23 December 2014

Simes y nomes del cuarto trimestre

Sí o no, sin términos medios, porque para tibio ya está el pis.

  • Lo que sí:

La trama nupcial, de Jeffrey Eugenides

Resulta reconfortante encontrarse un realismo tan decimonónico en una novela contemporánea ambientada en el último cuarto del siglo XX. Hemos oído tantas veces eso de que en el mundo de hoy no se puede seguir escribiendo como Galdós [ja, ja, ja], esto es, como si el concepto de realidad no se hubiese roto en mil pedazos, que ya casi parecía que la única vía de experimentación que nos quedaba era precisamente esa: volver a escribir como si el concepto de realidad no se hubiese roto en mil pedazos. Quizá sea una opción retrógrada, no sé, pero tampoco es que andemos tan sobrados de refugios.

Mujeres excelentes, de Barbara Pym

Aunque me ha encantado (ha sido la sorpresa del trimestre), la recomendaría con mucha cautela porque creo que, si me ha gustado tanto, es en buena medida por ser yo quien soy: un amante de la ligereza y de las historias de solteronas. Miss Latbury, la protagonista, es uno de los personajes más deliciosos que me he encontrado en mucho tiempo. En la tercera página nos dice [traducción de Jaime Zulaika]: "Me apresuraré a añadir que no me parezco en absoluto a Jane Eyre, que debe de haber hecho concebir esperanzas a tantas mujeres feas que refieren su historia en primera persona, y que jamás he pensado en ser como ella". Y hacia la mitad de la novela, hablando de otro personaje: "Comprendí que se le podía amar en secreto y sin esperanza de correspondencia, lo cual puede ser muy grato para las jóvenes e inexpertas". A mí esta sensatez sin mojigatería, esta templanza, esta ausencia de autocompasión me caen simpáticas, qué quieren que les diga. Se suele comparar a Pym con Austen pero Austen siempre estaba un poco por encima de sus personajes, Pym no.

El antólogo, de Nicholson Baker

Continúa el idilio con Nicholson Baker. Aunque en esta ocasión, siendo objetivos, quizá se le podrían poner algunas pegas. Por ejemplo: mucha espuma y poco café. Pero, porras, es que a mí me gusta la espuma. O también: didactismo simplón y autocomplaciente (el protagonista, un poeta maduro, nos cuenta en primera persona todo lo que sabe sobre poesía). Pero, caray, es que a mí me gustan los manuales y las guías y las obras de divulgación en general; y mejor cuanto más facilitas, además. O incluso: sentimentalismo pueril. Pero, rayos, es que a mí... bueno, tampoco me voy a poner aquí a hablarles de mi eneatipo, ni de mi carta astral. Así que, en definitiva, no voy a ser yo quien diga que mi nueva pareja es bizca: para mí, tiene una mirada intensa.

Coherence, de James Ward Byrkit

Pertenece al mismo género que Memento, Primer, Los cronocrímenes y Triangle: películas-rompecabezas. Esta no es de las más complicadas (no hace falta verla con lápiz y papel al lado), pero tampoco es que sea de las más consistentes (diviértanse luego buscando en la red las críticas de los listillos de la clase). Aun así, cumple más que de sobra. Titular para que piquen (si es que no la han visto ya): "Más original que Interestellar".

Relatos salvajes, de Damián Szifrón

En el cine la gente aplaudió dos veces, en dos momentos especialmente tronchantes. La primera vez que vi al público aplaudir en un cine fue en Inglaterra, en el Robin Hood de Kevin Costner cuando aparece Sean Connery. Pero aquello era como un saludo o una bienvenida (con ustedes: Sean Connery). Lo de Relatos Salvajes es otra cosa; si fuese una tragedia lo llamarían 'catarsis'. Figúrense si será catártica que yo tenía sentado a la izquierda al típico pesado que hace comentarios en alto y la peli consiguió que no lo asesinase.

Magical Girl, de Carlos Vermut

Diamond Flash fue mi película favorita del año 2012. Magical Girl puede que lo sea de las estrenadas (aunque no de las vistas) en 2014. Ahora mismo, no hay ningún director español que me interese más que Vermut. Es cierto que ha domesticado un poquito su propuesta con respecto a Diamond Flash pero el misterio, la sugestión permanecen.

El lobo detrás de la puerta, de Fernando Coimbra

Los gurús del guión cinematográfico suelen decir que el detonante de la acción, el acontecimiento que dispara la historia, debe tener lugar en los 10-15 primeros minutos de la película. En El lobo detrás de la puerta nos lo encontramos en el primer minuto, cuando ni siquiera han aparecido todavía los personajes principales. A partir de ahí la película va a piñón, sin dar tregua, dosificando la historia con astucia pero sin trampas. Uno de los guiones mejor estructurados que yo haya visto últimamente. También una de las mejores interpretaciones (Leandra Leal).


  • Lo que no:

Antes de conocernos, de Julian Barnes

Todo el mundo parece estar de acuerdo en que Barnes es un escritor con estilo. "Flexibilidad, elegancia y precisión", decía hace poco José Luis de Juan en El País, refiriéndose a tres de las virtudes de ese estilo (sentido del humor, se suele decir también). Algo de eso iba buscando yo cuando empecé Antes de conocernos. No puedo decir que lo haya encontrado. Ni flexibilidad ni elegancia ni precisión, al menos no en la medida que esperaba. Al lado de El loro de Flaubert (1984) -por ejemplo-, Antes de conocernos (1982) me ha parecido un borrador sin depurar, un poco farragoso incluso [farragoso.- confuso por tener muchas cosas desordenadas o superfluas]. Un bizcocho que no llega a subir. Igual la traducción tampoco ha ayudado, no sé.

El adversario, de Emmanuel Carrère

El propio Carrère reconoce en el libro que tuvo dificultades a la hora de encontrar el punto de vista adecuado. En mi opinión, no llegó a encontrarlo pero, aun así, decidió seguir adelante. Tengo la sospecha de que Carrère creía que si profundizaba lo suficiente en la vida de Romand se toparía con un ser humano fascinante y el libro, entonces, se escribiría solo. Pero pronto se dio cuenta de que su protagonista no era fascinante en absoluto. Se dio cuenta de que si Romand había conseguido tener engañados a todos sus conocidos no era porque tuviese ninguna habilidad especial, sino porque se trataba de una persona totalmente gris, sin atractivo alguno (ni siquiera para su mujer), y a nadie le importaba realmente lo que hiciese cuando salía por la puerta. Sin embargo, en vez de reconocer eso tal cual, Carrère titubea, da palos de ciego y, lo que es peor, se pone pomposo. Mientras leía El adversario me acordaba todo el tiempo de Un juicio de piedra, la estupenda novela de Ruth Rendell, y me entraban ganas de dejar a Carrère con la palabra en la boca.

La cena, de Herman Koch

En la red de redes pueden encontrar varias reseñas (como esta de Carlos Tongoy) en donde les explicarán mucho mejor que yo por qué esta novela, aunque parte de una idea interesante, es tramposa, cobarde y no convence. Lo único que añadiría a esas reseñas es un breve comentario acerca de lo irritantes que resultan las maniobras de dilación que emplea el narrador para ir esquivando el meollo de la historia. Pues eso, dicho queda.

Big Bad Wolves, de Aharon Keshales y Navot Papushado

Para Tarantino, una de las mejores películas del año pasado. Para mí, no.  Supongo que a él le habrá gustado el tratamiento cómico de la tortura. A mí no, y no por escrúpulos morales sino simplemente porque no tiene puta gracia. En conjunto, de hecho, es una película bastante aburrida. Ustedes verán a quién de los dos le hacen caso pero luego no digan que no estaban advertidos.

The Babadook, de Jennifer Kent

El personaje saca un filete de la nevera. Parece fresco. Se da la vuelta para coger algo y, cuando vuelve a mirar, de pronto el filete está lleno de gusanos. Se lleva la mano a la boca para ahogar un grito, tapa el filete con un plato y sale de la cocina. Poco después vuelve a entrar, retira el plato y el filete está fresco otra vez, sin rastro de gusanos. ¿Se lo había imaginado todo el personaje? Nada de esto pasa en The Babadook, aunque la película sí que está llena de escenas de ese tipo: ¿imaginación o realidad? A mí no me gustan nada, hacen que me desentienda totalmente de la historia. Soy cartesiano, qué le voy a hacer.

Ida, de Pawel Pawlikowski

Durante los próximos días intentarán convencerles de que si no adoran esta película, entonces es que no tienen la más mínima sensibilidad artística o humana. ¿Tan buena es?, pensarán ustedes, ¿Por qué todo el mundo tiene tan claro que es una maravilla? No se preocupen, la peli lo pone fácil. Blanco y negro, encuadres inusitados (mucho aire por encima de los actores), planos estáticos, silencio, mucho silencio (tú di algo que en dos minutos te contesto), miradas fijas delante del espejo, una actriz que se enfada mucho, postguerra, nieve, monjas en la nieve (¡pero miren qué cartel!) y lo más importante de todo: se sabe que esta película es buena, pero buena de verdad, porque da frío. Arte y ensayo, señores, con todos los tics del género para que nadie tenga dudas. Arrodíllense o salgan fuera. Yo ya llevo un rato al sol.

14 December 2014

Pequeños problemas éticos, nº 1

Tu empresa te pide que anotes en un registro todas aquellas incidencias que detectes en los procesos de gestión administrativa, incluidos los errores de tus compañeros. El objetivo es mejorar la calidad de los procesos pero sabes que los empleados que acumulen más errores pueden ser amonestados y, llegado el caso, despedidos. También sabes que el hecho de no anotar una incidencia en el registro puede ser considerado una incidencia en sí misma.

Uno de tus compañeros es un desastre. Comete errores constantemente que ralentizan el trabajo de los demás. Todos lo sabéis, lo habéis comentado un montón de veces. Os fastidia un poco que sea tan incompetente pero no queréis que lo acaben despidiendo así que habéis dejado de anotar en el registro sus meteduras de pata.

Viñeta de Miguel Brieva

Un día ese compañero comete un error que afecta directamente a tu trabajo. No lo anotas en el registro y sacas adelante la tarea lo mejor que puedes. El cliente, un cliente importante, se queja a tus superiores. La culpa de todo la tiene el error de tu compañero pero, si tú no lo señalas, podría pasar inadvertido y entonces la responsabilidad recaería sobre ti. No eres un mal trabajador, tu nombre apenas aparece en el registro de incidencias, pero el cliente que se ha quejado es muy importante para la empresa.

¿Qué haces? ¿Llamas la atención sobre el error de tu compañero?
a) Sí. 
b) No, bajo ningún concepto. 
c) Depende. Si la empresa toma alguna medida en mi contra, sí. Si no, no. 
d) Le pido a a un compañero que lo haga por mí.

¿Son igual de éticas todas las opciones?

03 December 2014

Un cuento al mes: 'Miedo en la Scala' de Dino Buzzati


Para la primera representación de La matanza de los inocentes, de Pierre Grossgemüth (novedad absoluta en Italia), el viejo maestro Claudio Cottes no dudó en ponerse el frac.

Traducción de Javier Setó


Hay notables excepciones pero las novelas me suelen gustar realistas o tirando a realistas y los cuentos, fantásticos o tirando a fantásticos. Uno de mis cuentos favoritos de todos los tiempos es de Dino Buzzati y es fantástico: El colombre. Debería haber leído más relatos de Buzzati pero no lo he hecho. Así soy yo.
Azótenme.


Miedo en la Scala no es fantástico o tirando a fantástico (ooohhh...) sino realista o tirando a realista. Trata de ópera, política y miedo, y es sorprendentemente apropiado para estos tiempos en que la única forma de acojonar a nuestros gobernantes que parece que nos queda no pasa por organizar manifestaciones o escraches sino por contestar en las encuestas que vamos a votar a Podemos, ese partido. Incluso hay una aparición estelar del término 'casta'.

Tiene una atmósfera ligeramente enrarecida que recuerda a El ángel exterminador. Es muy fácil imaginarse una adaptación al cine de Miedo en la Scala dirigida por Buñuel. Aunque Berlanga tampoco lo habría hecho mal: el relato está repleto de personajes que apenas aparecen en dos líneas y luego se quedan sentados, al fondo. No soy devoto ni de Buñuel ni de Berlanga pero tampoco les resto mérito; los dos tienen al menos una película que me maravilla. Pues con Buzzati, de momento, lo mismo.

26 November 2014

Palabras, no tan raras, que nunca he usado (ni siquiera por escrito)


Promontorio

(Del lat. promontorium).

1. Altura muy considerable de tierra.
2. Cosa que hace demasiado bulto y causa gran estorbo.
3. Altura considerable de tierra que avanza dentro del mar.

Ej.1. María tiene unos promontorios muy bien hechitos.
Ej.2. Ahí te queda el promontorio. Tira tú de la cadena.
Ej.3. ¡Hala!¡Ya se ha vuelto a subir el gato al promontorio!

Y en primer lugar Google nos muestra esto:


No es Gibraltrar pero aprovecho: ¡Queremos nuestro promontorio de vuelta!

15 November 2014

Canciones que deberían ser más conocidas (XVI)



Lo contrario a la grima. Eso es lo que me produce esta canción. Un calorcillo interno, entre el tórax y el abdomen, que se difunde hacia las extremidades, como si me hubiese comido un pequeño sol. Y no acabo de entender el motivo (¿el truco?). Sé que tiene mucho que ver con las guitarras crepitantes del principio y con las notas sostenidas al fondo por el órgano. Pero creo que en realidad todo, TODO contribuye. No hablaré de capas de sonido superpuestas, no. Aquí no hay capas, aquí lo que hay es un auténtico edredón. Y vaya si abriga.

Folk Singer - Birdie

06 November 2014

¿Qué es lo más ético que uno puede hacer con su dinero cuando tiene mucho?


Oigo en la tele que Amancio Ortega es tan rico que podría gastar un millón de euros al día durante 150 años, mucho más tiempo del que le queda de vida.

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En una entrevista que hacen al Gran Wyoming en la Sexta, comentan que sus enemigos le acusan de dedicarse a la especulación inmobiliaria. La presentadora desliza un dato: el Gran Wyoming es propietario de 16 viviendas. Wyoming no lo desmiente.

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En el blog de la Patrulla de Salvación se preguntan si Rafael Chirbes debería renunciar al Premio Nacional de Narrativa:
"¿Es ético ser un artista que denuncia la corrupción y la exclusión social de gran parte de la sociedad generadas por ese ESTADO y aceptar una propina (un cheque, una palmada en la espalda, una sonrisa del ministro) de ese mismo ESTADO?"

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RAMÓN LOBO.- "¿Por qué las farmacéuticas no investigan en medicinas para pobres, tratamientos contra la malaria o el ébola?"

BELÉN GOPEGUI.- Supongo que lo sabemos, ¿no?


eldiario.es

27 October 2014

Un cuento al mes: 'No son tu marido', de Raymond Carver


Earl Ober era vendedor y estaba buscando empleo. Pero Doreen, su mujer, se había puesto a trabajar como camarera de turno de noche en un pequeño restaurante que abría las veinticuatro horas, situado en un extremo de la ciudad. Una noche, mientras tomaba unas copas, Earl decidió pasar por el restaurante a comer algo. Quería ver dónde trabajaba Doreen, y de paso ver si podía tomar algo a cuenta de la casa.

Traducción de Jesús Zulaika


Por culpa de un fenómeno que ya comenté hace tiempo aquí, tengo en casa un montón de libros de cuentos pendientes de leer. Así que, para ir dándoles salida, me he propuesto zamparme, como mínimo, un cuento al mes.

Comprometido quedo. Ustedes son testigos.


No son tu marido es el tercer relato de Carver que leo en toda mi vida. El segundo, Catedral, lo leí hace tres años y el primero, Bolsas, hace seis. Puedo decir que me leo un relato de Carver cada tres años. No es que sea algo intencionado, el azar tiene mucho que ver, pero sí que es cierto que, de momento, no he sentido la necesidad de aumentar la frecuencia.

Con Carver me pasa que empiezo uno de sus relatos y noto que me quiere llevar a algún sitio: "¡Ven! ¡Mira a este probre infeliz! ¡Vas a ver!" Pero llego a la última línea y me quedo con la sensación de que me he perdido algo, de que no he sabido entender por qué era tan importante mirar ahí, al pobre infeliz, o si debo sacar alguna lección de todo ello. Dicho de otra forma, con Carver tengo la impresión de estar delante de uno de esos profesores que te hacen una pregunta abierta y esperan que les respondas exactamente lo mismo que ellos están pensando en ese momento, como si fuera algo evidente.

Para mí, no es una sensación estimulante.

Con No son tu marido, además, tengo otro problema: el personaje de la mujer. Vale que tiene que tiene que actuar como actúa (o que no actuar como no actúa) para que el relato pueda llegar al chimpún final pero ¿no la convierte eso en un personaje demasiado pasivo y funcional, sin apenas interés? ¿Por qué en el título del relato el narrador se dirige a ella si luego, en realidad, no le interesa su punto de vista ni le da cancha como personaje? ¿Paternalismo?

En el lado bueno estaría el estilo seco y conciso de Carver, que tanta esperanza siembra en los talleres de escritura creativa.

28 September 2014

Simes y nomes del tercer trimestre

Sí o no, sin términos medios, porque también en las barras de pan lo más rico está en los extremos.

  • Lo que sí:

Submarino, de Joe Dunthorne

Si mi biblioteca estuviese ordenada por temática y tonalidad (que casi), esta novela iría entre El diario secreto de Adrian Mole, de Sue Townsend, y El libro de Rachel, de Martin Amis. El narrador es un adolescente neurótico y pedante, ingenioso, un poco cabrón y bastante cínico. Por supuesto, británico (galés). A mí me ha conquistado por los saltos constantes de un tema a otro, las digresiones, los comentarios mordaces, la desvergüenza maquiavélica, las idas de olla... Y por el segundo capítulo, titulado Infame: si lo leen y no les gusta, mejor dejen el libro.

Cuatro amigos, de David Trueba

Lo empecé un miércoles y el fin de semana me lo llevé a la playa para terminarlo allí, debajo de la sombrilla. Me estaba pareciendo entretenido sin más, un poco tópico, pero pasada la mitad del libro, la acción se trasladó a mi tierra y comenzó a cobrar importancia el tema de las oportunidades perdidas en el amor. No creo que la calidad de la escritura mejorase a partir de ese momento pero algo ocurrió, los planetas se alinearon, no sé, y entonces el libro me empezó a hacer compañía, como si lo hubiese escrito uno de mis hermanos, un amigo o un compañero de clase hablando de su vida. Así que dejé de buscarle defectos. ¿Acaso ustedes no habrían hecho lo mismo?

* Estos dos primeros simes se los tengo que agradecer a Indiganda Santos, siempre sensata en sus recomendaciones.

La carretera, de Cormac McCarthy

A todo el mundo le parece durísima, difícil de soportar. "No sé si podría volver a leerla", dicen. A mí no me ha parecido para tanto. Se mantiene en un plano bastante próximo a la fábula que, al menos a mí, no me invita a la implicación emocional. En mi opinión, el verdadero impacto de la novela no está tanto en el argumento (en casi cualquier otra novela postapocalíptica pasan más cosas) como en la fuerza de la imagen de partida, el icono: padre, hijo, carretera, cenizas, carrito de la compra. No creo que sea una novela redonda; se podrían eliminar algunos episodios y/o añadir otros y el resultado seguiría siendo el mismo. Pero ofrece algo quizá mejor y más perdurable que una buena historia: un nuevo mito.

Ritos de paso, de William Golding

Principios del SXIX. Durante un viaje en barco a Australia, un joven caballero inglés escribe un diario para su tío, que le ha pedido un relato detallado de la travesía. El joven cuenta que el barco apesta, que se marea, que el resto de los pasajeros no está a su altura (social)... Y así hasta más allá de la mitad del libro, sin una línea argumental clara. Suena mal pero en realidad resulta bastante cautivador. ¿Por qué? Por una extraña autenticidad que irradia el estilo y el carácter jovial del protagonista (imaginen a uno de esos niños bien de F. Scott Fitzgerald, fatuo y frívolo, escribiendo en el SXIX). Pasado el ecuador del libro, la cosa toma rumbo, se pone oscura y entonces comprendemos lo bien pensada que tenía Golding la estructura. Si no les atraen las novelas históricas de travesías en barco, este es su libro.

Vox, de Nicholson Baker

Junto con la novela de Golding, Vox ha sido la gran sorpresa de este trimestre. ¿Quién me iba a decir a mí que una novela que consiste únicamente en el diálogo que mantienen un hombre y una mujer en una party line pudiese ser tan embriagadora [perdón por el adjetivo, es apropiado pero un poco cursi, cuando la novela en realidad no tiene nada de cursi]? Repetiré con Nicholson Baker sin dudarlo ni un momento. Ya tengo a la espera La entreplanta (argumento: un hombre vuelve a su oficina después del descanso para comer y sube por una escalera mecánica, punto final) y confío también en poder hacerme con El antólogo y con Humo humano. Si no conocían a Baker, investiguen. Un filón.

Crímenes, de Ferdinand von Schirach

Ferdinand von Schirach es abogado. Los once relatos del libro están basados en su experiencia profesional. Pero no esperen (como esperaba yo) una serie de crónicas judiciales, al autor le interesan más las historias de sus clientes, cómo una persona más o menos normal puede llegar a perder pie en algún momento de su vida y cometer un crimen. Lo malo es que Von Shirach no deja de ejercer de abogado en su literatura, también aquí se encarga de defender a sus clientes contándonos la historia desde el punto de vista que más les favorece. Lo bueno es que todos los relatos son tremendamente efectivos. Todos conmueven, divierten o acongojan. Para Aristóteles se trataba de eso, ¿no?.

Boyhood, de Richard Linklater

En este caso no se fíen de mí. Antes de verla, ya había decidido que me iba a gustar. Linklater es uno de mis directores favoritos. No he visto ni una sola película suya que no me haya parecido interesante y soy muy pero que muy fan de la trilogía Antes de... (trilogía de momento, porque yo espero una cuarta entrega: así de fan soy). Boyhood no me ha decepcionado. Muchas películas tratan sobre la vida, sobre su sentido; Boyhood logra capturar su textura.

Compliance, de Craig Zobel

Durante los títulos de crédito del principio, aparece un rótulo enorme: INSPIRED BY TRUE EVENTS (Basada en hechos reales, dicen los subtítulos). Nos avisan para que no pensemos que la película es inverosímil, para que no digamos que ESO nunca podría pasar. Porque sí, por increíble que parezca, TODO lo que cuenta la peli ocurrió de verdad (en Youtube incluso se puede encontrar el vídeo real de los hechos). Yo recomiendo verla sin saber siquiera de qué va. Sólo un apunte: no es una peli de terror ni de asesinatos pero resulta más inquietante e incómoda que la mayoría de ellas.

Clear History, de Greg Mottola

Estrenos TV del canal HBO. Larry David interpreta al protagonista y firma el guión (junto a otros tres guionistas más). Recurramos al tópico: los gags funcionan como un mecanismo de relojería. Hablamos de gags de largo recorrido, que se basan en algo que hemos visto hace 15 minutos y que no mueren al momento sino que reaparecen más adelante con giros cada vez más graciosos. Así, aunque la primera parte de la película es algo sosita -los guionistas están sembrando-, la segunda en cambio es hilarante y no da tregua. Tampoco es que sea la comedia del año (no es tan graciosa) pero funciona.


  • Lo que no:

Menos que cero, de Bret Easton Ellis

Quería una novela de frases secas y argumento tirando a plano para leerla a poquitos en el transporte público y demás ratos muertos del verano en la ciudad. Tal como me esperaba (gracias a las reseñas de dos de mis blogueros favoritos), en eso cumplió. ¿Entonces por qué está en el grupo de los nomes? En pocas palabras: porque no sentí nada. Que otros decidan si ahí precisamente radica el mérito de la novela.

Las vidas de Grace, de Destin Cretton

Al principio no tiene mala pinta. El primer diálogo es prometedor. Nos encontramos ante una de esas pequeñas películas independientes, sencillas, humanas, que no ofrecen nada más ni nada menos que un pedacito de realidad. En este caso, un trocito de la vida de una trabajadora social. El drama cotidiano. La esperanza que no cesa. Sin embargo, a poco que rasquemos, por detrás de las buenas intenciones asoman los mismos tópicos de artefactos de Hollywood como Mentes peligrosas, con sus chavales problemáticos y sus educadores llenos de empatía. Y entonces ya no convence. Un consejo: mejor vean La clase.

El amor es un crimen perfecto, de Arnaud Larrieu y Jean-Marie Larrieu

Un rollo. La Crítica destaca la interpretación de Amalric (pffff), la elegancia (vale, la fotografía es bonita, hay nieve, un lago, edificios con mucho cristal: Suiza), el morbo (salen varias mujeres seductoras, dos de ellas jovencitas con sus respectivos pechos al aire), el tono irreal y casi casi cómico (es decir, rídiculo), el tratamiento heterodoxo y abstracto de los tópicos del thriller (traduzco: no llega a resultar intrigante de verdad, el ritmo es torpe), el "retrogusto persuasivo" que acaba dejando (vamos, que es más interesante hablar de ella con tus amiguitos que verla) y el sutil subtexto (bla, bla, bla). Que me la explique Jordi Costa, a ver si así me gusta menos todavía.

20 September 2014

Entusiasmos que no comparto

Algo me pasa con Mathieu Amalric.

Empieza la película, aparece él en pantalla y enseguida sé que su personaje no me va a importar lo más mínimo, que sólo me va a producir indiferencia, como los berberechos en el arroz. Ya puede pasarlas canutas (hablamos del tipo que protagonizó La escafandra y la mariposa) que a mí me la refanfinfla.


Tendría que verlo haciendo de hermano pequeño de Isabelle Huppert. Él le echaría el humo del cigarrillo a la cara y ella le miraría con ese aire tan suyo de "si te murieses ahora mismo no movería ni una ceja". Creo que solo así conseguiría arrancarme alguna emoción. Compasión, claro.

14 September 2014

Canciones que deberían ser más conocidas (XV)



Parece hecha de retales de distintas telas cosidos juntos. O de papeles de regalo que tenían guardados porque, de lo chulos que eran, incluso ya daba pena rasgarlos al despegar los celos. Y es que sabían que si los pones todos juntos, los retales o los papeles, no te puedes equivocar: ahí hay buena materia prima. Aunque, claro, siempre hay algún estampado, algún color que llama la atención más que otro. En este caso, los de la chica. Para enmarcar.

Party - Envelopes

05 September 2014

Yo me sé uno

De pequeño mi chiste favorito no era el de Mis Tetas ni el del Fantasma de los Ojos Verdes, era uno que contaba Eugenio en este mítico disco de inquietante carátula. Siempre que en el recreo, en un cumpleaños o en una reunión familiar me veía en medio de una tormenta de chistes, yo participaba con el mismo.


La profesora entra en clase y se encuentra una caca encima de la mesa. Pregunta a los alumnos quién ha sido pero nadie responde. Niños, vamos a cerrar los ojos y el responsable escribirá su nombre en la pizarra; si lo hace, prometo no enfadarme. Cierran los ojos. Al fondo de la clase se empiezan a oír unos pasos que se van acercando poco a poco a la pizarra [Eugenio imita el ruido de los pasos acercándose: ploc, ploc, ploc]. Los pasos se detienen y se escucha entonces el sonido de una tiza en la pizarra [Eugenio imita el sonido de la tiza deslizándose por la pizarra, sss, sss, sss]. Después, los pasos vuelven poco a poco al fondo de la clase [ploc, ploc, ploc : Eugenio clava el descenso progresivo del volumen de los pasos]. Cuando la profesora y los alumnos abren los ojos, ven que encima de la mesa hay otra caca y en la pizarra pone: El cagador justiciero ataca de nuevo.


Me encantaba. Lo tenía todo. Desafío a la autoridad, misterio, un enmascarado carismático (yo me lo imaginaba como el Zorro), narrativa onomatopéyica y, sobre todo, caca. Nunca es tan fascinante la caca como cuando somos niños. Qué placer hablar de excrementos en público, transgredir el tabú. Y si hay adultos delante, mejor.

Terminaba de contar el chiste y también yo me sentía un poco cagador justiciero.

27 August 2014

Una anecdotilla de este verano

Al entrar en el palacio nos cruzamos con un grupo de turistas españoles que ya han terminado su visita y oímos que una de las mujeres del grupo le pregunta a otra:

"¿Abajo había algo que fotografiar?"

No dice ver, dice fotografiar.




Los indios tenían razón: la fotografía nos roba el alma.