- Rosalie Blum de CAMILLE JOURDY
Da mucha rabia equivocarse con algo que puedes manosear sin límite en la Fnac. Ni de coña me hubiese comprado los tres tomos por 18 euros cada uno pero me dejé convencer por la edición integral, alguna crítica favorable que había leído y unos dibujos que me parecían monos. Craso error. Se me hizo muy muy lenta. No hacían falta tantas páginas para contar esto. Y por cierto, ¿por qué hay narradores que nos siguen contando los sueños de los personajes? Ahora mismo sólo recuerdo dos casos en los que me hace gracia ese recurso: las películas de Brian de Palma y Bienvenido Mr. Marshall.
- Delicatessen de JEUNET & CARO
En su día era la peli que permitía a los cinéfilos de provincias sentirse en contacto con el Buen Cine. No se parecía a nada que se estuviese haciendo en ese momento. Pero después vinieron Acción mutante, La ciudad de los niños perdidos, Amélie, El milagro de P. Tinto, La gran aventura de Mortadelo y Filemón... y hoy Delicatessen ya no sorprende ni deleita como entonces. Sólo se ven los numeritos circenses, el histrionismo y la caricatura. ¿Y la poesía? ¿Dónde está la poesía?
2. Algunas alegrías:
- Tomboy de CÉLINE SCIAMMA
Los franceses saben hacer estas cosas. Una fotografía impecable, unos niños que, más que actuar, viven delante de la cámara, un poquito de realismo social, tonito agridulce y ya lo tienen: una de esas películas que están en un tris de dejarte indiferente y que, sin embargo, acaban arreglándoselas para darte un beso de buenas noches. Quien haya visto Stella me entenderá.
- Linda Linda Linda de NOBUHIRO YAMASHITA
La historia no puede ser más simple. Un grupo de chicas prepara un concierto para una fiesta de fin de curso. A poco que uno lo piense, sólo pueden pasar dos cosas, que les salga bien o que les salga mal. Nueve de cada diez dentistas dirían que le falta azúcar. Pero no, no le falta de nada. Contar bien una historia también es esto, que te importe lo que les pase a los personajes.
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