22 May 2019

Canciones que deberían ser más conocidas (XXV)



¿Cuál es su record de días seguidos escuchando una misma canción (por voluntad propia y al menos una vez al día)? El mío es un mes. La canción es esta. Me la ponía todas las mañanas antes de salir de casa y todas y cada una de las veces me daba un subidón. Era mayo; acababa de mudarme a Madrid. A esto suena la primavera para mí desde entonces. Y todavía hoy.

Daddy's Boy - Corduroy Utd.

11 May 2019

Un lector respondón

Cuando uno compra libros de segunda mano (o los saca de la biblioteca), a veces, en los márgenes, se encuentra cosas de este estilo:

«desde luego»

Alguien que no puede guardarse sus opiniones ni siquiera mientras lee.

24 April 2019

La casa de los lamentos, de Helen Garner: sime

1. Uno de mis mayores sueños es que algún día me convoquen para ser jurado popular*.
(Hace poco lo dije en el trabajo —estábamos hablando de jueces y sentencias— y mis compañeras me miraron con cara rara. «Eso es porque te crees muy objetivo», dijo la que mejor me conoce. No le faltaba razón.)
Imagínense mi sonrisa ante un libro que se presenta como la Crónica de un juicio por asesinato.
*Si comparten mi sueño disfrutarán a rabiar con esto: el episodio piloto (y el único) de la que podría haber sido mi serie favorita por siempre jamás. 
2. Helen Garner asiste a un juicio (un juicio real) y lo cuenta. Sin tecnicismos legales. Sin pretensiones de objetividad. ¿La aburre un interrogatorio? Lo dice y enseguida pasa a otra cosa más interesante. ¿Las estrategias del abogado le parecen poco acertadas? Lo dice también. Su relato se detiene en las partes más decisivas y pasa por encima de la morralla. Presta mucha atención a las reacciones de toda la sala: el jurado, el juez, la asistente del fiscal, los periodistas, el acusado, sus familiares... Es una observadora perspicaz, empática y una narradora nata.

3.  El intríngulis del asunto está en decidir si el acusado dice la verdad (perdió el control del coche, se salió de la carretera y se hundió en una balsa de agua con sus hijos dentro) o si, por el contrario, miente (hundió el coche a propósito, ya fuese de manera impulsiva o premeditada, para matar a sus hijos). ¿Con cuánta seguridad nos podemos inclinar hacia un lado u otro?

4. No he podido evitar pensar en el principio de incertidumbre de Heisenberg (en la película de los hermanos Coen, más bien): vivimos la realidad con una sensación de solidez —hoy he ido a trabajar y había atasco— pero en cuanto intentamos analizar el surco que va dejando en nosotros —¿de qué color era el coche que tenía delante en el atasco?¿cuántas personas iban dentro? ¿qué salida de la M30 ha cogido?— las certezas desaparecen.

5. Se puede leer en programa doble con Ifigenia en Forest Hill: Anatomía de un asesinato, de Janet Malcolm, también la crónica de un juicio, pero más reflexiva, más crítica con el sistema, más centrada en todo lo que puede conducir a un error en el veredicto.

6. Mi única pega: ¿por qué el libro no incluye fotos de los personajes principales, si en su día aparecieron en todos los periódicos de Australia (y todavía se pueden encontrar en internet)? Serían un buen complemento a las descripciones (plásticas pero un tanto fantasiosas)  que hace la autora.

7. Sigo esperando esto. Por favor. Si hace falta participo en un crowdfunding.

02 April 2019

Estos son mis principios (VI)


Hay que amar a los peatones. 
Los peatones constituyen la mayor parte de la humanidad. Más que eso, su mejor parte. Los peatones crearon el mundo. Fueron ellos los que construyeron ciudades, erigieron edificios de muchas plantas, llevaron a cabo la canalización y la conducción de aguas, pavimentaron las calles y las iluminaron con farolas eléctricas. Fueron ellos los que extendieron la cultura por todo el mundo, inventaron la imprenta, crearon la pólvora, tendieron puentes sobre los ríos, descifraron los jeroglíficos egipcios, empezaron a usar la maquinilla de afeitar, acabaron con el tráfico de esclavos y establecieron que con las semillas de la soja se pueden preparar ciento catorce sabrosos y nutritivos platos. 
Y cuando todo estuvo preparado, cuando nuestro planeta hubo adquirido un aspecto relativamente cómodo, aparecieron los automovilistas.

El becerro de oro, ILIÁ ILF & EVGENI PETROV

[Traducción de Helena-Diana Moradell]

26 March 2019

Metablog: el convincente gon

¿Por qué el convincente gon?

Porque alguien me dijo que gon a secas era muy soso y no tenía pegada, y entonces, pensando un nick, me acordé de esto [enlace a Youtube porque el propietario del vídeo no deja reproducirlo en otro sitio]:


(Por si ustedes son más de filmoteca y prefieren la versión original les dejo también este otro vídeo, que podrán ver aquí mismo, sin tener que ir a Youtube:)



Por supuesto, se trata de un nick aspiracional y un tanto irónico. En mi vida cotidiana nadie me considera convincente en absoluto. Cabezota, pesado y de ideas retorcidas, sí. ¿Convincente? Ni por agotamiento. Así que entenderán lo feliz que me haría tener el poder de convencer a cualquiera de cualquier cosa, como el personaje de los Fraguel.

Aclaro, por si acaso, que físicamente no me parezco en nada al muñeco. Quiero decir que ni aun en el caso de que hiciesen una versión mía en muñeco Fraguel me parecería al Convincente John.

Soy más estilo curri.


Pero sin barriguita.

13 March 2019

Un cuento al mes: La ley de la gravedad, de Joe Hill


Cuando yo tenía doce años mi mejor amigo era hinchable. Se llamaba Arthur Roth, lo que lo convertía además en un hebreo hinchable, aunque en nuestras charlas ocasionales sobre la vida en el más allá no recuerdo que adoptara una postura especialmente judía. Charlas era lo que más hacíamos —pues, dada su condición, las actividades al aire libre estaban descartadas— y el tema de la muerte y lo que pude haber después de ella surgió más de una vez. Creo que Arthur sabía que tendría suerte si sobrevivía al instituto.

Traducción de Laura Vidal



Hijos de médicos que deciden estudiar Medicina. Hijos de abogados que deciden estudiar Derecho. Hijos de empresarios que deciden no estudiar. ¿Qué lleva a un hijo a seguir el camino de su padre? ¿Es lo mismo que lleva a un hijo de Stephen King a escribir cuentos y novelas de terror?

Seguro que Joe Hill lo ha contado en alguna entrevista. Háganme el favor y búsquenla. En serio, ahórrenme tener que buscarla. Les citaré en los créditos.




Un sinnúmero (no los he contado) de lectores declara —en Goodreads— que este cuento les hizo llorar a moco tendido. ¿De verdad es para tanto?

Bueno, la cosa va del amigo hinchable (y judío) del prota y pronto nos damos cuenta de que el niño no es hinchable porque sí, es hinchable por metáfora. En concreto, por metáfora de la vulnerabilidad en un mundo lleno de abusones.

Puede parecer una idea facilona y cursi —«pobrecito Arthur, demasiado frágil para la vida entre personas de carne y hueso»— pero, en la frontera entre lo sentimental y lo sensible, Joe Hill se las apaña para mantenerse del lado de aquí. Gracias, quizá, a un tono propio del realismo sucio, más que de la fábula o del cuento de hadas.

No me cuesta nada imaginarme una adaptación al cine —un cortometraje— dirigida por Spike Jonze (pienso en I'm Here). El título original está muy bien puesto: Pop Art.

Probablemente, este sea el relato más inspirado que ha escrito nunca Joe Hill. Yo, al menos, me he leído otros escritos por él y no me han parecido inspirados en absoluto.

Si lo leen, recordarán siempre (o un mínimo de un año) la frase final.

03 March 2019

A Dios también se le llama coincidencia

¿Han vivido ustedes alguna coincidencia asombrosa, increíble, extraordinaria hasta el punto de lo sobrenatural? Yo sí. Esta es mi historia:

Septiembre de 2005. Acababa de tomar la decisión de no mudarme a París por amor y volvía a casa en metro pensando si había hecho bien.

Nos habíamos conocido en mayo y llevábamos casi cuatro meses viviendo juntos. Por diversas cuestiones que no merece la pena contar, era imposible seguir juntos en Madrid; se volvía a Francia con su gente. Ninguno de los dos quería una relación a distancia, así que yo tenía que elegir entre irme también a París y darle una oportunidad al amor, o quedarme en Madrid y seguir con mi vida. Y había decidido quedarme. ¿Por los motivos correctos?

Salgo del metro en la estación de Francos Rodríguez. Me paro en un semáforo de la Glorieta de Rocío Dúrcal, justo detrás de una mujer y de un niño de unos siete años. El niño lleva una camiseta blanca con un dibujo en la espalda. El dibujo me señala:


«Tienes miedo». Escrito en francés.

¿Qué probabilidades había de que yo me cruzase con ese niño, con esa camiseta justo después de haber decidido no mudarme a París por amor? ¿Cómo no pensar que el universo me estaba mandando un mensaje? ¿Cómo no sentirse observado por un poder superior? ¿Cómo no sentirse un cobarde?

Durante algún tiempo pensé que me lo había imaginado todo, que la camiseta de aquel chaval no tenía ningún dibujo en la espalda. Nunca he vuelto a ver ninguna igual.

Pero no. No fue mi imaginación. Esas camisetas existen.


Quizá no fue un mensaje del universo. Quizá ninguna coincidencia es un mensaje del universo, por mucho que lo parezca. No lo sé. No me mudé a París.