No había dormido bien; desde la una y media, después de que Jamie se fuera y ella se metiera lánguidamente en la cama, hasta las siete, cuando se permitió levantarse y tomar café, había dormido mal, se había estado despertando por los nervios, quedándose con los ojos abiertos en la penumbra, recordando una y otra vez, sumergiéndose a cada rato en un sueño febril.
Traducción de Paula Kuffer
Las dos novelas de Shirley Jackson que he leído,
La maldición de Hill House y
Siempre hemos vivido en el castillo, me parecen estupendas. En cambio, el único cuento que he leído de ella,
La lotería, no me gusta tanto. Demasiado moroso para mí: conocido el final ya no me apetece releerlo.
Novelas sí. Cuento no. Y yo voy e insisto con los cuentos. ¿Soy o no soy un insensato?
Lo peor del cuento es el principio.
Ya saben: un personaje que se despierta.
Al final del primer párrafo hay un truco. No les desvelo demasiado si les digo que la protagonista se va a casar ese mismo día (de ahí los problemas para dormir). ¿Qué hace Jackson para que nos enteremos de esta circunstancia? Pues pone a la protagonista a escribir una carta para su hermana:
"Queridísima Anne, cuando recibas esta carta me habré casado ¿No te parece divertido?"
Acto seguido la protagonista rompe la carta porque no sabe cómo seguir y entonces entendemos que ni la hermana ni la carta tenían la más mínima importancia, lo importante era que supiésemos que la protagonista se va a casar en unas horas y que lo supiésemos sin necesidad de recurrir a la omnisciencia del narrador.
¿Y por qué Jackson no hace que el narrador nos diga directamente que la protagonista está a punto de casarse? Porque los lectores damos por cierto todo lo que dicen los narradores en tercera persona y Jackson no quiere que el lector de su relato tenga demasiadas certezas sobre lo que está ocurriendo. Porque —ahora ya lo saben— este es uno de esos cuentos en los que, cuanto menos sepamos, mejor.
La inquietud de caminar a oscuras. Las puertas cerradas.
La atmósfera del cuento me ha recordado a la de algunos episodios de
Alfred Hitchcock presenta, una de las series de televisión que más me flipaban de niño, aunque el cuento no tiene un planteamiento tan abracadabrante como el de las historias de la serie ni un final tan efectista. 'El amante demoníaco', a pesar de ese título tan
pulp, se acerca más al realismo norteamericano de los relatos tipo
The New Yorker pero, eso sí, con un regusto enrarecido. Y ese regusto es precisamente lo que le da gracia.
¿Me ha gustado más que
La lotería? Diría que sí. ¿Me ha gustado mucho? Tampoco diría tanto. ¿Seguiré insistiendo con los cuentos de Jackson? ¿Por qué no?