27 January 2019

Estos son mis principios (V)


La llevaba tan incrustada en la conciencia, que, al parecer, me pasé el primer año de colegio convencido de que todas y cada una de mis profesoras eran mi madre disfrazada. Echaba a correr en cuanto sonaba el timbre de salida, e iba todo el camino preguntándome si llegaría a casa con tiempo para pillar a mi madre antes de que volviera a transformarse. Pero siempre, invariablemente, la encontraba ya en la cocina, poniéndome el vaso de leche con galletas.

El mal de Portnoy, PHILIP ROTH

[Traducción de Ramón Buenaventura]

20 January 2019

Las mejores oberturas, las de Los Chunguitos


Escuchen, por favor, los primeros 10-30 segundos —la introducción instrumental— de las canciones que les listo a continuación (en cada título tienen el enlace al correspondiente vídeo de Youtube).
En la chabola 
Ven gitana mía 
Me quedo contigo 
Porque pasó lo que pasó 
Soy un perro callejero
Embustera 
La paya 
Sagre caliente 
Pa ti pa tu primo 
Dame veneno 
Por la calle abajo
Si no sienten un escalofrío de emoción con al menos una de ellas, cierro el blog.

10 January 2019

Los mayores simes de 2018 (películas)

Se da la coincidencia de que la mayoría de las películas que he visto en 2018 se estrenaron en España en 2018, así que en esta lista no van a encontrar películas de otros años. ¿Y Roma? ¿Dónde esta Roma? ¿Acaso no he visto Roma? La he visto, sí. Pero no: no está entre mis favoritas del año (les amenazo desde ya con un próximo entusiasmos que no comparto dedicado a Roma).

Las que sí están:


1. Call Me By Your Name, de Luca Guadagnino

La primera herida


2. Hereditary, de Ari Aster

El arte de volar cabezas


3. Todos lo saben, de Asghar Farhadi

Farhadi, el mejor guionista de este siglo


4. The Florida Project, de Sean Baker

No (ha) lugar


5. Custodia compartida, de Xavier Legrand


El terror cotidiano


6. El hilo invisible, de Paul Thomas Anderson


Haciendo seda las retinas


7. Noche de juegos, de John Francis Daley y Jonathan Goldstein

La mejor comedia del año, ni más ni menos


8. American Animals, de Bart Layton

Un nuevo género


9. Mandy, de Panos Cosmatos

No habíamos visto nada igual


10. Burning, de Lee Chang-dong

No sabíamos qué era lo que no estábamos viendo

04 January 2019

Nueva luz. Canciones de 2018

Que sí, que Malamente es la canción más importante del año. Y me gusta, claro que sí. Pero ahora mismo, si sonase en una playlist de Spotify, le daría al botón de Next sin dudarlo lo más mínimo. Y yo aspiro a hacer una lista que quiera escuchar de cabo a rabo sin saltos. Aquí la tienen.


Si les gusta el pop más oscuro, guitarrero y shoegaze, les recomiendo (como siempre) la lista de Vagando por Urano, de la que he cogido alguna idea. También he saqueado diversas páginas de música que publican su top del año (Jenesaispop, la que más). Porque yo no estoy al día. La canción que más he escuchado este año es del 2011 (yo la oí por primera vez en la Fnac la primavera pasada, pero al parecer ya era popular gracias a Broncano). Tengo la sensación de que cada año meto más «horteradas» y cosas mainstream, y menos indie. Opinen ustedes.

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Mistery of LoveSUFJAN STEVENS
Por la atmósfera.

New LightJOHN MAYER
Porque me gusta la vainilla.

Better NowPOST MALONE
Porque me gusta la canela.

Un jardín - DELAPORTE
Por el estribillo tropical en paréntesis.

DisarrayLOW
Por la leve distorsión melódica de la base rítmica.

Di mi nombre - ROSALÍA
Porque me puedo imaginar una versión fantástica de los Chunguitos.

Keep In TouchTHE SPOOK SCHOOL
Por los coros de la chica.

Tieduprightnow PARCELS
Por el low-funky-pop y por esa primera frase del estribillo, tan Daft Punk.

El momentoLA CASA AZUL
Porque llevo desde enero machacándola y todavía me encanta.

No me acuerdoTHALÍA, NATTI NATASHA
Porque es tradición acabar la lista con una invitación al cachondeo festivo.

27 December 2018

Los mayores simes de 2018 (libros)

Este año, para hacer hueco en mi (cada vez más saturada) biblioteca, solo he leído libros que creía que no iba a querer conservar una vez leídos, bien porque se trataba de ediciones «feas» o bien porque no esperaba que me gustasen hasta el punto de convertirse en candidatos a la relectura.

El resultado: solo seis libros que puedo imaginarme fácilmente releyendo en el futuro. Por orden de mayor a menor entusiasmo:


Regreso a Howards End, de E. M. Forster







Un caso de violación, de Chester Himes












[Pinchando en los títulos descubrirán si ya he hablado de ellos en el blog o no. Spoiler: de una gran parte sí.]


Los perdedores:

Me gustaron bastante pero no me fliparon

Fuera de lugar, de Martin Kohan
El turista accidental, de Anne Tyler
Americanah, de Chimamanda Ngozi Adichi
Levantarse otra vez a una hora decente, de Joshua Ferris
The Time of My Life, de Hadley Freeman
Una mujer difícil, de John Irving
El despertar, de Kate Chopin
Malas ventas, de Alex Robinson
Uzumaki, de Junji Ito
Lupus, de Frederik Peeters

Me tuvieron interesado casi todo el tiempo pero a intensidad media

El velo pintado, de William Somerset Maugham
Historia de una maestra, de Josefina Aldecoa
Tan fuerte, tan cerca, de Jonathan Safran Foer
La laguna, de Lilli Carré
La costurera, de Beryl Bainbridge
El genuino sabor, de Mercedes Cebrián
El asesinato de mi tía, de Richard Hull
Mi prima Rachel, de Daphne du Maurier
Pelham Uno Dos Tres, de John Godey
Pégate un tiro para sobrevivir, de Chuck Klosterman
Las meninas, de Javier Olivares y Santiago García
Montana 1948, de Larry Watson
El principio de la sabiduría, de Henry Handel Richardson
Odio Internet, de Jarett Kobek
Los cinco y yo, de Antonio Orejudo
Enemigos, de Isaac Bashevis Singer
El coronel Chabert, de Honoré de Balzac
La ley de la calle, de Susan E. Hinton

Me entretuvieron pero a ratos puse el piloto automático

La extraordinaria familia Telemacus, de Daryl Gregory
El arte de volar, de Antonio Altarriba y Kim
Novecento, de Alessandro Baricco
Amor en clima frío, de Nancy Mitford
Nosotros, de David Nicholls
Misery, de Stepen King
Laetitia o el fin de los hombres, de Ivan Jablonka 
Cómo ser buenos, de Nick Hornby
Lo dijo Harriet, de Beryl Bainbridge
Diario de un ladrón de oxígeno, anónimo
Píldoras azules, de Frederik Peeters

Me aburrieron un poco

El antropólogo inocente, de Nigel Barley
Matemos al tío, de Rohan O'Grady
La devoción del sospechoso, de Keigo Igashino
La subasta del lote 49, de Thomas Pynchon
El tigre de Tracy, de William Saroyan

Los acabé con dificultad

La tercera virgen, de Fred Vargas
Luna caliente, de Mempo Gardinelli

Los abandoné

La séptima función del lenguaje, de Laurent Binet
Fruta prohibida, de Jeanette Winterson
Jasper Jones, de Craig Silvey
Guerra en casa, de Anne Fine
Invitación al baile, de Rosamond Lehmann
Cosas que hacen BUM, de Kiko Amat
Margarita Dolcevita, de Stefano Benni

12 December 2018

Tempus fugit

No entiendo el prestigio de la Historia como disciplina. ¿De verdad alguien cree que podemos llegar a conocer el pasado (remoto o no tan remoto)? ¿Por qué la gente que alardea de sus conocimientos de Historia suele hablar como si lo supiesen todo de Mesopotamia, de Egipto, del Imperio Romano, cuando en realidad se limitan a repetir un relato del que ni siquiera conocen la fuente original?


Seguramente habrán oído ustedes esta frase (o alguna de sus variantes) más de una vez:
Aquellos que no conocen su historia están condenados a repetirla.

La odio en la misma medida en que me parece falsa.
Puestos a decir estupideces de ese calibre propongo:
Aquellos que no saben pintar están condenados a mancharse cuando les cae encima un cubo de pintura.

Otro día les hablo de lo mucho que odio el género —tan popular últimamente— de la novela histórica.

07 December 2018

Entusiasmos que no comparto: La maldición de Hill House


¿Se han fijado? La frecuencia con que aparece esta sección en el blog está aumentando exponencialmente (exponencialmente: palabra, no tan rara, que nunca había usado). Llegará un momento en que solo publique cosas del tipo «no me gusta Malamente porque el estribillo apenas da para tarareo». Tiempo al tiempo.

De La maldición de Hill House hablaré sin referirme a la novela de Shirley Jackson. Porque ¿para qué? Sería como mentar a Lola Flores hablando de Rosalía. Innecesario.

Así que ahí van: todas esas cosillas que han impedido que disfrutase La maldición de Hill House tanto como la mayoría de los espectadores. Cosillas que (ya saben) no deberían leer si todavía no han visto la serie:

1. Rodeos
Imaginen que un amigo suyo se presenta en su casa manchado de sangre de la cabeza a los pies, diciendo «¡Ha sido horrible!». Ustedes, lógicamente, le preguntan qué ha pasado y entonces su amigo les empieza contar que su vida es una mierda, que está yendo psicólogo, que duerme muy mal por las noches, que acarrea muchos traumas de la infancia... Es decir, les cuenta todo tipo de episodios de su vida menos qué es lo que le ha pasado y por qué está manchado de sangre. A no ser que su amigo tenga un buen motivo (un motivo evidente) para no contarles esa parte, ustedes se impacientarán con él y pensarán que está abusando de su atención.

Pues algo así me pasó a mí con la serie: pone tanto empeño en dejar para el final el relato de la muerte de la madre que casi todo lo demás se me hizo pesadísimo, lento y prescindible. Los cuatro primeros episodios: un coñazo: ver algo durante horas y quedarte como estabas. Todo sacrificado a la revelación final.

2. Tengo poderes
Lo de la hermana vidente es como de otra serie que se ha cruzado por el medio, como si la prota de Entre fantasmas se hubiese colado en La maldición de Hill House para hacer una aparición estelar. Además, como suele ocurrir en estos casos, el personaje usa los poderes cuando al guionista le conviene pero no los usa cuando al guionista no le conviene. Véase: [1] mi padre sabe cómo murió mi madre y yo no, [2] mis poderes no funcionan con el cadáver de mi hermana. Me sobra.


3. La casa
Cartón piedra. Completamente ridícula al lado de los escenarios —más realistas— del presente. Da la impresión de que la familia no vive en una casa de verdad sino en el plató de Casper.

4. Demasiados sucesos paranormales
Hay tantos fantasmas y tantos fenómenos paranormales en la serie que llega un momento en que su aparición deja de ser significativa, no cambia nada, no tiene impacto más allá del consabido susto. Mención especial a la escena de las hermanas en el coche: segundos después de que se les aparezca el fantasma de su hermana pequeña, las hermanas mayores tienen una escenita típica de reproches y reconciliación: porque haber visto un fantasma es lo de menos, podemos dejarlo a un lado y ponernos a hablar de nuestras cosas.

Hay tantos elementos extraños que los mejores de ellos —los que dan lugar a las mejores escenas— solo quedan apuntados, sin alcanzar suficiente desarrollo: la verdadera identidad de la mujer del cuello torcido (somos nuestros propios fantasmas), el fantasma con sombrero y bastón que persigue al hermano drogadicto (la clásica idea del ser sobrenatural que te elige y te acecha toda la vida: El colombre, It Follows), la puerta roja (¿por qué solo la vemos en los últimos episodios?), los golpes en la puerta la noche de Halloween (una de las escenas que me dio más miedo: me la puedo imaginar perfectamente en mi propia casa).


5. Otra vez planos secuencia
Dejemos de flipar con los planos secuencia solo porque son planos secuencia. En este caso, vale que reflejan muy bien la idea de que el pasado de los personajes interfiere en su presente, pero si para eso me tengo que tragar una hora de diálogos estúpidos e intrascendentes, actuaciones penosas (ese hermano mayor…) y escenas desdibujadas, prefiero que me los ahorren. No me interesa el virtuosismo por sí solo, me interesa la emoción.

6. Fantasmas con biografía
Cuando en una película, serie o lo que sea llega ese momento en el que se pasa de «la casa está encantada, ¡qué miedo!» a «resulta que es el fantasma de una mujer que vivió aquí a principios de siglo, le pasó algo muy feo y murió en circunstancias extrañas, y ahora vaga por la casa buscando un cierre a su desgraciada historia, así que con hacer esta pequeña cosilla de nada conseguiremos que descanse en paz», cuando llega ese momento, decía, mi interés en la historia desaparece y le pierdo respeto a la película, serie o lo que sea. No quiero ver a la persona que fue el fantasma. Quiero irme a la cama muerto de miedo, pensando que si se me aparece un fantasma no me va a apetecer sentarme con él a tomar el té para derrochar simpatía mientras me cuenta sus penas.