerito, más bien— el libro resulta interesante y valioso.

3. Conviene leerlo con internet al lado, porque da unas ganas terribles de ver fotos de toda la gente que nombran. Eso sí, no busquen información del caso o corren el riesgo de que les destripen el final.

4. Como novela no es especialmente buena. Los personajes a los que Vidor va interrogando (algunos de ellos verdaderos mitos de la pantalla) apenas están caracterizados. Los diálogos son meramente funcionales, informativos, planos. Las escenas que tienen que ver con la situación personal de Vidor en el momento de la investigación (crisis de pareja) no llegan a molestar (son breves) pero caen del lado de lo irrelevante.

5. Más que a una novela se parece al guión de uno de esos documentales con muchas entrevistas a cámara. Se podría haber escrito en forma de reportaje periodístico y no nos habríamos perdido gran cosa. Aunque tampoco habríamos ganado gran cosa, la verdad. Esto no deja de ser una especie de piropo: Un reparto de asesinos es lo más cerca que una novela puede estar de un reportaje periodístico sin que nos perdamos lo bueno del reportaje periodístico.

6. El caso se presta a teorías conspiratorias varias. La prensa sensacionalista lo aprovechó para airear asuntos turbios de Hollywood. Drogas. Sexo. Relaciones ocultas. Cuando los policías llegaron al lugar del crimen se encontraron a varios conocidos de Taylor que, alertados por los estudios del hallazgo del cuerpo, se habían presentado rápidamente en la casa de Taylor con intenciones no demasiado claras. ¿Contaminaron las pruebas para ocultar algún secreto? ¿Por qué los datos que se hicieron públicos en la prensa no coincidían con los de los informes policiales? ¿Por qué los distintos fiscales que se ocuparon del caso no llegaron a imputar a nadie? Lo interesante es que la novela da pie a reflexionar sobre qué puede hacer que una conspiración triunfe.

7. Hacia el final del libro el lector entra en la típica espiral «no puedo soltarlo, ¡necesito saber!» propia del género de misterio. Así que bien, deja buen de sabor de boca, incluso a pesar de que la resolución no resulte especialmente sorprendente.

10 January 2019

Los mayores simes de 2018 (películas)

Se da la coincidencia de que la mayoría de las películas que he visto en 2018 se estrenaron en España en 2018, así que en esta lista no van a encontrar películas de otros años. ¿Y Roma? ¿Dónde esta Roma? ¿Acaso no he visto Roma? La he visto, sí. Pero no: no está entre mis favoritas del año (les amenazo desde ya con un próximo entusiasmos que no comparto dedicado a Roma).

Las que sí están:


1. Call Me By Your Name, de Luca Guadagnino

La primera herida


2. Hereditary, de Ari Aster

El arte de volar cabezas


3. Todos lo saben, de Asghar Farhadi

Farhadi, el mejor guionista de este siglo


4. The Florida Project, de Sean Baker

No (ha) lugar


5. Custodia compartida, de Xavier Legrand


El terror cotidiano


6. El hilo invisible, de Paul Thomas Anderson


Haciendo seda las retinas


7. Noche de juegos, de John Francis Daley y Jonathan Goldstein

La mejor comedia del año, ni más ni menos


8. American Animals, de Bart Layton

Un nuevo género


9. Mandy, de Panos Cosmatos

No habíamos visto nada igual


10. Burning, de Lee Chang-dong

No sabíamos qué era lo que no estábamos viendo

27 December 2018

Los mayores simes de 2018 (libros)

Este año, para hacer hueco en mi (cada vez más saturada) biblioteca, solo he leído libros que creía que no iba a querer conservar una vez leídos, bien porque se trataba de ediciones «feas» o bien porque no esperaba que me gustasen hasta el punto de convertirse en candidatos a la relectura.

El resultado: solo seis libros que puedo imaginarme fácilmente releyendo en el futuro. Por orden de mayor a menor entusiasmo:


Regreso a Howards End, de E. M. Forster







Un caso de violación, de Chester Himes












[Pinchando en los títulos descubrirán si ya he hablado de ellos en el blog o no. Spoiler: de una gran parte sí.]


Los perdedores:

Me gustaron bastante pero no me fliparon

Fuera de lugar, de Martin Kohan
El turista accidental, de Anne Tyler
Americanah, de Chimamanda Ngozi Adichi
Levantarse otra vez a una hora decente, de Joshua Ferris
The Time of My Life, de Hadley Freeman
Una mujer difícil, de John Irving
El despertar, de Kate Chopin
Malas ventas, de Alex Robinson
Uzumaki, de Junji Ito
Lupus, de Frederik Peeters

Me tuvieron interesado casi todo el tiempo pero a intensidad media

El velo pintado, de William Somerset Maugham
Historia de una maestra, de Josefina Aldecoa
Tan fuerte, tan cerca, de Jonathan Safran Foer
La laguna, de Lilli Carré
La costurera, de Beryl Bainbridge
El genuino sabor, de Mercedes Cebrián
El asesinato de mi tía, de Richard Hull
Mi prima Rachel, de Daphne du Maurier
Pelham Uno Dos Tres, de John Godey
Pégate un tiro para sobrevivir, de Chuck Klosterman
Las meninas, de Javier Olivares y Santiago García
Montana 1948, de Larry Watson
El principio de la sabiduría, de Henry Handel Richardson
Odio Internet, de Jarett Kobek
Los cinco y yo, de Antonio Orejudo
Enemigos, de Isaac Bashevis Singer
El coronel Chabert, de Honoré de Balzac
La ley de la calle, de Susan E. Hinton

Me entretuvieron pero a ratos puse el piloto automático

La extraordinaria familia Telemacus, de Daryl Gregory
El arte de volar, de Antonio Altarriba y Kim
Novecento, de Alessandro Baricco
Amor en clima frío, de Nancy Mitford
Nosotros, de David Nicholls
Misery, de Stepen King
Laetitia o el fin de los hombres, de Ivan Jablonka 
Cómo ser buenos, de Nick Hornby
Lo dijo Harriet, de Beryl Bainbridge
Diario de un ladrón de oxígeno, anónimo
Píldoras azules, de Frederik Peeters

Me aburrieron un poco

El antropólogo inocente, de Nigel Barley
Matemos al tío, de Rohan O'Grady
La devoción del sospechoso, de Keigo Igashino
La subasta del lote 49, de Thomas Pynchon
El tigre de Tracy, de William Saroyan

Los acabé con dificultad

La tercera virgen, de Fred Vargas
Luna caliente, de Mempo Gardinelli

Los abandoné

La séptima función del lenguaje, de Laurent Binet
Fruta prohibida, de Jeanette Winterson
Jasper Jones, de Craig Silvey
Guerra en casa, de Anne Fine
Invitación al baile, de Rosamond Lehmann
Cosas que hacen BUM, de Kiko Amat
Margarita Dolcevita, de Stefano Benni

03 November 2018

Entusiasmos que no comparto: Quién te cantará



Este no va a ser el comentario de un hater sino de un fan decepcionado. Fan de Diamond Flash y de Magical Girl. Y no es que Quién te cantará me parezca mala, en absoluto, pero se queda muy muy lejos de la fascinación con que vi las dos anteriores, por culpa de estas cuatro cosillas que no deberían leer si todavía no han visto la película:

1. Demasiadas explicaciones
Es una película sobreexplicada. Dos ejemplos. Primero: la secuencia del falso periodista que aborda a Violeta. Nos muestran una llamada del personaje en la que se desvela que no es periodista de verdad y que se trataba de una pequeña argucia de la amiga de Lila para saber si puede confiar en Violeta, y justo a continuación vemos cómo la amiga de Lila le explica a Violeta la artimaña. ¿De verdad no podían haber prescindido de alguna de las dos explicaciones? Tal y como está, queda redundante y un poco torpe. Segundo: la secuencia de la hija de Violeta en el botellón. Muy forzada y muy poco verosímil. Me da la sensación de que está ahí únicamente para apuntalar el final, para avanzar una especie de explicación psicológica de por qué la hija hace lo que hace en el clímax de la peli. Me duele porque una de las cosas que más me gustan de las anteriores películas de Vermut es el uso de la elipsis.

2. El personaje de Violeta
No me lo creí en ningún momento. No sabría explicar por qué. Creo que influye el hecho de que, cuando el personaje canta, la voz no sea la de la propia actriz sino la de Amaral (hiperreconocible).

3. Subtexto sobre la identidad
En general soy bastante impermeable a los subtextos de las películas. Nunca me oirán (leerán) decir «esta película habla / es una reflexión sobre ....................... [rellenar con concepto abstracto]». Con una excepción: cuando se trata de una fábula que expone una moraleja concreta a través del argumento (ejemplos: Qué bello es vivir, Forrest Gump). Sin embargo, películas como esta, que se afanan en llamar la atención hacia su subtexto —en este caso: la identidad— pero sin elaborar ningún enunciado concreto, me suelen dejar un poco indiferente.

4. Melodrama frío
Quién te cantará es un melodrama. Almodovariano, además. Violeta es íntegra y buena, sufre injustamente a manos de un villano —su hija— y se acaba sacrificando. Su historia debería conmover pero no conmueve (al menos a mí). Demasiado hieratismo (para mi gusto). Y un melodrama que deja frío no es un buen melodrama.

11 July 2018

El retorno del soldado, de Rebecca West: sime

1. Durante las cinco primeras páginas pensé que no me iba a gustar y que no iba a terminarla, por culpa de párrafos como este:
La casa se encuentra en la cima de Harrow Weald, y desde sus ventanas la mirada cae sobre kilómetros de pastizales esmeralda que se extienden húmedos y brillantes por el oeste hasta la línea de frondosas colinas azuladas por la distancia y de distantes bosques, mientras que más cerca abarca la correcta afabilidad del césped y el cedro del Líbano cuyas ramas son como la oscuridad hecha palpable, y la amenazadora adustez de los pinos más altos del bosque que irrumpe pendiente abajo, con el apretado tejido de pardos y púrpuras de sus ramas desnudas, a partir del estanque que está al borde de la colina.
Traducción de Enrique Hegewicz

2. Pero entonces, poco después de presentar la situación de partida (dos mujeres, mansión, marido/primo ausente por estar combatiendo en la guerra) aparece el detonante del conflicto (mujer de clase inferior que revela información sobre el estado del marido/primo) y ya no pude dejar de leer. En casi cualquier sinopsis de la novela que se puedan echar ustedes a los ojos les desvelarán qué es lo que pasa con el personaje masculino, pero yo en su lugar las evitaría. Estoy en contra de las sinopsis, de los tráilers y de las toallas que no rascan.

3. La narradora —la prima del soldado— es muy cursi. Esto perjudica a la novela en algunos momentos (porque la buena mujer llega a ponerse bastante cargante con su romanticismo idealista) pero le favorece en otros (porque lo cierto es que uno de los temas principales es el amor romántico).

4. Como en la mayoría de las novelas inglesas, se insiste mucho en las diferencias de clase. Ricos vs. pobres. La narradora no desaprovecha la menor ocasión para decir que las manos de Margaret (mujer de clase inferior) le parecen horripilantes, y encima viste como un espantajo. Lo repite veinte veces, por lo menos. Clasista, además de cursi.

5. Como la novela no está narrada por los protagonistas sino por un personaje testigo que no está presente en las escenas más íntimas, hay ciertas elipsis inevitables. Inevitables y magníficas. La del final del capítulo IV me parece antológica, con una frase de remate que pone la piel de gallina.

6. Mientras la leía no dejaba de pensar en una posible adaptación al cine (ya se ha hecho). Hay una escena en concreto que me encantaría ver en una película. Un personaje va a ver a otro a su casa, está impaciente (por buenas razones) pero tiene que esperar un buen rato a que el otro aparezca. La narradora no ahorra detalles de esa espera. En cine tendría que ser en tiempo real y, gracias a los movimientos de cámara y a la interpretación de la actriz, el espectador debería ser capaz de entender qué está pasando por la mente del personaje.

7. Hacia el final de la novela se dan algunas explicaciones que no han envejecido bien y resultan innecesarias. ¿Recuerdan ustedes cuando al final de Psicosis un experto explica qué ha pasado con la mente de Norman Bates? Pues algo así.

02 July 2018

Entusiasmos que no comparto: Hereditary


¿Es una de las mejores películas de terror de la década? Sin duda. Aunque, reconozcámoslo, tampoco es que tenga mucha competencia (y no: no me parece mejor que It Follows o que The Conjuring). ¿Me ha entusiasmado? Lamentablemente, no. Se ha quedado un poquito por debajo de mi umbral de entusiasmo por culpa de estas cuatro cosillas que no deberían leer si todavía no han visto la película:

1. El personaje del hijo y el actor que lo interpreta
Desde luego, no se puede negar que el chaval necesita que lo posea un espíritu, un demonio o una canción de Georgie Dann porque en esa cabecita adolescente no hay nadie al volante. Le dices algo al oído y se oye el eco. Yo no dejé de rezar durante toda la película para que las fuerzas del mal se lo cargasen pronto y me ahorrasen tener que verle la cara.

2. Escenas terroríficas que acaban siendo un sueño
¡Por Dios¡ ¡Que alguien las prohíba de una puta vez! Las odio. Me parecen un timo. Me sacan de la película por completo y me dejan sin ganas de volver a entrar. Y lo peor de todo es que el director va por las entrevistas diciendo que le parecen muy decepcionantes las películas de terror en las que al final se descubre que todo ha ocurrido en la mente del personaje. Hijo mío, ¿y los sueños qué?

3. El tren de la bruja
Hora y pico sin que aparezca un mísero poltergeist y media hora final de tren de la bruja atropellado, confuso y tramposo. Puede que los caminos de los demonios sean tan inescrutables como los de Dios pero ¿hacía falta semejante despliegue de pirotecnia y marionetismo para conseguir que el hijo muriese? ¿Cabezazos contra el pupitre del insti sí, madre flotante también pero empujón por la escalera / por la ventana / bajo las ruedas de un camión no? ¡Con lo bordada que les había quedado la muerte de la niña!

4. Final que da un vuelco a todo
¿De verdad hacía falta ocultar la existencia de la secta hasta el tercio final de la peli? Y puestos a ocultarla ¿por qué no hacerlo hasta el ultimísimo minuto? Si quieres crear intriga vete dando pistas ambiguas al estilo de La semilla del diablo, y si lo que quieres es pillar por sorpresa al espectador no desveles el asunto hasta el final de todo, al modo Psicosis. Pero medio insinuar la cosa a veinte minutos del final sin que esa insinuación plantee un escenario más emocionante es dejar al espectador sin chicha y sin limoná.

24 May 2018

La hija de un soldado nunca llora, de Kaylie Jones: sime

1. Hay película. No la he visto pero ahora tengo ganas de verla, a pesar de que, inevitablemente, las imágenes de la película se acabarán amalgamando con mis recuerdos del libro hasta que ya no pueda distinguir las unas de los otros, cosa que odio.

2. El primer capítulo me pilló desprevenido, casi tanto como los diez primeros minutos de Up. Es decir: asomo de lagrimita.

3. Lo que más me enganchó desde el principio fue: cómo con un par de pinceladas en los momentos clave la narradora consigue transmitir la complejidad de lo que sentía de pequeña hacia su hermano adoptado (recién adoptado). La infancia bien contada, podríamos decir.

4. También: la estructura. Me gustan (me creo más) las memorias que no están ordenadas cronológicamente —todo lo que he hecho en mi vida desde la cuna al asilo— sino por temas o cuadros —nunca me he llevado bien con mi padre, aquellas vacaciones en Gandía, siempre he sido yo el que ha roto la relación, menos una vez (todos ellos ejemplos inventados)—. En esta novela tenemos las dos cosas: la narración va saltando de un episodio a otro haciendo de cada capítulo casi un relato independiente, pero los saltos van siguiendo mayormente el orden cronológico.

5. No soy muy de señalar el tema principal de las cosas, pero si me cayese en Selectividad diría que el tema principal de la novela es: dejar atrás (dejar cosas atrás).

6. De conformidad con las buenas prácticas del reseñador de novelas, les copio un fragmento para que aprecien el estilo de la autora:
Al volver a casa en el autobús público el primer viernes de la primera semana de Septième —el quinto curso— llegué a una conclusión que me dejó estupefacta: no había un solo profesor en todo el colegio, ni un alumno en mi clase, al que yo le cayera bien.
Traducción de Ana Bustelo

(No es lo bastante largo para que puedan apreciar gran cosa, pero me he cansado de sostener el libro al mismo tiempo que tecleaba.)

7.  Todos los usuarios de Goodreads que han puesto mala nota a la novela se quejan del final. Coincido en que el último capítulo es un bajón en toda regla (por razones que no conviene destripar), aunque la frase de remate resulta bastante emotiva, eso sí. Pero como el final es lo primero que olvido de casi cualquier cosa, película o libro, pues me da un poco igual. Para mí esta novela es el diamante entre los carbones y los cuarzos de mis últimas lecturas.

16 April 2018

Hipérbole y media, de Allie Brosh: sime

Repetimos el  formato de la anterior reseña: cosas sueltas: siete:

1. Lo compré por Wallapop. La vendedora resultó ser una niña de unos diez años que llegó acompañada de su madre. No les pregunté, pero imagino que decidieron venderlo al darse cuenta de que, a pesar de los dibujos aniñados y del multicromatismo de las páginas, el libro tiene de infantil lo mismo que de gracioso tiene el payaso de It.

2. Tardé más de un año en decidirme a leerlo porque mezcla texto corrido con cómic y pensaba que el ritmo iba a ser poco fluido. Estaba equivocado.

3. Temas principales: perros tontos, niños contra adultos, depresión, autoimagen, fracasos del autodiálogo, terror gracioso.

4. A todas aquellas personas que van por la vida diciendo que nunca jamás se han reído con un libro, les recomiendo el capítulo titulado Dinosaurio (la historia del ganso). Si no se ríen, siempre pueden probar con la Constitución Española.

5. A lo mejor no le han prestado demasiada atención pero entre los temas del punto 3 he citado «niños contra adultos». Si ustedes, lectores, han sido niños en alguna ocasión —¿y quién no? (Isabelle Huppert, quizás)—, recordarán que de niño uno sabe que el verdadero enemigo no son los matones de clase sino los adultos (de hecho, los matones de clase siempre parecen un poco más cerca de ser adultos que el resto). Pues eso me ha gustado del libro: que nos lo recuerda.

6. El título del libro se debe a que uno de los principales recursos humorísticos de la autora, reconocido por ella misma, es la exageración. Mis gracietas favoritas, sin embargo, son las que explotan los efectos resultantes de aplicar a una situación dada, no el código que la razón o la realidad nos indicaría como más adecuado, sino una alternativa poco razonable (pero no absurda). Esta formulación teórica la acabo de improvisar en este mismo momento, es decir, varias semanas después de haber terminado el libro, así que probablemente no sea más que una (otra) chorrada pedante.

7. Por ponerle un defecto: a veces cae en tópicos del tipo «niños+azúcar=hiperactividad», que me suenan a falsedad repetida mil veces en monólogos y comedietas varias.

17 February 2018

Gambito de reina, de Walter Tevis: sime

Mi sinopsis de la novela sería esta: huerfanita, ajedrez, prodigio. Podría añadir una cuarta palabra pero tampoco quiero hacer spoilers. Y este va a ser el leitmotiv de la entrada: palabras sueltas, ideas sueltas, cosas sueltas (mi cerebro). A estas alturas del blog ya se habrán dado cuenta de que no soy una persona discursiva y de que me gusta más una enumeración que a un tonto una tablet.

Antes de empezar con mis siete cosas sueltas sobre Gambito de reina, un apunte: la RAE todavía no ha incluido spoiler en su diccionario, pero sí leitmotiv, y así tal cual, con esa -t- que ningún español sobre la faz de la Tierra ha pronunciado jamás. Desde aquí te lo digo, RAE: cada vez es más difícil defenderte.

Ya sí, mis siete cosas:

1. El ajedrez es la kriptonita de los que nos creemos muy listos sin serlo. Desde esta perspectiva, Gambito de reina se podría considerar una novela de terror.

2. En mi cabeza no puedo evitar decir gámbito, con acento en la -a-. El otro día en el trabajo me preguntaron qué libro estaba leyendo y, para asegurarme de que ponía bien el acento, les dije el título de la novela tan despacio que parecía que me había dado un íctus.

3. Ver una partida de ajedrez es ver a dos seres humanos sentados en silencio mucho rato seguido. ¿Se puede contar una partida de ajedrez en una novela de manera trepidante? Walter Tevis puede.

4. Beth Harmon, la prota, podría —¿debería?— ser un icono feminista. En el ajedrez —que no en la mayoría de los deportes— hombres y mujeres compiten juntos.

5. Ya tengo todo lo que se ha publicado de Tevis en español. Así de mucho me gusta.

6. ¿No les encanta cuando en una peli o en un libro se esquiva un tópico que habría llevado el argumento hacia el drama más previsible? En esta novela pasa varias veces.

7. Qué final.

28 December 2017

Los mayores simes de 2017 (libros)

Por motivos complicados de explicar, este año no he leído los libros de mi biblioteca que más ganas tenía de leer, sino aquellos que más me convenía leer en cada momento. Así, salvo con los dos primeros de la lista, no he vivido grandes pasiones. Orden decreciente, pues.

1. El mundo según Garp, de John Irving

«Cuanto más lees, más vidas tienes», dicen en el anuncio del premio Planeta. Y sea cierto o no —¿la vida imaginaria cuenta como vida?— he de reconocer que hay partes de El mundo según Garp que recuerdo como algo que hubiese vivido. Pedazo de piropo, Mr. Irving.


2. Un artista del mundo flotante, de Kazuo Ishiguro

Hacia el principio el narrador nos cuenta una conversación, crucial para la trama, que tuvo con una de sus hijas. Más adelante, el narrador le recuerda esa conversación a la hija y la hija niega que el diálogo se desarrollase tal y como el narrador nos lo había contado a los lectores. Los fans de los narradores poco fiables aplaudimos.

3. El Mago, de John Fowles

¿Qué nos pasó hacia finales del siglo XX para acabar obsesionados (como en el Barroco / como adolescentes) con el tópico del engaño de los sentidos? Desafío TotalAbre los ojos, The Game, Matrix. Fowles sabe un par de cosas sobre el asunto.


4. El hombre que cayó en la Tierra, de Walter Tevis

No me suele atraer demasiado esa épica del perdedor que se quedó por el camino y desde entonces vive al margen, refugiado en la bebida. Pero cuando al extraterrestre noble y delicado del título le empieza a pesar la vida (la vida en la Tierra), incluso yo sufro. Sin duda, la novela más conmovedora —que no lacrimógena— de la lista.

5. El cuento de la criada, de Margaret Atwood

Que levanten la mano todos los que se hayan leído este año El cuento de la criada. Lo sabía. Sin embargo, he visto poco debate del tipo «¿qué es mejor, el libro o la serie?». Todo el mundo parece coincidir en que la serie es igual de buena que el libro. Así que voy a tener que ser yo el que lo diga: el libro es mejor.

6. 22/11/63, de Stephen King

De Stephen King solo había leído Carrie (me lo regalaron). Como conocía sus libros más famosos gracias a las adaptaciones al cine o a la televisión, no me planteaba leerlos. Sabía que es un buen escritor pero me ha sorprendido comprobar hasta qué punto, sobre todo en cuanto al tratamiento del paso del tiempo. Salvo un bache en el tercer cuarto de la novela, King maneja los ritmos como un maestro.

7. No, mamá, no, de Vertity Bargate

Una de las normas de Elmore Leonard a la hora de escribir era «si suena a literatura, olvídelo, no sirve». Ninguna de las frases de No, mamá, no suena a literatura, aunque lo sea. Tiene trucos, pero incluso los trucos parecen naturales.
Podríamos decir que es una novela entonada, como un actor de teatro que dice sus líneas como si se le estuviesen ocurriendo en ese mismo momento.

8.  La cueva, de Tim Krabbé

Hasta el final Krabbé no nos da la clave que nos permite conectar las distintas partes del libro en una única historia. Doble riesgo: (1) cada parte podría no tener suficiente interés por separado, (2) la conexión de las partes podría resultar forzada o —peor— irrelevante. No diré que Krabbé sortea ambos peligros sin mancharse, pero a mí al menos me convence.
9. Una temporada para silbar, de Ivan Doig

Este libro no le va a cambiar la vida a nadie, pero posiblemente sí que le alegre tres tardes flojas. Le pegan adjetivos de gama media —entrañable, ameno, grato—, pero no nos engañemos, no por eso hay que restarle mérito. Siempre es más difícil conquistar desde la modestia.

23 December 2017

Los mayores simes de 2017 (cine)

De todas las películas que he visto por primera vez en 2017, estas nueve son las que más me han gustado. Poca comedia, me temo.

1. Los paraguas de Cherburgo, de Jacques Demy

Probablemente, el final más triste del mundo

2. El extraño, de Na Hong-jin

Hemos visto el Mal

3. El viajante, de Asghar Farhad

La elipsis que no cesa

4. Train to Busan, de Yeon Sang-ho

Corea adelanta a Hollywood por la derecha

5. La La Land, de Damien Chazelle

Nada como un musical para ponernos tontorrones

6. Mommy, de Xavier Dolan

El final feliz perdido

7. Manchester frente al mar, de Kenneth Logernan

Luz / Oscuridad 

8. Paris is Burning, de Jennie Livingston

Dime que no puedo

9. Verano 1993
, de Carla Simón


Y borren Inside Out de su mente

31 August 2017

A Quiet Passion, de Terence Davies: nome

Biopic de Emily Dickinson, la poeta.
Si no lo he dicho mil veces no lo he dicho ninguna: todos (o casi todos) los biopics me parecen más falsos que las sonrisas de Ivana a Donald.

¿Por qué los sigo viendo?

Porque siempre acabo aprendiendo algo. No tanto con la película en sí como con la visita que hago luego a la Wikipedia para comprobar si la vida del personaje no daba para nada más interesante que ese biopic de mierda. En este caso, la comparación con la Wikipedia es especialmente sangrante. No se trata ya de que la película se invente u omita cosas
[Por ejemplo: Una de las mejores amigas de Emily Dickinson, si no la mejor, fue su cuñada Susan, antes compañera de estudios. Algunos investigadores creen que Emily estuvo enamorada de ella y que ese sentimiento inspiró su poesía amorosa. Pues bien, nada de esto se refleja en la película. En la película, Susan es una desconocida random que se casa con el hermano de Emily y que luego aparece de vez en cuando, haciendo bulto en algunas escenas de grupo, sin que parezca despertar sentimiento alguno en Emily.], 
se trata de que uno se lee la entrada de la Wikipedia y la imagen que se forma de Emily Dickinson es mil veces más atractiva que la intensita de la película. Si hasta yo puedo, Terence Davies (director y guionista), ¿por qué tú no?

21 July 2017

La casa infernal, de Richard Matheson: nome

Un buen día Richard Matheson se lee una novela de Shirley Jackson sobre una casa encantanda, The Haunting of Hill House, y piensa: "esto se puede mejorar". Y entonces va, escribe un libro con el mismo planteamiento y le estampa el título de Hell House. Se han fijado, ¿no? Hill - hell. A partir de ahí, algunos lectores dirán que mucho mejor la de Jackson, con sus ambigüedades y su focalización en un personaje poco fiable, y otros, en cambio, dirán que dónde va a parar, mil veces mejor la de Matheson, con su buen puñado de fenómenos paranormales de los de verdad, violentos y terroríficos. 

Y luego Stephen King, el Salomón del horror, hará dos afirmaciones en equilibrio. Por un lado: que la novela de Jackson es la gran novela de lo sobrenatural de los últimos 100 años (junto a Otra vuelta de Tuerca). Por otro: que la novela de Matheson es la más aterradora de las novelas sobre casas encantadas que se ha escrito jamás.

Mi opinión: la novela de Jackson es una maravilla y la de Matheson un truño. 

La casa infernal tiene casi todo lo que me irrita de las películas de terror de serie B. A saber:
  1. Personajes estúpidos sin una pizca de sentido común (ejemplo inventado: "anda que no es maligno este espíritu, voy a hacer una sesión de ouija yo solo en una cabaña del bosque a las tres de la madrugada para preguntarle su color favorito").
  2. Polarización extrema de las actitudes (ejemplo inventado: "esa cortina de la ventana abierta por la que entra el viento se ha movido sola, ¡vamos a morir!" versus "no te preocupes, hay una explicación racional para todo esto, incluso para este espectro infernal que me está arrancando las tripas"). 
  3. Sistematización de las causas de los fenómenos fantásticos (ejemplo inventado: "¡ya lo tengo!, el fantasma está enfadado porque le han robado el medallón de su amada, si enterramos el medallón en la tumba no volverá a molestarnos").
  4. Un pasito palante y dos patrás (ejemplo inventado: "que sí, que durante tres noches seguidas el fantasma se nos ha aparecido puntualmente a las doce de la noche, pero ¡da igual!, ¡hoy es un nuevo día!, quedémonos en la casa que seguro que ya no nos vuelve a molestar").

Un ejemplo (no inventado) de lo boba que me parece La casa infernal. ALERTA SPOILER: Es incuestionable que en la casa tienen lugar fenómenos extraños, hay ejemplos a porrillo, solo falta averiguar por qué. La casa fue construida por un tal Belasco, ya fallecido, que nos describen desde el principio como un hombre maligno a más no poder. En cuanto los protagonistas ponen un pie en la casa, Belasco les da la bienvenida desde una grabación antigua que se pone en marcha sola. Pues bien, hasta la mitad de la novela, a ninguno de los personajes —entre los cuales hay dos médiums— se les ocurre pensar que detrás de los fenómenos pueda estar el espíritu de Belasco :ALERTA SPOILER.

Quizás habría podido disfrutar La casa infernal si no hubiese leído antes La maldición de Hill House. Quizás a La casa infernal no le falta gracia desde un punto de vista irónico, si uno se imagina que la intención de Matheson no era otra que burlarse de los personajes poniendo su estupidez a prueba: veamos qué cotas de imbecilidad pueden llegar a alcanzar. Pero cuando un libro aburre, no hay intención que valga.